De aquellas cenizas...
Inglaterra y Australia disputan estos días las 'ashes' de cricket, una de las mayores rivalidades del deporte mundial
Pocas cosas más bellas que una derrota sin paliativos. De esas profundidades surgen las grandes crónicas, como la que relató la catástrofe del equipo inglés ... de cricket ante Australia en 1882, cuando los oceánicos profanaron la catedral de este deporte, el londinense The Oval, al lograr su primera victoria en un test en suelo inglés. Ganaron por nueve wickets. Para dar noticia a sus lectores de la tragedia, 'The Sporting Times' publicó un obituario en el que se leía que el cricket inglés había muerto y que «el cuerpo será incinerado y las cenizas llevadas a Australia». Cenizas en inglés se dice ashes y aquella palabra en una crónica de hace 139 años ha servido desde entonces para nombrar a una de las grandes rivalidades deportivas que existen en el mundo.
Estos días están en juego en Australia las 'ashes', un enfrentamiento entre la metrópoli y su gran territorio de las antípodas que conserva un inequívoco aire de guerra colonial. La federación internacional se llamó en sus orígenes The Imperial Cricket Conference y las normas las sigue dictando el Marylebone Cricket Club, con sede en el estadio londinense de Lord's.
Solo hay algo parecido a leer la ficha de un partido de cricket -de un partido de verdad, no esos sucedáneos de pocos días u horas que ha traído la modernidad- y es leer el 'Ulises' de Joyce. Es imposible entender algo y es imposible dejar de leer. Es magia. Inglaterra pelea estos días por volver a ganar en Australia, donde no lo hace desde 2011. Las 'ashes' se juegan a cinco partidos con una periodicidad exacta, obvia para cualquier súbdito de la Commonwealth: aproximadamente cada dos años.
Por supuesto, se considera a este deporte como la obra cumbre de la nobleza. Hasta hay una expresión ad hoc en el idioma inglés: That's not cricket viene a significar eso no se hace. Por supuesto, esta nobleza sin tacha es una farsa. El cricket es un deporte salvaje. Hay escándalos de todo tipo, desde violencia a trampas, pasando por affaires sexuales y, sobre todo, amaños de partidos al calor de las apuestas. La noticia del primer jugador suspendido por vender un partido data de 1873. Un deporte así es imposible que pierda su atractivo.
También está a la orden del día el 'sledging', provocar a los bateadores con insultos o chistes, como cuando el australiano Rod Marsh, para desestabilizar al gran Ian Botham, considerado uno de los mejores de todos los tiempos y hoy miembro de la Cámara de los Lores, le lanzó: «¿Qué tal tu mujer y mis hijos?». O el australiano Merv Hughes, que le decía al bateador contrario: «Si le das la vuelta al bate, encontrarás las instrucciones de uso».
Un asunto de gentlemen, con toda su elegancia y farsa. Un deporte que supo atrapar como ningún otro toda la grandeza, todos los matices y toda la fuerza creativa de la derrota. De aquellas cenizas, esta maravilla.
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