En 2016, desde la Diputación pusimos en marcha Etorkizuna Eraikiz, con una visión clara: hacer frente a los desafíos sociales y económicos de Gipuzkoa de forma compartida con la sociedad civil y organizada del territorio, bajo una premisa clara: que la mejor forma de responder a la incertidumbre de la ciudadanía ante el futuro, era anticiparnos y construir ese futuro juntos y juntas. Cinco años después, y ante una pandemia global, la Unión Europea aprobó los fondos Next Generation. En un viraje de 180 grados respecto a las políticas de austeridad de anteriores crisis, y en un contexto convulso y marcado por la incertidumbre, Europa apostó por responder de forma solidaria. Aprobó un mecanismo de 750.000 millones para sentar las bases de su competitividad en el escenario global, y garantizar el bienestar de las generaciones futuras.
La primera conclusión que podemos obtener es que Gipuzkoa supo adelantarse al nuevo tiempo y que la visión que inspira los fondos Next Generation coincide plenamente con la de Etorkizuna Eraikiz. Lo hace en el cómo, porque ambos hitos se articulan en gran medida sobre un modelo de gobernanza colaborativa, basado en el trabajo compartido de distintos agentes público-privados. También en la visión transformadora y modernizadora, porque aspiran a poner en marcha proyectos que regeneren el tejido productivo, traccionando nuestra competitividad y bienestar. Y por último, en el contenido, ya que las iniciativas de Etorkizuna Eraikiz están plenamente alineadas con las directrices establecidas por Europa para la consecución de dicho objetivo, sobre la base de las transiciones digital, ecológica y social.
En Gipuzkoa llevamos años trabajando para abordar la nueva movilidad, el cambio climático, el envejecimiento demográfico o la transformación digital de forma compartida. Los fondos europeos son una oportunidad histórica que nos llega con gran parte de los deberes hechos, de la mano de proyectos como Mubil, Adinberri o Ziur, que ya son una realidad, y de otros con un grado de avance considerable. Si estos recursos se asignan en base al carácter transformador y la calidad y el encaje de las iniciativas, estamos muy bien posicionados. Nos permitirían comprar tiempo y escalar dichas iniciativas, ganando dimensión, y multiplicando así su alcance y efecto transformador.
Por el contrario, una mala asignación de estos fondos, o una ejecución incorrecta de los mismos, podría originar una brecha de competitividad que no nos podemos permitir respecto a países y regiones que hagan las cosas mejor y más rápido, además de alimentar discursos euroescépticos, contrarios a estos mecanismos de solidaridad, en un momento en que la credibilidad de Europa está en juego. Estamos ya a finales de 2021, y teniendo en cuenta los plazos que se manejan para la ejecución de los proyectos, convendría que se clarificara cuanto antes de qué forma se va a repartir el grueso de los 140.000 millones que corresponden al Estado. Asimismo, sería deseable que esta financiación se dirigiera a proyectos verdaderamente transformadores, es decir, a regenerar los cimientos del tejido productivo, y no a aliviar carencias puntuales.
Por todo ello, resulta pertinente que un foro como este haya abordado esta cuestión, contribuyendo a aclarar en lo posible ese escenario, y a que desde Gipuzkoa y Euskadi asumamos una posición proactiva. Desde ese punto de vista, si algo quedó claro de la jornada realizada el pasado día 25 en el museo Guggenheim, es que instituciones, empresas y agentes no podemos esperar, sino que tenemos que seguir trabajando en los proyectos estratégicos; no porque sean susceptibles de recibir financiación, sino porque nos jugamos el futuro en ello. Al igual que hicieron las generaciones que nos antecedieron, nuestra responsabilidad es estar a la altura y legar a nuestros hijos, hijas, nietos y nietas una economía fuerte, capaz de generar recursos que permitan mantener el sistema de bienestar y seguir siendo una de las sociedades del mundo con menores niveles de desigualdad.