Al Gamonal se va a pelear... y Alex Aranburu va
El ezkiotarra busca el maillot rojo de líder, pero solo logra recortar dos segundos a Roglic en una etapa ganada al sprint por Philipsen
En la calle Vitoria, donde estaba la línea de meta de la etapa de ayer, se ha corrido mucho a lo largo de la historia. ... Se ha corrido mucho... delante de la Policía. Es la arteria principal del barrio del Gamonal, epicentro de las protestas sociales de la conservadora ciudad de Burgos desde que el barrio quedó anexionado a la capital por uno de aquellos decretos franquistas de los años 50. De tradición combativa, el barrio se hizo famoso con las protestas de 2014, que empezaron por otro asunto urbanístico y acabaron como icono de la revuelta con las imágenes de los enfrentamientos de la gente con los antidisturbios.
Hay lugares que llevan su personalidad grabada en la piel. Al Gamonal se va a combatir o no se va, y Alex Araburu (Astana) aceptó las reglas de juego. El ezkiotarra quiso dar la batalla a Primoz Roglic (Jumbo), que la víspera le arrebató el triunfo y el liderato por seis segundos. La misión era poco menos que imposible, pero el escenario obligaba a ser valiente. Hizo trabajar a su equipo en el sprint intermedio de Tardajos en busca de las bonificaciones. Pasó segundo y recortó dos segundos. En meta se repartían 10, 6 y 4 segundos y volvió meterse en en lío.
Con el pronóstico en contra, como en todas las luchas del Gamonal, Aranburu cogió la rueda de Jakobsen (Deceuninck) y resistió los codos de Mathews (BikeExchange) en una volata para especialistas. En Francia tienen bien definido el abanico. No es lo mismo ser sprinter, que finisseur o puncheur. Si hubiera que decantarse por alguno de los tres términos, se diría que Aranburu es un puncheur. Aunque cuando está en forma, como ahora, tiene hechuras de finisseur.
Jakobsen, segundo
Por eso fue quinto ayer en la meta, donde Jasper Philipsen (Alpecin) aplazó –no por mucho tiempo, parece– la primera gran victoria de Fabio Jakobsen (Deceuninck) tras su terrible caída de la Vuelta a Polonia del año pasado, que casi le cuesta la vida.
Es posible que tampoco se haga esperar la victoria del guipuzcoano, dado su estado de forma. Tiene ese punto de brillo especial que los ciclistas cogen a veces y se le ve el peligro en todo lo que hace. Ese punto que parece que alinea todos los detalles a su favor, como cuando Aranburu se libró de la caída a poco menos de cinco de meta. El corredor que iba tras él le tocó y provocó una montonera, pero el ezkiotarra se mantuvo en pie. Para ganar a este nivel hace falta todo, suerte incluida. La que no tuvo, por ejemplo, Adam Yates (Ineos), que cedió 31 segundos por el incidente. Fue el mejor del equipo inglés en la primera etapa y ya está casi a un minuto de Roglic.
Aranburu tuvo fortuna con la caída, pero no con el diseño del recorrido, que le impedirá coger hoy el maillot rojo, salvo sorpresa. Le convendría que se disputase la octava etapa, con meta en el alto de la Montaña de Cullera, ideal para un puncheur, y no la tercera, la que se correrá, con llegada al Picón Blanco, que no es el Tourmalet pero es para escaladores (7,6 kilómetros al 9,3% de media). Sin embargo, la carrera le irá dando oportunidades de victorias de etapa a partir de mañana.
Hoy es un día para que Roglic –que se mostró extrañamente eufórico en el podio, cuando suele ser un hombre muy contenido– decida por dónde debe ir la carrera y para que los dos sudamericanos del Ineos, Bernal y Carapaz, enseñen sus primeras cartas. Todos ellos salvaron el incidente final de la caída con solvencia, bien colocados.
A cambio de integrarse en Burgos con sus interminables terrenos urbanizables, al Gamonal el Ayuntamiento le puso una línea de autobús y le pagó las fiestas patronales. Nunca se ha dejado de luchar desde entonces. Aranburu ha salido en busca de pelea. Más noticias en los próximos días
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión