Morir en la paz
La mirada ·
Gana el rigorismo 'cayetanista'. El PP pasa de la trinchera contra ETA a la trinchera de la autenticidad ideológica en la que hasta Alonso parece un tibioY al final, el objetivo último de tanto despropósito en torno a la coalición del PP con Ciudadanos en Euskadi -la cabeza de Alfonso Alonso ... antes, durante o después- se ha acabado consumando. La inédita ruptura entre el PP vasco y Génova, una historia de cuitas orgánicas pero que tiene como telón de fondo el complicado reacomodo post-ETA del centro-derecha no nacionalista, había llegado a un punto tan crítico que o bien caía Alonso o bien Pablo Casado asumía el coste difícilmente digerible, en términos de autoridad interna, de la rebelión de su barón territorial. Haberse jugado la vida en el ejercicio de la política confiere una resistencia no solo a prueba de bombas, también de las miserias que siguen marcando a los partidos de puertas hacia dentro. Alonso optó por aguantar y forzar que fuera su presidente, su jefe de filas, el que lo fulminara en plena resaca dominical. El mensaje es inequívoco, lo advirtió la navarra Ana Beltrán: la entente con Arrimadas y los suyos -ya veremos quién acaba mediatizando a quién- es «un bien superior» que se antepone a «las personas». Aunque esas personas padecieran lo indecible bajo el terror etarra. Y el mensaje de relevar al superviviente Alonso por el superviviente Carlos Iturgaiz -«nos matan como a gorriones con chimbera»- resulta igualmente inequívoco: la nueva alianza electoral se dispone a hacer campaña con lo que significaron ETA y su ecosistema en primer plano aunque ETA ya no esté. En Madrid, el relato lleva días basculando entre quienes creen que la dirección nacional ha manejado con muy poco tacto la crisis con una organización tan simbólica, con tanto peso moral como la de Euskadi, y quienes focalizan las culpas en el díscolo exministro. Siempre es debatible si es más decoroso irte o que te echen. Pero aquí, entre los vascos, Alonso ha fijado un clavo en la pared muy comprometido para Génova: porque lo que queda es que el hasta ayer líder de los populares vascos se ha negado a transigir con la imposición de las condiciones de la alianza con Cs y a asumir, sin más ni más, la derechización del partido rescatando, en este caso, el discurso identificado con los años en los que ETA mataba. El desalojo de Alonso y el rescate de Iturgaiz, sumados al abandono de la política hace un mes de Borja Sémper, preludian un regreso al pasado de los populares vascos sujeto al examen futuro pero inmediato de las autonómicas del 5 de abril. Había perdido las batallas menores, pero la definitiva la gana el rigorismo 'cayetanista' con Javier Maroto contemplando el desconcierto de los suyos desde la retaguardia de Sotosalbos.
El exministro llevaen el pecado la penitencia. Arantza Quiroga ya veía venir lo que está ocurriendo
El PP pasa así de la trinchera de la resistencia contra el terror a la trinchera de la autenticidad ideológica. Y para los auténticos-auténticos, hasta Alonso parece un tibio. El riesgo es que, pretendiendo mantener vivo el legado de las víctimas, la memoria veraz de lo que representó para tantos el hostigamiento etarra y la denuncia del nacionalismo excluyente, esas reivindicaciones se formulen de una manera tan acerada, tan de otros tiempos, que parezca que los populares y sus nuevos socios están en un duelo insuperable, interminable e inflexible. Disuasorio para buena parte de los vascos, incluidos muchos constitucionalistas, y para esos electores 'prestados' al PNV que estuvieran sopesando retornar al PP tras el derrumbe de Zaldibar. Alonso también lleva en el pecado la penitencia. Él estuvo al frente de la operación en Madrid que descabezó a Arantza Quiroga. Entonces lo que se puso en duda fue el compromiso genuino de una Quiroga que veía venir lo que está ocurriendo: que después de haber sobrevivido en la trinchera de la persecución de ETA, el PP vasco pueda morir de imparable agonía en la Euskadi en paz que ya no se dirime en la resistencia bajo los sacos terreros.
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