Tras una intentona fallida por el dramático azote del coronavirus, la campaña electoral que se vio frustrada el pasado 5 de abril comienza ya a ... dar sus primeros pasos para que los vascos puedan votar el 12 de julio, toda una cita inédita. Las urnas se abrirán en verano por primera vez, las medidas para reforzar la seguridad sanitaria se dejarán ver más allá de las mascarillas y los candidatos tendrán que disuadir a los electores para que acudan a las urnas o, en su lugar, recurran al voto por correo. El miedo a la abstención, con la nueva normalidad recién estrenada, planea sobre los partidos, aunque los sondeos no detectan por ahora un llamativo retraimiento del electorado por miedo al patógeno o por la ausencia de una vacuna.
El PNV es, sin duda, el claro favorito. Los estudios demoscópicos, que sitúan a los jeltzales acariciando la opción de pulverizar su propia plusmarca, recompensan a quienes hasta ahora han gestionado la lucha contra la pandemia desde los gobiernos. Premian a sus gobernantes. Urkullu, en Euskadi, y Feijóo, en Galicia, salen con el viento de cola de las encuestas tras dirigir una de las situaciones más difíciles que un gobernante ha tenido que afrontar en la historia más reciente.
Por todas estas circunstancia será una campaña más sensible que nunca, en la que los candidatos no podrán enredarse en diatribas estériles contra el adversario cuando la sociedad necesita ahora más que nunca soluciones y acuerdos para salir de una crisis sin precedentes.
El presidente del PP, Pablo Casado, que se alineó varias semanas con Vox para rechazar la prórroga del estado de alarma, aprovechó su presencia en Errenteria para anunciar su apoyo al Gobierno de Sánchez en este nuevo escenario. ¿Giro estratégico al centro? Mientras, su partido en Euskadi, que en los últimos años ha defendido la moderación frente a la radicalidad, contiene el aliento ante los malos augurios.
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