Cinco problemas muy reales para las urnas vascas
Los partidos encaran las elecciones autónomicas del 25 de septiembre con un panorama tan complejo en lo político como en lo económico
José V. Merino
Viernes, 2 de septiembre 2016, 13:07
Los partidos encaran las elecciones autónomicas del próximo 25 de septiembre con un panorama tan complejo en lo político como en lo económico. Estos son algunos de los pricipales retos a los qeu se enfrenta la economía vasca en los próximos meses.
140.000 vascos en la cola del paro
Son menos que hace un año, pero en cualquier caso, muchos. Y en la comparación con el resto de España, Euskadi sale muy bien parado. Pero más de 140.000 vascos están en la lista del paro, y aunque la situación, a caballo de la recuperación económica, ha mejorado -hay 12.500 nombres menos que en agosto de 2015-, lo cierto es que persisten algunos datos muy procupantes a juicio de los expertos. Por ejemplo, el paro juvenil. En esa inmensa lista de la desesperanza, más de 8.000 desempleados están por debajo de los 25 años, un momento clave para volar en solitario, fuera del hogar paterno.
Y no menos agobiante es la precariedad. Se suscribieron en agosto algo más de 60.000 contratos: unicamente 3.600 con el marchamo de indefinido; el resto, con el de temporal, un signo de los tiempos y más desde las últimas reformas laborales.
La batalla por el empleo de calidad
Euskadi ya no el mejor lugar para trabajar, al menos por los sueldos que se cobran. Los salarios madrileños son más altos desde hace un año. Por poco, pero supone un golpe psicológico para una comunidad acostumbrada a estar en cabeza y que paga así la debilidad de la negociación colectiva. En cambio, las jornadas laborales continúan siendo las más bajas de España, consecuencia directa de la fortaleza sindical.
Pero el problema no son tanto los sueldos ni los horarios como la precariedad, una circunstancia que los sindicatos atribuyen ala reforma laboral. La última Encuesta de Población Activa, la del pasado julio, revela el crecimiento por tercer año consecutivo tomando como referencia datos de los segundos trimestres de la temporalidad del mercado laboral vasco. Tras alcanzar mínimos en 2013, con el 20,9%, ha trepado desde entonces al 24%. La encuesta similar del Instituto Vasco de Estadística, la PRA, incluso lo pinta peor: al incluir en el apartado de contratos temporales la ausencia de contrato por considerarlo la máxima expresión de precariedad, la cifra llega al 27%.
Tampoco es un buen momento para las ventajas sociales, un variado capítulo que incorpora aportaciones a planes de pensiones y a seguros de vida, complementos en caso de baja laboral o de ERE, premios de jubilación, ayudas por vestuario, primas por bodas o por natalidad... Las empresas vascas se ahorran alrededor de 300 millones al año al cerrar el grifo de la mano de la crisis.
Consolidar la industria
25%. Ese es el porcentaje que ha llevado a mal traer al Ejecutivo vasco saliente, que ha volcado su acción de Gobierno en el intento de que al menos la cuarta parte del PIB de la comunidad autónoma tenga origen industrial, al entender que, por mucho que aporten los servicios, únicamente la industria ofrece solidez y empleo sano.
Han sido años difíciles para este propósito, porque varios buques insignia de la economía vasca han pasado por serios apuros. Algunos, como Fagor, hasta hundirse. Otros, como Eroski o la ACB de Sestao, todo un emblema al ser la herederera de Altos Hornos de Vizcaya, han capeado el temporal, aunque dejándose muchas plumas en el camino.
Para complicar aún más las cosas, en el último tramo de la legislatura, dos joyas de la corona como Gamesa e ITP han caído en manos de los alemanes de Siemens y los ingleses de Rolls Royce. Todo un símbolo de que Euskadi apenas compra fuera, pero sus empresas sí están al alcance porque, entre otras cosas, aún no se ha logrado armar un macrofondo de inversión propio que aporte potencia de fuego financiera. Es una circunstancia sobre la que ha puesto el acento la propia patronal Confebask, hasta el punto de lamentar que Euskadi haya perdido atractivo para invertir. Y a esa tarea se debe aplicar con ahínco el próximo Ejecutivo autónomo.
Reactivar la negociación colectiva
Euskadi no puede presumir de una negociación colectiva viva y útil. No es vigorosa porque la principal central, ELA, discrepa radicalmente del modelo. En consecuencia, es poco eficaz: menos de un tercio de los vascos que rigen sus relaciones laborales por un convenio lo tienen actualizado. Y, de rebote, al no haber pactos, los salarios no suben, hasta el punto de que el País Vasco es la autonomía donde más poder adquisitivo se ha perdido y Madrid le ha pasado como la comunidad con los sueldos más altos.
Estos cuatro años del Gobierno Urkullu no han mejorado la situación. Ni Juan María Aburto ni Ángel Toña han conseguido desde la Consejería de Empleo atraer al sindicato que lidera Adolfo 'Txiki' Muñoz, lo que ha convertido en papel mojado cualquier intento de encauzar el problema. Ya en los albores de la legislatura, el pasado julio, el Gobierno vasco, la patronal Confebask y los sindicatos CC.OO. y UGT suscribieron un acuerdo para atajar el deterioro de la negociación colectiva en el País Vasco, donde ha caído en picado la firma de convenios sectoriales. Ello ha favorecido la conquista de espacio por los nacionales de la mano de la reforma laboral, mortífera para el denominado 'marco vasco de negociación colectiva'.
Pero la aplicación de este acuerdo bienintencionado y de evidente calado político por la personalidad trasversal de los firmantes, se antoja difícil dada la oposición de ELA y LAB, que ostentan la mayoría sindical con el 60% de la representación frente al 30% de CC.OO. y UGT. «Urkullu ha prescindido del sindicalismo abertzale y saboteado la decisión democrática de los trabajadores vascos», ha certificado Muñoz.
Aumentar la recaudación fiscal
La recaudación de las haciendas vascas no chuta. Y así lo subrayan los datos del pasado julio, ya muy relevantes al saberse el recorrido de dos figuras fundamentales como son el IRPF y Sociedades. Los ingresos sólo han crecido un 2%, cuando se había proyectado un 7% para el conjunto del año que ya parece inalcanzable y con el que se habían proyectado los presupuestos de todas las instituciones públicas para 2016: el Gobierno vasco, las tres diputaciones y los 250 ayuntamientos vascos.
En suma, que van a tener para gastar mucho menos dinero del previsto, lo que anticipa ajustes de cinturón o... recortes. Y eso llega en un momento malo para los políticos, en plena campaña electoral. Sobre todo para el lehendakari, que aspira a repetir en el cargo. De ahí que el mensaje desde el Gobierno vasco pretenda no dejar lugar a la duda: «No pasará nada». ¿Y cómo se hará? Apoyándose en las llamadas inejecuciones; es decir, echando mano del dinero que, pese a estar presupuestado, nunca se acaba de gastar: entre un 4% y un 8%. Además, y a sabiendas de que todo apuntaba mal desde principios de año, Hacienda lleva meses cerrando la mano para evitar más problemas.
En cualquier caso, ahora mismo no parece estar a debate el cambio del modelo impositivo. El vigente en Euskadi entró en vigor en enero de 2015 con el apoyo de PNV y PSE y el respaldo, aunque sin demasiadas ganas, del PP. Y el mantra oficial es que hay que darle más tiempo para evaluar de forma correcta su eficacia.