Juan Aldaz: «Las responsabilidades en un partido de fútbol son compartidas»
«El debate siempre está en el nivel de permisividad. No se tendrían que permitir los insultos ni los comportamientos antideportivos»
La violencia en el fútbol no es un fenómeno reciente. Ni en el ámbito profesional ni en el formativo. El sociólogo de la UPV/ ... EHU, Juan Aldaz, es un experto en esta materia tras haberle dedicado diversos estudios. Incluso ha colaborado con el Gobierno Vasco y la Diputación de Gipuzkoa para abordar esta problemática.
– ¿Episodios como el vivido el domingo en Trintxerpe se repiten más desde la pandemia?
– No hay estudios que señalen que ahora se dan más casos que antes, pero el aumento podría ser algo positivo en el sentido de que la gente es más sensible, lo detecta y condena.
– Quizás no hayan incrementado, pero sí trascienden más.
– A veces la trascendencia supone una mayor sensibilidad. No aceptamos estos casos. En otras épocas se han ocultado y se han asumido como parte del juego.
«No hay estudios que indiquen que se produzcan más incidentes que antes, pero ahora hay más sensibilidad»
– ¿Por qué siempre el fútbol es el refugio de estas conductas?
– El fútbol masculino. Ahí el análisis sería en torno a la masculinidad hegemónica o el sentido del juego de competitividad mal entendido. En la idiosincrasia del fútbol de competición, a mayor competitividad, mayor es la incidencia de expresiones violentas.
– No sabemos diferenciar entre un partido de fútbol de élite y otro de formación.
– Estamos hablando de menores y lo que debe prevalecer es un sentido más educativo. Pero lo que ocurre es que se reproduce en miniatura lo que se entiende que es el fútbol y eso es lo que se ve en Anoeta o en los estadio de Primera. Es una especie de réplica en miniatura de eso en vez de ser un espacio educativo.
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– Los incidentes los protagonizan tanto padres como hijos.
– El estilo educativo influye en nuestros comportamientos. El debate es el de siempre, el nivel de permisividad. En ningún partido se deberían permitir insultos ni comportamientos antideportivos y de darse el caso se tendría que terminar el partido o tomar las medidas necesarias. El problema está en esa tolerancia, que a veces explota. Cuántas situaciones de escalas de grises se dan todos los fines de semana que no trascienden. Si un padre no va a clase de matemáticas con sus hijos, por qué se permite que vaya al campo. No digo que no tenga que ir, pero si va tendrá que hacerlo para animar y ser parte de un espectáculo constructivo.
– Debería existir mucha menos tolerancia de la que hay.
– Desde luego. Los propios entrenadores deberían tomar conciencia de su labor educativa y anteponer el logro educativo al deportivo. Hay toda una serie de responsabilidades compartidas y hay cosas que todos aceptan, suponen y consideran que son parte del fútbol y que no tendrían que serlo.
«Un campo de fútbol base es una especie de réplica en miniatura de un campo de Primera en vez de un espacio educativo»
– (...)
– Tiene responsabilidad el que agrede, faltaría más, pero el entrenador que deja a un jugador seguir jugando cuando ve que está caliente también la tiene. También los que están en la grada alrededor del que insulta o agrede e incluso tiene responsabilidad el que está siendo víctima para plantarse y no permitirlo.
– ¿Los clubes que tienen la fama de permitir en sus campos estos comportamientos no deberían ser los primeros interesados en erradicarlos?
– O no. A nadie sorprende estos incidentes ni cuándo ni dónde se dan. En muchos casos se prevé y se considera que se pueden dar. Está claro que puede ir en contra de la reputación de un club pero parece que es parte de la gracia y del atractivo de la competición.
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