Lo que el ojo no ve: el minuto de «antes de»
Los debates electorales desprenden una magia que siempre atrapa, incluso en campañas tan discretas como la que vivimos. El primer debate en castellano con los candidatos a lehendakari, celebrado en DV, ha sido más intenso de lo que uno podía imaginar por el perfil de los cabezas de lista: el resultado está abierto y los candidatos pisan el acelerador. «Es el debate decisivo», repetían con entusiasmo los moderadores, Estrella Vallejo y Javier Roldán. Ha habido momentos que bien merecen el VAR, o al menos la repetición de la jugada a cámara lenta, como la salud de Osakidetza y, sobre todo, la sombra de nuestra 'guerra y paz', tan reciente, en la que Otxandiano ha tenido que parar unos cuantos penaltis.
Los debates terminan con el último minuto, en que se reclama directamente el voto, pero para quienes hemos vivido los prolegómenos en las instalaciones del periódico ha habido otro momento especial: el minuto de 'antes de empezar'. Para esa hora cada participante ya estaba maquillado, todos se habían saludado con cordialidad y comentado con sus equipos los últimos detalles. Es ese minuto inmediatamente anterior al arranque, en el silencio del plató, con los seis políticos ya encerrados con los dos presentadores, el que impresiona por su solemnidad. Es aquello de «el miedo del portero ante el penalti» (seguimos con la metáfora) pero en versión electoral. Con americana y sin corbata los cinco hombres presentes, con chaqueta clara la candidata de Sumar, es la hora de repasar papeles y escrutar a los adversarios. La tensión de ese minuto de concentración y la gestualidad de cada uno ilustra bien sobre personalidades y expectativas. Ya se conocen, y se conocen bien, pero hay que encajar el mensaje con precisión.
Luego, durante dos horas sin pausa, ha llegado el debate, con las constantes que han marcado la campaña pero un nuevo aire en esa corta distancia: un Pradales mucho más locuaz y relajado del que se puso bajo el foco al ser nombrado candidato, un Andueza igualmente suelto e incisivo, un Otxandiano a la defensiva con su aspecto de primero de la clase, un beligerante De Andrés y en su papel Alba García y David Soto de buscar su espacio en una campaña que empieza a derivar hacia el voto útil. Salvo algunos momentos de tensión ha primado el buen tono, con un esquema ágil alejado de las intervenciones largas.
En el control de realización se cuidaban los detalles y se medía el reparto equitativo de los tiempos mientras en una sala adyacente los equipos de cada candidato seguían en pantalla los intercambios de opiniones. Hasta que llegó el «minuto de oro», esa última palabra tan aprendida y ensayada por los candidatos que resulta artificial, con mirada a cámara y abuso de eslóganes prefabricados. A veces el silencioso minuto de «antes de» ilustra más que 'el minuto de oro'.