Cantidad contra calidad
Una locura de etapa. Cuando asistes a semejante espectáculo, es habitual comentar que ojalá no se acabara nunca. A mí, en cambio, se me hizo ... interminable. Un calvario. No por aburrimiento, porque sucedieron cosas cada segundo. Pero solo hay una razón que me empujaba ayer a ponerme en la piel de los ciclistas: tener 50 años menos.
Los corredores del Jumbo fueron generosos. Empezado por Roglic, que se sacrificó. Plantearon la carrera como un siete contra uno. Con Van Aert por delante, Benoot tiró en el ascenso del Télégraphe. Laporte lo hizo en el descenso. Roglic y Vingegaard se turnaron en los ataques al inicio del Galibier. Kruiswijk y Kuus estuvieron cerca del danés. Recogieron el fruto a un trabajo coral en el que nadie escatimó un gramo de esfuerzo.
Pero hasta el rabo todo es toro. Lo mismo que decía que Pogacar no tenía ganado el Tour, me atrevo a escribir que Pogacar no tiene perdido el Tour. Un desfallecimiento, si no cedes veinte minutos, es recuperable. Estoy convencido de que hoy estará de nuevo al pie del cañón físicamente. Veremos cuál es la respuesta a nivel psicológico ante una situación nueva para él, ante un revés tan inesperado.
Lo sucedido debe servirle de aprendizaje. Cuando tienes años juegas con más inteligencia y frialdad, no saltas siempre como un resorte. El esloveno posee un muelle en las piernas. La respuesta más sensata a las arrancadas de Roglic al pie del Galibier habría sido dejarle ir y esperar a los compañeros que venían por detrás. También le sobró su ataque en el tramo final del coloso alpino, quizá con la esperanza de irse solo.
Ineos logra un buen posicionamiento en la general de Thomas, pero sin dar la cara. Y Movistar suma un nuevo fracaso en el Tour, esta vez con Mas. Ahora les toca buscar una victoria de etapa, objetivo que también va a estar difícil.
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