La cancha siempre dicta sentencia

Y se desarrolló según el guion previsto. Los pelotaris de Aspe no se complicaron la vida. Fueron a lo práctico. Y eso suponía cargar el juego sobre la parte más débil, en teoría, de la pareja rival. El ingrato papel de recadista le tocó a Aranguren, que llevó a buena pelotas complicadísimas como en él suele ser habitual, pero se le acumuló el trabajo ante el bombardeo al que fue sometido. Bastante tuvo con mantenerse en pie, pero el aginagarra dejó mucha pelota franca a Altuna III y el amezketarra, que jugaba en casa, en el mismo frontón en el que dio sus primeros pelotazos, aprovechó todo lo que llegó a sus dominios para convertirlo en tanto.

Hubo una diferencia abismal en la cancha. Dos parejas con diferente estado de ánimo. Altuna III y Mariezkurrena II querían acabar con buenas sensaciones a pesar de no haber podido clasificarse directamente para la liguilla de semifinales y lo consiguieron. En cambio, Artola y Aranguren transmitieron muy pocas cosas positivas. El peso de estar eliminados fue una losa.

Un dato. Artola solo consiguió dos tantos de cosecha propia, el primero en el 17-8 con el partido decidido al atrasar la pelota lejos del alcance del zaguero de Berriozar, y el segundo en el 21-11 con una parada al txoko de zurda. Entre medias, un saque, que supuso el 11-6. Con esas cifras es muy complicado, por no decir imposible, ganar un partido. De los once tantos que subieron a su casillero, ocho fueron por errores de sus rivales. Con eso ya está dicho todo.

Altuna III se marchó a Tolosa, donde reside en la actualidad, con doce tantos de jugada en el zurrón, a los que hay que sumar dos saques. Fresco de golpe, se empleó en defensa cuando la ocasión lo requería y buscó los ángulos ante la desesperación de un Artola que no sabía por dónde le venía el aire. El alegiarra le puso ganas, pero le falta ritmo de competición. En su regreso al campeonato dio una buena impresión, pero con el paso de las jornadas ha podido comprobar en sus propias carnes que está a un nivel inferior a otros delanteros más rodados. Más de dos meses sin vestirse de blanco pasan factura a cualquiera.

En la zaga tampoco hubo color. Mariezkurrena II fue dueño y señor de su parcela. Aunque perdió cuatro pelotas, soltó, sobre todo con la derecha, unos sopapos tremendos. Nos quedamos con el del 13-16, al que le faltó muy poco para impactar en el rebote. El de Berriozar marca la diferencia con su pegada y abre muchos huecos. Pocos zagueros, salvo Zabaleta, Albisu y Rezusta, pueden hacerle frente.