'Caso Rubiales'
El precio del éxitoEl escándalo no solo no desluce el título de las jugadoras de España, lo eleva a triunfo social
El resultado que no fue de las elecciones del 23 de julio en España es el contexto del escándalo Rubiales. Un escenario contrarreformista ya descontado ... y puesto en marcha por las baterías de artillería de la M-30 que se desvanece, y un país descolocado. El relato cultural a abolir se mantiene en pie por sorpresa y en medio de la conmoción aparece Rubiales en la otra punta del planeta para exponer con toda la zafiedad al alcance de su mano la miseria moral de la nueva ola reaccionaria que recorre Europa y debía tener en Madrid una de sus plazas fuertes. La ciudad de la reconquista resulta ser su plaza de la Bastilla.
Frente al relato paternalista de que el escándalo no está permitiendo a su afición disfrutar del éxito, la realidad es que las mujeres de la selección española se cobran una victoria doble. Los acontecimientos no solo no opacan el triunfo futbolístico sino que lo elevan a una dimensión mucho mayor. A una trascendencia social inimaginable. A la victoria deportiva se une la ciudadana.
El triunfo ha tenido un alto precio. No es un éxito colectivo, de país, sino fruto de la confrontación. De un grupo muy concreto de mujeres valientes y solas. Como en todas las conquistas sociales de la historia, el sacrificio de unas pocas personas otorgará grandes beneficios a la mayoría. El resultado del Mundial se debe al enfrentamiento, al desafío de un grupo de mujeres a la poderosísima estructura feudal de la Federación. Quince han pagado la fidelidad a sus principios con la exclusión del Mundial y la pérdida de un buen dinero. Entre ellas, dos jugadoras de la Real, Nerea Eizagirre y Amaiur Sarriegi. No se retractaron y han estado jugando amistosos. Otras, como la portera del Barcelona Sandra Paños -una de las mejores si no la mejor del mundo- fue quemada en la hoguera en la plaza pública como las brujas en la Edad Media.
Sin el escándalo, la victoria habría sido un drama porque habría enviado a la sociedad un mensaje terrible: que la coacción, el desprecio y el descrédito público son armas admisibles para conseguir ciertos fines. Sin su hundimiento, habría sido la victoria del antiguo régimen. Su caída es lo que da valor al triunfo de las que decidieron luchar desde dentro, que sin el derrumbe de todo el sistema habrían quedado desamparadas pese a su condición de campeonas. Se habría normalizado la amenaza.
El coste de reclamar igualdad y profesionalidad ha sido altísimo. Si unas mujeres tan importantes, campeonas del mundo de fútbol nada menos, tienen que arriesgarse a la agresión del señor feudal, ¿qué no tiene que sufrir la mujer corriente?
Se ha obligado a las jugadoras a ser activistas, algo que no sucede a los hombres. El sometimiento es lo contrario de la democracia. La caída de Rubiales es también la derrota del autoritarismo, el elefante en la habitación que nadie quería ver. Pero que el señor feudal crea que tiene derecho de pernada ha terminado por reventar todas las compuertas. Ahora, el Gobierno ha pulsado el botón nuclear. Hasta ahora había contemporizado. El padre de Rubiales era alcalde de Motril y fue uno de los pocos fieles a Pedro Sánchez en aquella famosa gira del ahora presidente en su coche por todas la federaciones socialistas de España buscando ser secretario general del PSOE.
El triunfo de las mujeres agita todos los fantasmas del reaccionarismo ibérico. No es solo el feminismo, es lo que el equipo dice del nacionalismo, del amor entre personas del mismo sexo, del machismo estructural y de la incapacidad de entender frases tan sencillas como solo sí es sí.
El mérito es de unas pocas valientes dispuestas a asumir el coste; el beneficio será para todos
El sistema federativo -con honrosas excepciones- es un orden vertical de intercambio de prebendas a cambio de votos y poder. Un esquema premoderno. Si ha habido dinero para esta cita es por la rebeldía y la postura de fuerza de las jugadoras, clave que habría quedado relegada a un segundo plano sin el título. El éxito corresponde al Barcelona, que abrió el camino de la profesionalización en la Liga, para asombro de todos, y con la Real como primera víctima, al perder la final de la Supercopa ante las azulgranas por 10-1 en Salamanca. El club blanquiazul interpretó muy bien aquella derrota. No lloró, se puso manos a la obra. El año pasado jugó la Champions.
Las futbolistas han prevalecido sobre Rubiales, pero su victoria es incompleta y provisional. Que Jenni Hermoso haya tenido que publicar dos comunicados con pronunciamientos tan explícitos es una señal de alerta. No tendría que haber sido necesario. Se ha invertido la carga de la prueba y se obliga a la víctima a exponerse. No hay que demostrar la inocencia (es un concepto elemental), sino la culpabilidad. Hermoso, para su fortuna, está afiliada y su sindicato le ha dado respaldo en este duro trance. Otro golpe para las tropas de asalto reaccionarias.
Pero que su victoria es provisional se aprecia en la persistencia del marco machista. Una lectura del éxito es que servirá de estímulo para las niñas que quieran ser futbolistas. Con toda su buena intención, esta interpretación replica el esquema mental dominante al dar por sentado que el fútbol de mujeres solo interesa a las mujeres. No es así. Las jugadoras son también ejemplo para muchos niños. Queda mucho camino por recorrer hacia la igualdad. El precio está siendo muy caro, pero hay valientes dispuestas a pagarlo. El mérito es suyo, el beneficio, para todos.
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