Guantazos para una noche de verano
Diario de campaña ·
El debate en ETB2 entre los seis candidatos sitúa a Urkullu como el blanco preferido de las críticas y refleja la alargada sombra de la pandemia ante el 12-JIñigo Urkullu tuvo que sudar ayer la camiseta en el debate de ETB2 de cara a las elecciones vascas del 12 de julio ... , al convertirse en el blanco preferido de las críticas de sus adversarios en una discusión bastante viva, contenida en las formas y muy condicionada por el Covid-19 y sus consecuencias económicas y sociales. Los candidatos –tres hombres y tres mujeres– lucharon, sobre todo, por no cometer errores en medio de una campaña hasta ayer plana. La chispa comenzó a encenderse ayer en torno a la crisis sanitaria y sus efectos colaterales.
Urkullu, que partía de favorito, sufrió el desgaste mayor desgaste de las críticas de sus rivales. La confrontación fue bastante activa por momentos entre el aspirante jeltzale y EH Bildu, aunque las andanadas, envueltas en una verdadera e incesante lluvia de datos, se dieron a diversas bandas y el candidato del PNV, que replicaba las alusiones de las que fue objeto, tuvo que salir al paso, sobre todo, de algunas críticas de los representantes del PP, Elkarrekin Podemos-IU y Equo.
Desde un principio se vio claro que la estrategia de Iñigo Urkullu pasaba por asentar la máxima de Ignacio de Loyola convertida en un manual electoral al uso: «En tiempos de tribulación no hacer mudanza». Pero la táctica de sus adversarios le obligó a alterar el paso y responder a los reproches. Urkullu descartó futuros recortes, pero también negó que los hubiera habido desde que es lehendakari, como aseguró la candidata de EH Bildu, Maddalen Iriarte. También tuvo que salir al paso de las alusiones de Joserra Becerra, de Equo, sobre la polémica en torno a la supuesta ausencia de suficientes EPIs en Osakidetza, tras una última sentencia judicial, o sobre la participación del sector público para afrontar el futuro de la Naval. Reiteró que en la actual coyuntura crítica de país, Euskadi necesita confianza y solvencia para salir de la crisis. El PNV jugaba a no arriesgar en el campo, tirando balones en el centro del terreno de juego con la machacona baza de la seguridad. Bien lejos de la épica soberanista de otros tiempos. La apuesta por conseguir el voto templado de la centralidad vasca anidaba en cada frase, calculada y milimetrada. Urkullu quiso colocarse en el medio del tablero desde el minuto cero.
Iriarte pretendió desde un comienzo aplicar el esquema izquierda-derecha a la realidad vasca. Lo hizo para situar, de entrada, al PNV en el bando del conservadurismo más distante del soberanismo, para criticar su gestión y la falta de previsión en la crisis sanitaria del Covid-19 y para censurar, implacable, su estrategia gubernamental. No sólo salpicada de negligencias y escándalos –desde el derrumbe del vertedero de Zaldibar hasta el caso De Miguel o las oposiciones de Osakidetza– sino por representar la defensa del estatu quo de 'orden y concierto' en el Estado español.
Euskal Herria Bildu quiso trasladar la imagen de la fortaleza de una formación independentista que aspira a tomar el relevo del liderazgo político del país después de un dilatado ciclo histórico del PNV que considera agotado. La formación que representa Maddalen Iriarte cree que solo un cambio de fondo protagonizado por EH Bildu, al menos liderado por esta coalición, puede marcar dinámicas reales de cambio en el país. Iriarte puso el acento en descubrir el perfil estatutista y no independentista de Urkullu para afear la estrategia de «sumisión» que, en su opinión, desarrollan los jeltzales en Madrid. Un guiño al electorado soberanista de Ibarretxe que no pasó desapercibido.
Miren Gorrotxategi, de Elkarrekin Podemos, iba también con la lección bien aprendida. Su objetivo pasaba por interpelar a EH Bildu y al PSE y situales en una tesitura complicada e incómoda; decir no a un eje de izquierdas. Pero también denunciar que el mantenimiento del PNV en elpoder bloquea la apertura de un debate sobre la fiscalidad, con un Impuesto de Sociedades a la cola de los que existen en la Union Europea.
Gorrotxategui, además, quiso colocar la gestión de Unidas Podemos en el Gobierno de coalición entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias como un modelo a seguir para aplicar políticas progresistas y transformadoras que pongan en la práctica las aspiraciones de una mayoría social vasca.
Mendia polariza con el PP
La socialista Idoia Mendia sabía desde el comienzo del debate que su táctica pasaba por ofrecer un mensaje 'constructivo' en un momento en el que la sociedad no quiere broncas, sino acuerdos, reclama certidumbres y siente angustia por el futuro de su salud, su trabajo y su bienestar. Sin embargo, aprovechó también el debate para polarizar con el PP al reprochar a Carlos Iturgaiz, de entrada, que comparase el rescate para la reconstrucción tras el Covid-19 «con el rescate de los bancos del año 2008».Mendia intentó asociar su candidatura con la gestión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante esta emergencia sanitaria y económica. Su objetivo consiste en movilizar al 'electorado PSOE' más renuente a ir a las urnas.
Carlos Iturgaiz, candidato de la coalición PP-Ciudadanos, quiso desde un principio transplantar la estrategia de oposición a Pedro Sánchez a su discurso en el debate, entre otras razones, para denunciar la alianza de Urkullu y del PNV con el presidente del Gobierno. Iturgaiz sacó a colación la existencia de «fraude» en la concesión de las ayudas de la RGI y la ocupación de vivendas. Se reivindicó como la verdadera alternativa constitucionalista y liberal al nacionalismo en el poder y a un PSE que, en su opinión, ha optado por la sumisión al PNV para evitar, entre otras cosas, que los jeltzales dejen tirado a Sánchez.
Era un debate difícil, pero no careció de mordiente y, pese al riesgo de encosertamiento, tuvo momentos de dinamismo. En ocasiones parecía un ring de guante blanco. En otras, los guantazos de látex llegaban a la mandíbula. Lógicamente, la salida al túnel creado por el Covid-19 eclipsó el espacio, aunque hubo tiempo para debatir sobre la situación económica, la salud del sistema sanitario vasco y el futuro del modelo social. Fue, más que nunca, un hospital de campaña –electoral– para una noche de verano.
El debate sobre el futuro estatus de autogobierno permaneció por completo en un segundo plano. El PSE y el PP defendieron el actual marco estatutario, aunque los socialistas se mostraron dispuestos a una reforma del Estatuto que blindase las competencias autonómicas. Eso sí, el derecho a decidir sigue planteando una muralla de discrepancia entre los nacionalistas y no nacionalistas. Si el debate en prime time televisvo sirvió para movilizar la elevada bolsa de indecisos es otro cantar. Terminado el espacio, todos salieron satisfechos y se saludaron con los codos. No errores, no bazas al rival. Misión cumplida.
A contrapie
De los momentos de tensión a los pactos
«Si Idoia Mendia presentara un programa de intervención pública, me lo pensaría». Maddalen Iriarte respondía ayer a la posibilidad de un acuerdo de gobierno con el PSE y Elkarrekin Podemos con esta frase, «porque lo importante es para qué se hacen las políticas, no tanto con quién». El cambio climático y la transición ecológica protagonizaron también el debate de forma relevante. Al igual que la crisis provocada por el derrumbe del vertedero de Zaldibar. El voltaje se activó con fuerza entre Carlos Iturgaiz e Iñigo Urkullu. El lehendakari acusó al aspirante de PP-Cs de «traer a la política vasca lo peor de la política española». Fue, en pocos segundos, uno de los momentos más tensos.
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