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«Cuando veo fútbol la mirada se me va inconscientemente al árbitro, a su colocación. No tanto al juego. El otro día estaba viendo un partido y a quien estaba conmigo le dije que estaba mal puesta la valla de publicidad, a menos de un metro de distancia de la banda». Para Lidia Barragán, el arbitraje «lo es todo». «Mi pasión, mi hobby y mi estilo de vida».
Esta andoaindarra de 24 años es la gran referencia del arbitraje femenino guipuzcoano en la actualidad. Dirige partidos en 2ª RFEF femenina, también en Preferente masculino, pero aspira a ascender a 1ª RFEF femenina la próxima temporada. Es decir, a la Segunda División del fútbol femenino, una categoría desconocida para el arbitraje femenino del territorio. «Ese es el objetivo y me veo muy bien. Sería el primer paso a dar para las que vengan luego por detrás de mí».
El Comité Técnico de Árbitros de Gipuzkoa cuenta con 450 trencillas, pero solo quince de ellos son mujeres: el 3%. Es un porcentaje muy pequeño teniendo en cuenta que nuestro territorio cuenta con el 20% de las licencias de futbolistas la representan las mujeres. Ninguna otra provincia o comunidad autónoma tiene semejante proporción de fichas femeninas.
Barragán comenzó a arbitrar hace ocho años, animada por una compañera del Euskalduna, club en el que jugaba. «Al principio mis padres eran reacios. Me decían, 'si juegas en un equipo te animan unos u otros, pero, ¿quién anima a la árbitra? Todos están en tu contra...'. Una vez que entré comprobé que era lo mío. Mis padres vienen a verme, pero intentan separarse de la grada. Ya sé que no llevan muy bien los insultos o ciertos comentarios».
Le escucha atentamente la donostiarra Daiana Hernández, que cumple su tercera temporada como árbitra a sus 17 años. «Cuando me inicié en el fútbol no tenía ni idea de las reglas del juego y pensé que no podía estar jugando sin saberlas. Mi padre, que fue árbitro, fue la persona que me descubrió el arbitraje».
Las dos compaginan sus estudios con el arbitraje, pero además Hernández sigue jugando al fútbol en el Martutene, donde también ejerce como entrenadora de dos equipos. Desde su club y el Comité encajan los horarios de los partidos para que pueda llegar a todo. Está muy concienciada con la figura del árbitro, como no podía ser de otra manera. «Siempre transmito a mis jugadoras que no se les puede decir nada. Sé lo que es que te protesten y te coman la cabeza y no quiero que le pase al árbitro que me esté arbitrando. Si alguna de mis jugadoras le dice algo, ya sabe lo que hay. Va al banquillo».
Ellas han sufrido en sus propias carnes el desprecio del público en momentos puntuales. «Hace un mes fuimos a un torneo de selecciones autonómicas sub 14 y sub16 y un señor nos dijo: ¡Zorras!», desvela Barragán, mientras que Hernández reconoce que «cuando estoy arbitrando, estoy tan concentrada que no escucho nada de lo de fuera». Ninguna de las dos ha tenido que llegar al extremo de tener que activar el protocolo del Comité y avisar a la Ertzaintza por incidentes, si bien Hernández admite que «lo máximo que he hecho es parar un partido porque estaban insultando a una jugadora desde la grada».
De tanto en cuanto tienen que oír ciertos comentarios que evidencian que todavía queda mucho camino por recorrer para conseguir el respeto total hacia la figura del árbitro e incluso en términos de igualdad. Barragán recuerda que la primera vez que arbitró en Bizkaia con 17 años escuchó de boca de la madre de una jugadora «ya sabía yo que las mujeres no sirven para esto».
Reconocen que todavía sorprende en los equipos masculinos que una mujer vaya a arbitrar sus partidos. «Somos pocas y no hemos podido arbitrar a todos. Sí que es verdad que la mayoría de las críticas que podemos recibir es por nuestras decisiones, no nos juzgan por ser mujer».
Barragán lleva dos asistentes hombres en Preferente, una categoría territorial masculina, y cuenta que «muchas veces, cuando vienen los delegados a entregar las fichas, se las dan al chico, en vez de a ti. No preguntan quién es el árbitro, dan por hecho que no soy yo, que soy una asistente, en cambio yo soy la árbitra y es a mí a la que se las tienen que dar».
Desean ser más mujeres en el Comité y animan a más chicas a interesarse por el arbitraje. «Si no prueban no saben si les gusta o no. Ayuda a entender de otra manera el fútbol. Queremos que entren nuevas árbitras y que se queden, no estar todo el tiempo renovando». Y añaden: «El arbitraje te da unos valores como el respeto, el compañerismo o el compromiso que te sirven después para el día a día».
«Aprendes muchísimas cosas independientemente de que falles o no. Llevo arbitrando todos los fines de semana desde los 16 años y eso refuerza tu compromiso. Arbitrar también te da personalidad», relata Barragán. «Para mí significa tomar responsabilidades, dedicación y esfuerzo, que es como se consigue todo en la vida. También se disfruta arbitrando y eso lo valoro mucho», concluye Hernández.
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