Los alumnos de mi generación utilizábamos en nuestra juventud pizarras de unos veinte centímetros de largo y cerca de diez de ancho, con marcos de ... madera. Eran de pizarra auténtica, lo que no garantizaba su supervivencia durante mucho tiempo.
Aquellas pizarras eran, para que me entiendan los jóvenes de ahora, nuestros ordenadores. Generalmente se nos rompían a las primeras de cambio. Se nos acababan, como le sucedió ayer a Movistar, equipo al que le faltó tiza. Fallaron quienes debían remachar un movimiento precioso y bien organizado que no voy a criticar porque el tiro saliera por la culata. Fueron ofensivos y lo intentaron. Arriesgaron, algo que conviene poner en valor.
Ahora bien, quedó claro que sus hombres fuertes no fueron ayer los mejores del grupo de cabeza. Además, me temo que Mas no va a superar a Carapaz y Roglic en el tú a tú en la montaña de esta edición de la Vuelta. Le veo un punto por debajo y ha cedido ya dos minutos en la general. Marc Soler y Alejandro Valverde, que en los dos últimos kilómetros no se arroparon el uno al otro, tampoco respondieron a la hora de la verdad. Está claro que Movistar necesita encauzar de otra manera la fortaleza de su grupo si quiere amenazar el dominio individual del actual maillot rojo y del ganador de la prueba en 2019.
El precioso final valió por toda la etapa. El alto de Moncalvillo superó las expectativas que había levantado. Ataques, alternativas, corredores al límite para arañar unos segundos... La última parte de la subida ofreció un espectáculo de primer orden. Roglic devolvió a Carapaz el golpe moral del domingo en Formigal. El desgaste del ecuatoriano también fue mayor que el del esloveno, debido a que le tocó neutralizar en primera persona el ataque de Carthy.
El duelo Carapaz-Roglic promete, pero esta Vuelta reúne más ingredientes que toca aliñar desde los coches.
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