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Ha sido, sin duda, la noticia finaciera en Euskadi en lo que llevamos de este convulso 2020. Abanca, la entidad con sede en Betanzos ... que ha crecido de manera exponencial en los últimos años hasta convertirse en el sexto jugador del 'animado' tablero bancario español, ha firmado la compra de Bankoa, hasta el pasado martes en manos de Crédit Agricole. Una transacción cuyo precio permanece guardado bajo siete llaves y que ha supuesto el aterrizaje en Euskadi del banco de Juan Carlos Escotet. El propio banquero hispano-venezolano comparte con DV la intrahistoria de la adquisición que, asegura, aportará beneficios a sus dos protagonistas.
El objetivo, desvela Escotet, es que la compra «genere sinergias de ingresos, de forma que Bankoa aporte al beneficio neto de Abanca unos veinte millones de euros anuales».
65.000 millones en activos luce Abanca tras integrar a Bankoa, que le aporta un volumen de negocio de 4.374 millones (1.788 en crédito a la clientela, 1.575 en depósitos y 1.011 en fondos fuera de balance) hasta situar el total de la entidad gallega en 93.000 millones
40.000 clientes son los que aporta Bankoa a Abanca de una sola tacada. La entidad donostiarra, además, cuenta con 30 oficinas a pie de calle y tres agencias de empresas, situadas fundamentalmente en Euskadi, pero también en Navarra, La Rioja y Madrid
Cifra que, vista desde Euskadi, supone más que multiplicar por dos el último resultado conocido de Bankoa, que en el ejercicio 2019 se apuntó unas ganancias de 8 millones de euros.
¿Por qué subraya Escotet que serán sinergias de ingresos y no de gastos? Porque la idea de Abanca es dotar de mayor potencia de fuego a Bankoa y no llegar con la guadaña. De hecho, afirma, «la integración será amable y sin despidos». Todo un mensaje de tranquilidad a las 254 personas que componen la plantilla de la entidad con sede en la donostiarra avenida de la Libertad.
Abanca juega con cierta ventaja, y es que ha demostrado en relativamente poco tiempo que maneja a la perfección algo tan complicado –y que puede inclinar la balanza hacia el éxito o el fracaso– como son las integraciones de entidades bancarias.
De hecho, su historia está hecha de compras e integraciones. Un rosario de operaciones que se inicia a finales de 2012 cuando Banesco, el grupo de Juan Carlos Escotet (el mayor banco privado de Venezuela, con presencia en varios países latinoamericanos y Miami) adquiere el Banco Etcheverría, una entidad similar a Bankoa, próxima a la industria y los empresarios coruñeses y gallegos. Con la idea de expandirse en el arco atlántico (y también en el cantábrico), el banquero jugó sus cartas y ganó en el proceso abierto por el Estado para vender NovaCaixa Galicia Banco, la resultante de las kutxas gallegas, que habían tenido que ser rescatadas tras una espantosa gestión que, a la postre, enterró allí más de 9.000 millones de dinero público.
Levantar Abanca no fue sencillo tras el estropicio, pero en seis años la entidad duplicó su volumen de negocio y mejoró las cuotas iniciales de las cajas gallegas en créditos y depósitos. Tecnología y modelo de negocio fueron las claves para que la entidad, por ejemplo, redujera su tasa de morosidad del 18% (que se dice pronto) al actual 2,7%.
Después de NovaGalicia Caixa llegaron las operaciones que han llevado a Abanca al sexto puesto en la clasificación estatal –tras la absorción de Bankia por Caixabank–, con más de 66.000 millones de euros en activos.
Fueron las de Popular Servicios Financieros (la antigua división de crédito al consumo de Banco Pastor), Deutsche Bank Portugal y la del negocio en España de la portuguesa Caixa Geral de Depositos.
No todo fueron éxitos, Abanca amagó con lanzar una OPA sobre Liberbank que finalmente se quedó en nada y, muy recientemente, a la gallega se le truncó a escasos metros de la meta la adquisición del también luso, Eurobic.
En cualquier caso, acreditada queda la capacidad de integración de sistemas, plantillas y carteras de productos, incluso en distintos países. Y con esas cartas llega a Euskadi, un lugar que Escotet califica de «fundamental» en la estrategia de expansión de Abanca y en el que la entidad quiere a toda costa crecer.
«¿Sabía que hay 100.000 gallegos o hijos de gallegos en Euskadi?», apunta el banquero con una sonrisa en la cara. Más allá de la anécdota, lo cierto es que el País Vasco es el lugar soñado para cualquier banco: rentas altas, poca morosidad, seriedad en los negocios, patrimonios familiares nada desdeñables y un mar de pymes en general saneadas y con un elevado grado de internacionalización hacen de este destino uno de los preferidos en el sector.
Escotet lo sabe, y por eso resalta la ambición de Abanca de apostar de manera decidida por los segmentos de empresas (seña de identidad de Bankoa desde su nacimiento) y banca privada, así como por acompañar al tejido productivo vasco en su salto al exterior con productos y servicios de calado pero con «la misma cercanía de siempre», dice. De hecho, asegura que su ambición es llegar a ser aquí la segunda entidad en ambos segmentos. Para ello, se mantendrá al frente de la gestión a Jesús Suárez, quien ha guiado el timón de Bankoa hasta ahora como consejero delegado, así como al consejo de administración.
Consultado por el proceso de concentración que vive la banca en España, Escotet adelanta que, en cualquier caso, «Abanca sería siempre consolidador y no consolidado», pero en operaciones que «aportaran valor y complementariedad».
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