Contador insiste en que la verdadera etapa reina de esta Vuelta es la de hoy con final en La Farrapona, pero a mí me tiene impresionado el Angliru, final de mañana. Tengo ganas de conocerlo y espero hacerlo un día. Ahora bien, como turista. Únicamente iría en bici con mi flamante Giant. Ya saben que es eléctrica. Eso sí, tomaría las debidas precauciones: la batería bien cargada y los kilómetros calculados al dedillo. Por si acaso.
Roglic va a más. A la antigua, como cuando lo normal era encadenar Vuelta y Giro, Vuelta y Tour o Giro y Tour. Tanto en la llegada a Moncalvillo como en la de ayer de Suances, distinta, le he visto más fuerte que en el arranque de Arrate. En realidad, solo ha tenido un mal día en esta atípica temporada. Ya saben a cuál me refiero, al de la penúltima etapa de la ronda gala. No ganó el Tour, de acuerdo, pero le veo pletórico en la Vuelta ante un gran rival. Porque Carapaz va fuerte de verdad y de momento no da muestras de debilidad.
Dado el estado de forma que demuestra, haría bien Roglic en aprovechar la dureza de las dos jornadas asturianas de este fin de semana. Después de lo visto en la contrarreloj de La Planche des Belles Filles, mejor no dejarlo para más adelante. Distanciar lo más posible a los contrarios, si las fuerzas responden, es la mayor garantía de victoria.
Quiero destacar el protagonismo de los equipos invitados. Merecen un reconocimiento. Tienen claro su papel en la Vuelta. Ayer movieron la carrera, evitaron que el pelotón se durmiera y contribuyeron a una jornada interesante. Caja Rural-RGA y Burgos, entre los que observo un marcaje directo, desempeñan una función quizá no tan relevante como la de otros pero también importante.
Dignísimo cuarto puesto de Alex Aranburu, una de nuestras esperanzas. Está ahí. Nunca ha sido fácil rematar. Ni antes, ni ahora.