Una decisión natural
Que la Federación Vasca de Pelota sea miembro de la Federación Internacional de Pelota Vasca debería ser una obviedad con el solo hecho de observar ... el nombre del ente mundial que dirige este deporte. En consecuencia, la decisión de la FIPV admitiendo a Euskadi como miembro del pleno derecho debería ser lo natural, pero no hay forma de no tomarla como algo extraordinario.
Se trata de un hito en la reivindicación de la legítima aspiración de un amplio sector de la ciudadanía vasca de contar con una selección homologada. La decisión es simbólica porque atañe al deporte del país y significa la posibilidad de empezar a construir la casa por los cimientos y no por el tejado. Si la pelota no es la primera, no lo será ningún otro deporte.
Los acontecimientos de Pamplona responden a una ambición compartida, más allá de las distintas identidades nacionales que conviven en el país. Que Euskadi tenga su lugar en el deporte que lleva su nombre por todo el mundo no debería suponer drama alguno porque no resta, sino que suma. No obliga a nadie a renunciar a nada, al contrario.
El paralelismo con el lugar de los países fundadores en el fútbol se hace solo. Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte compiten de forma oficial en fútbol y rugby porque son los creadores y, por respeto, se les reserva su lugar. Y eso no presupone opción política alguna. El Reino Unido no se siente amenzado por ello; no pierde ni un segundo en ello. Aquí habrá resistencia, y no es algo que vaya a tomar por sorpresa a nadie.
También habrá trabajo en casa, porque a día de hoy, y desde hace tiempo, la selección vasca es incapaz de presentarse al mundo con el nombre del país al que representa y juega como Euskal selekzioa. Unos preferirían Euskadi o Euskal Herria, pero si un país no es capaz de sacar una selección con su nombre es fácil que haya quien crea que no va en serio.
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