Aún con los ojos como platos al contemplar a una especie de 'Power Rangers' que parodian al tripartito de izquierdas vasco -fórmula alentada por Elkarrekin ... Podemos-, la campaña va consumiendo días sin apenas sobresaltos, casi rozando la hipotensión. ¿Dónde están las grandes propuestas de reconstrucción para salir del socavón provocado por la pandemia? Que un tuit difundido la noche del pasado viernes por el candidato jeltzale a la reelección, Iñigo Urkullu, para condenar la agresión a una diputada de Vox en Sestao y para denunciar la «dinámica de retroalimentación sospechosa», siga coleando a día de hoy no deja de ser significativo. Aunque el lehendakari Urkullu haya reconocido recientemente en la web de este periódico que no atiende excesivamente a las redes sociales, el aspirante del PNV logró con ese tuit nocturno llevar a EH Bildu al terreno ético, un punto sensible y siempre incómodo para la coalición soberanista que aún no consigue conjugar el verbo condenar para repudiar, por poner un reciente ejemplo, las decenas de pintadas que han sufrido sedes de PNV y PSE y la casa de la candidata socialista Idoia Mendia. Ni tampoco ha abjurado hasta la fecha de la trayectoria terrorista de ETA.
Maddalen Iriarte, la aspirante de EH Bildu, ha entrado al cuerpo a cuerpo con el lehendakari aludiendo a los casos de torturas, a los GAL y acusando al candidato jeltzale de equidistante por condenar el ataque a Vox. Sin embargo, Urkullu, que defiende el título de lehendakari, volvió ayer a la carga al dejar al descubierto las debilidades de la entente independentista, que tiene una asignatura pendiente en la cuestión ética. Precisamente ese eje de izquierdas vasco tendrá un obstáculo insalvable para su materialización mientras EH Bildu no verbalice abiertamente y con claridad que matar estuvo mal y, además, fue injusto.
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