El mal trago de las cervezas artesanales
La huelga de transporte impide a las principales marcas de Gipuzkoa distribuir su producto en Euskadi, España y el mundo
Las fábricas de cerveza artesanal de Gipuzkoa -en el territorio existen alrededor de cuatro grandes marcas- intentan pasar como pueden el mal trago de la huelga del transporte y la guerra en Ucrania. El alza de los precios de los cereales con los que se elabora este milenario brebaje (lúpulo, cebada, avena...) y la imposibilidad de distribuir su producto a los clientes finales está impactando de lleno en estas empresas.
Prueba de ello es Gross Craft Beer, cervecera donostiarra que exporta un 10% de su producción a Bélgica, Italia, Finlandia, Noruega o Suecia, y que produce alrededor de 15.000 litros al mes. El 30% de sus cervezas tienen como destino Francia, mientras que el grueso de su producto (60%) se consume en Euskadi y en el conjunto del Estado. «Estamos padeciendo problemas con la distribución de nuestro producto por la huelga de transporte. No nos llegan los barriles y no podemos enviarlos a nuestros clientes principales. Los envíos a nuestros proveedores se han retrasado un poco, puesto que trabajamos con empresas de transporte que sí han secundado la huelga. Ahora, el reparto de un palé de cervezas que tenía que salir en un día de nuestra fábrica tarda dos. También estamos teniendo problemas con la venta 'online'. Nos han llegado reclamaciones de clientes a los que no les ha llegado el producto», sostiene Andoni Galdos, gerente de Gross Craft Beer.
Mala Gissona cuenta con un establecimiento hostelero en la calle Zabaleta de Gros y además de su fábrica situada en Oiartzun. «Estas semanas han sido uno de los momentos más difíciles en los ocho años de historia de Mala Gissona. Comenzábamos a ver la luz al final del túnel tras dos años muy complicados de pandemia y la huelga de transporte ha sido la puntilla», asegura Rubén Irisarri, miembro del equipo de marketing de Mala Gissona.
«Nuestras ventas se han quedado un 20% por debajo de las previsiones que teníamos por el paro de los camioneros»
Esta marca de cerveza artesanal encaraba un mes crucial con la llegada de la primavera. «Habíamos adelantado producto con el fin de subir nuestra facturación a lo largo de estos meses, pero nos hemos encontrado con problemas a la hora de distribuir la bebida por la huelga de transporte. Nuestra estimación pasaba por subir un 20% las ventas respecto al año pasado, pero nos hemos quedado como estábamos. Hemos tenido muchos pedidos paralizados a los que no hemos podido darles salida, aunque en estos últimos días nos hemos ido recuperando». El precio de la energía también ha hecho mella en la fábrica de esta compañía. «Hemos notado un aumento considerable en nuestra factura eléctrica, sobre todo por la máquina de cocción».
La cerveza artesanal es un producto muy delicado que no puede permanecer horas y días en el interior de un trailer. «Las empresas de transporte con las que trabajamos no nos aseguraban la distribución de nuestra cerveza, así que decidimos mantenerla en fábrica. Hemos tenido serios problemas con pedidos en León y Asturias», confirma Irisarri.
El cierre del granero de Europa -Ucrania es un importante proveedor de cereales como el trigo y el maíz- ha provocado un alza importante en los precios de estas materias primas con los que se elabora la cerveza. No obstante, como ya venía denunciando el sector agroganadero desde hace más de un año, esta subida no ha sido cosa de un día. «Se trata de incrementos que ya veníamos experimentando desde el año pasado. No ha tenido tanto que ver la guerra en Ucrania», sostiene Galdos, de Gross Craft Beer.
Rusia es el segundo mayor productor mundial de aluminio, un material que se emplea para la fabricación de las latas de cerveza. Su precio ha aumentado más de un 15% en lo que va de año. «Tuvimos suerte y compramos todas nuestras latas el año pasado. De momento no tenemos problemas en este aspecto, aunque prefiero no mirar el precio actual de las latas para no llevarme un susto», asegura Galdos. Desde Mala Gissona, advierten de un posible giro de 180 grados en el proceso de enlatado. «Hay compañeros del gremio que se están planteando pasarse al botellín y dejar de lado la lata para no subir el precio final del producto y que no repercuta en el cliente».