«Nuestro reto es satisfacer un derecho universal»
La familiar donostiarra, aliada con la multinacional Kone desde 2021, combina tradición e innovación para liderar en accesibilidad
El ascensor era un lujo y ahora es un derecho universal». Así lo resume Joseba Muguerza, gerente de la firma donostiarra que lleva su apellido, ... una empresa nacida en 1922 y que hoy, más de un siglo después, continúa elevando a generaciones enteras. «Cuando se fundó la compañía, los ascensores se instalaban en palacios o edificios singulares, no eran de uso común. Ahora forman parte de la vida cotidiana, de la movilidad de todos», recuerda. La historia comenzó cuando la primera generación aprendió el oficio de ascensorista en una firma suiza y decidió emprender por cuenta propia. Hoy, Muguerza representa la cuarta generación al frente de una empresa que ha sabido conservar su carácter local sin renunciar a crecer.
Ese equilibrio entre tradición y modernidad se plasmó en 2021, cuando firmaron una alianza con la multinacional finlandesa Kone, que cuenta con más de 60.000 trabajadores en todo el mundo. «Seguimos siendo una empresa independiente, pero nos beneficiamos de las inercias de una compañía de semejante tamaño: la innovación, la tecnología, la capacidad de desarrollar productos punteros…», señala. Esa cooperación les ha permitido incorporar avances que hace poco parecían ciencia ficción: ascensores conectados a la nube capaces de autodiagnosticarse, sistemas de inteligencia artificial que detectan averías antes de que ocurran, modelos que se desplazan a 1,75 metros por segundo con el mismo consumo energético que los antiguos. «Nuestro objetivo es maximizar el tiempo de uso. Que, si hay una avería, el técnico llegue antes incluso de que el problema se manifieste», explica el gerente.
1922 origen
año de fundación por la familia Muguerza que aprendió el oficio con una empresa suiza.
66 plantilla
es el número de personas que trabajan. Está aliada con la multinacional finlandesa Kone desde 2021.
Pero no todo son grandes innovaciones. Muguerza habla con especial orgullo de lo que llama «la sastrería del ascensor»: adaptar viejos huecos de edificios construidos en los años 60 para instalar cabinas más amplias y accesibles. «Muchos portales tienen ascensores pequeños, con puertas manuales y poco fondo. Nuestro trabajo es modernizarlos para que, en el mismo espacio, una persona en silla de ruedas pueda entrar y salir sin problema. Ahí es donde más incidimos». La accesibilidad, lo que hace cien años era un privilegio, hoy es un bien necesario.
La compañía terminará este año con una facturación de alrededor de 10 millones de euros, con un 70% de su actividad centrada en mantenimiento y reparación y un 30% en instalaciones nuevas. Los proyectos recientes reflejan esa mezcla de proximidad y relevancia: los ascensores del nuevo estadio de Zubieta para el equipo femenino de la Real Sociedad, los de hoteles donostiarras como Villa Favorita o Arbaso, o la intervención en la lonja de pescado, además de cientos de comunidades de vecinos. Pero detrás de cada cifra está el servicio. «Reparar un ascensor no es solo arreglar una máquina. Es permitir que una persona mayor pueda salir de casa o regresar del médico. Eso es lo que da sentido a lo que hacemos», resume.
Universidad de ascensoristas
La plantilla suma 66 personas, hombres y mujeres que, junto a estudiantes de formación dual, mantienen vivo el oficio de ascensorista. «No existe una universidad de ascensoristas, así que tenemos que formarlos nosotros. Por eso hemos creado nuestra propia Talent Academy, donde incorporamos perfiles de otros sectores y los formamos con teoría y práctica hasta que se convierten en técnicos cualificados». La colaboración con centros de FP se completa con iniciativas internas de formación y programas en los que la confianza, la transparencia y el trabajo en equipo son la base. «Hemos aprendido con Fabrika (el centro de alto rendimiento apadrinado por Adegi) a remar como en una trainera: si cada uno aporta en su lugar, todos avanzamos. La sokatira ya no nos sirve para explicar cómo deben ser las relaciones».
La cultura de empresa se refleja también en medidas de conciliación y planes de igualdad, que conviven con la exigencia de ofrecer un servicio 24 horas al día, 365 días al año. «El cliente necesita respuesta inmediata, pero eso no puede estar reñido con la calidad de vida de quienes trabajan aquí. Intentamos ser creativos para equilibrar ambas cosas».
La sostenibilidad completa el triángulo junto a la innovación y las personas. Los nuevos modelos consumen menos energía, utilizan materiales más ligeros y facilitan el reciclaje. «Nuestra filosofía es mantener los ascensores todo el tiempo posible. Solo sustituimos cuando ya no ofrecen un servicio mínimo aceptable. Apostamos por el reciclaje y por la sostenibilidad no solo medioambiental, también social». «El reto -concluye Muguerza- es garantizar que el ascensor esté en funcionamiento, si no al 100%, al menos el 99% de su vida útil. Queremos ofrecer un servicio cada vez más innovador y sostenible».
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