Van Aert agua la fiesta de París a Pogacar
El belga renace, da por fin una alegría al Visma e impide al maillot amarillo ganar la última etapa de su cuarto Tour de Francia victorioso
Bernard Hinault esboza una sonrisa pícara en las inmediaciones del podio de los Campos Elíseos. Tadej Pogacar ha ganado su cuarto Tour de Francia y ... el próximo año quizá le iguale al frente del ranking histórico de la prueba. Pero el bretón de Yffiniac, tozudo como pocos sobre la bicicleta y quién sabe si también cuando se bajaba de ella, conserva intocable de momento otro registro de envergadura: sigue siendo el último ganador de la etapa final en París con el maillot amarillo.
Dura 31 años. En 1982 Hinault se impuso al sprint en los Campos Elíseos por delante de Adrie van der Poel, el padre de Mathieu. Tres años antes, en 1979, llegó escapado con Joop Zoetemelk, segundo en la general, y le superó en los últimos metros. Eddy Merckx firmó esa misma hazaña en cuatro ocasiones, aunque con la particularidad de que tres fueron contrarreloj (1969, 1970 y 1971) y una en una llegada masiva (1974).
Pogacar corre contra los rivales actuales y de paso contra la historia. Le plantean retos y los asume. No solo quiere incorporar a su palmarés la Milán-San Remo y la París-Roubaix. Quiere ganárselos a Mathieu van der Poel. Yayer despertó en la cama del hotel convencido de que era la oportunidad de ganar de amarillo en los Campos Elíseos. Como Eddy Merckx y como Bernard Hinault.
No le frenó la lluvia. Más épica al puchero. Tranquilizado porque los tiempos oficiales para la general se tomaron al paso por la línea de meta antes de la primera ascensión a Montmartre, tomó riesgos. Aprovechó un intento de Alaphilippe para salir detrás en primera persona y de paso hacer trizas el pelotón.
Al segundo paso por una subida inundada de aficionados como en agosto durante la prueba de ciclismo en ruta de los Juegos Olímpicos, seleccionó el primer grupo hasta dejarlo en seis unidades: Mohoric, Jorgenson, Van Aert, Ballerini, Trentin y el maillot amarillo. Los buenos ciclistas pocas veces escatiman los relevos. Adelante los seis.
La tercera subida a Montmartre, de un kilómetro, es el punto elegido por Pogacar para marcharse en solitario. Acelerón de nuevo y se encuentra con un rival inesperado, grande, inmenso en esta ocasión. No se conforma con aguantar su rueda, sino que sale por la derecha sobre los adoquines mojados para elevar un punto la velocidad y destapar por primera vez en este Tour signos de flaqueza del mandamás, rendido al clasicómano, al corredor castigado por las caídas, a una figura que se resiste a dejar de serlo.
Van Aert se juega el todo por el todo en el descenso para impedir que Pogacar vuelva a su altura. Los cinco últimos kilómetros bajo la lluvia le dan tiempo a saborear el triunfo, la primera derrota real de Pogacar ante el equipo Visma en la presente edición de la ronda gala. Inesperada y espectacular a la vez.
La singularidad de Pogacar
La singularidad de Pogacar no viene dada solo por los triunfos y los éxitos. La magnitud de los desafíos que afronta enaltece su figura hasta cuando pierde. Si falta un contrario que le lleve al límite, él mismo se encarga de buscar ese punto de inconformismo y motivación que le distingue de los demás.
Pogacar iguala a Chris Froome como ganador de cuatro ediciones del Tour y se sitúa a uno del cuarteto formado por Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain, con cinco cada uno. Cualquier ciclista calculador habría pensado ya en el quinto y habría preferido un paseo por las calles de París antes de subir al podio.
Ha acabado el Tour, pero no la temporada. «Me quedan objetivos para lo que resta de campaña, pero voy a correr pocas carreras», anuncia la estrella. La duda sobre su presencia en la Vuelta a España sigue sin despejarse. Volvería a encontrarse con Vingegaard. Defender el maillot arcoíris en el primer Mundial en África, ganar por quinta vez el Giro de Lombardía y empatar en el ranking histórico de este monumento con Coppi... ¿Quién sabe? Elegirá. «No planifico demasiado». Decidir sobre la marcha le ha ido bien hasta ahora. A su vez, mira más lejos: «Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 2028 son uno de mis retos». Si se le ha metido entre ceja y ceja...
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