Satisfecho. No sé si vosotros lo estáis, yo desde luego sí, y mucho. Nos guste o no, la Vuelta 2023 nos deja, en lo deportivo, ... un superbalance. Quién nos lo iba a decir pocos minutos antes de ponerse la carrera en marcha en Barcelona que el desenlace final iba a ser este y con estos actores copando las primeras plazas de la general.
Lecturas mil. Tópicos de barra de bar convertidos en automatismos y análisis pormenorizados de ciencia ficción. Profundidad descontrolada con terminología 3.0. Incontinencia de lo más forofo llevado hasta límites insospechados. No todo vale.
Ayer Guadarrama y la zona del Escorial sellaron definitivamente la dictadura del Jumbo. Una etapa con mucho desnivel acumulado donde el paso por Cruz Verde y San Lorenzo del Escorial marcaban los puntos de máximo interés. Nos podía más el corazón que otra cosa.
Permítanme un arrebato de sinceridad. Desde la víspera estaba convencido de que nada iba a suceder. La etapa era dura, sí, pero no determinante. Un recorrido donde la lluvia podía convertirse en el único ingrediente capaz de mover el árbol. Mi subconsciente ciclista estaba seguro de que de nuevo la cosa quedaba en tablas, era mi corazón el que pedía algo más, única y exclusivamente por cumplir con algunos trámites éticos.
Sepp Kuss, Jonas Vingegaard y Primoz Roglic convertirán en enjambre el podio final de hoy. Idílico, maravilloso, sensacional. Tres corredores modelo y ejemplo que han conseguido anticiparse al descarrilamiento al toque de campana. Ni el guardagujas se lo podía esperar. El tren llegó a demasiada velocidad a la estación de Angliru y todo hacía pensar que en cualquier momento iba a perder el control. Demasiada velocidad para un terreno contraperaltado. No era justo. En absoluto una nota discordante podía tirar por los suelos la imagen de un equipo que ha labrado su estatus a golpe de pedal. Por momentos yo tampoco entendía nada. Por más que me lo intentaban explicar había fichas sobre mi mesa que no correspondían al puzle que quería completar. Linares me dio un empujón para salir del lado oscuro. Sinceridad y escepticismo, conjugan si hablamos de ciclismo. Y lo de ayer me gustó, me gustó mucho. Un gesto que casi seguro volveremos a ver hoy en la Castellana se anticipó en los últimos metros de la etapa. Tres hombres en cadena cruzaban la línea de meta. Tres hombres del mismo equipo, que tanto han compartido, que tanto se han sacrificado los unos por los otros no podían cerrar el ciclo de otra manera. Cónclave con fumata blanca, o no. Quizás no ha hecho falta. El sentido común es posible que haya imperado simplemente a la voz de la inercia. La opinión social ha sido soberana. Con o sin mucho respeto, aceptada o desechada. La siempre presente presión de imagen donde el sobreactuar no suele ser en ocasiones lo más acertado. La historia nos ha dejado teatrillos sobreactuados y apretones de manos flácidos.
Algo ha habido que no controlamos y que alteraba incluso el orden del producto. El ciclismo no ha disfrutado en su medida lo que nos han trasladado desde la carretera. Encontrarle tres pies al gato se ha convertido en el ejercicio al término de cada etapa. Es verdad que también nos lo han puesto bastante fácil. No es lo que parece, diría el sorprendido. Pues igual no. Algún día nos darán más datos. La X y la X tendrán su valor, así como el puzle sus piezas. La sinceridad de los suicidas predominará y los tres mosqueteros se abrazarán, brindarán, besarán y bailarán al ritmo del júbilo de los aficionados.
Un día dije en radio que los tríos nunca fueron buenos, refiriéndome, claro está, al desenlace de una fuga a tres, no seáis pícaros.
Los tres mosqueteros del Jumbo piensan en la foto de hoy; yo también. Después de todo lo que hemos pasado, creo que el ciclismo está de enhorabuena. Hoy lo celebraremos.
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