Era emocionante, incluso para el que no se siente representado por un país que se disputaba en pista la ensaladera. Estadios llenos, o plazas de ... toros, o incluso canchas construidas en pistas de aterrizaje de aeropuertos. Gradas que no paraban de gritar y hasta su punto de polémica en cada eliminatoria. Ahora ya no hay nada de eso y parece un evento escondido y totalmente ajeno al calendario.
Hablamos de la Copa Davis, el torneo más clásico por países y que a fuerza de manosearlo para sacarle rendimiento económico se ha devaluado tanto que apenas atrae al público ni a los propios deportistas. Pasó por manos de Piqué y su empresa Kosmos, que lo dejó al fracasar en su idea de cambiarle el formato, y esta semana se están disputando sus finales en la ciudad italiana de Bolonia.
«Esta no es la verdadera Copa Davis, es un torneo de exhibición», confiesa el único 'top 10' participante en estas finales, el alemán Alexander Zverev. Si el cabeza de cartel del torneo ya lo critica, imagínense el gran público. De hecho, el torneo se disputa con más jugadores 'top 10' como entrenadores (Ferrer, Berdych y Melzer) que sobre la pista.
Resulta sencillo tirar por tierra el prestigio de un torneo histórico y convertirlo en algo muy difícil de tragar. Urge un cambio de formato y una vuelta a los orígenes por el bien del tenis.
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