«No terminamos ni doce»
Tour de Francia ·
La frase del llorado Juan Manuel Santisteban en una Vuelta a España le viene como anillo al dedo a este TourEl coronavirus no había irrumpido todavía en nuestras vidas, pero hace casi cincuenta años el llorado Juan Manuel Santisteban ya aventuraba algo parecido a lo ... que puede ocurrir en el Tour de 2020. Acabábamos de vivir una jornada de perros en la Vuelta a España y 'El coco' –así le llamábamos– llegó reventado a meta. Tropezó con Linares y conmigo, compañeros de equipo. «Esta Vuelta no terminamos ni doce», sentenció. Lo curioso es que él se incluía entre los doce. Había llegado a meta, pero los que se iban a retirar eran otros.
Si ya es una amenaza seria para los participantes en esta ronda gala la medida de expulsar de la carrera a los equipos con dos positivos por Covid-19 –entre los que de nuevo se incluye a auxiliares, directores y acompañantes junto a los corredores a los que atienden–, la primera etapa dejó un rosario de caídas que pueden pasar factura en los próximos días. Por momentos llego a pensar que Santisteban se va a quedar corto en su vaticinio.
Los corredores ralentizaron la marcha como precaución ante el mal estado del piso. No es la primera vez que ocurre. Habrá opiniones para todos los gustos. Algunos defenderán la postura de los ciclistas, otros estarán absolutamente en contra y alguno dirá incluso que se debía haber suspendido. Lo cierto es que la carretera estaba impracticable. Me parece correcto lo que hicieron los ciclistas, pero eso no quita la razón a quienes se oponen a aminorar la marcha. Hay corredores que se mueven bien en ese terreno. ¿Por qué frenarles? Nadie espera a quien se queda atrás en un puerto o en un abanico. Ahora bien, entiendo que los integrantes del pelotón velen por su salud.
Tomaron la decisión de ralentizar la marcha quienes más tienen que perder, pero la comprendo
Está siendo una temporada extraña, pero estas situaciones no son nuevas en el ciclismo. Quienes las toman son siempre los que más tienen que perder. Si un corredor del montón atacaba en el avituallamiento, oía de todo y recibía incluso algún bidonazo. Si lo hacía un grande, todos con las orejas gachas y a pedalear rápido. Eso era así en el siglo XX y sigue igual en el XXI. Guste o no. Sea justo o no. Hay cosas que nunca cambian.
Recuerdo aquel día de 1966 en el que el equipo de Van Looy se puso en cabeza del pelotón como si fuera el final de etapa a la entrada del pueblo donde estaba el avituallamiento. Parecía que lanzaban el sprint a su velocista. Y no, estábamos a punto de recoger la bolsa de la comida. Era la época en la que si se te caía, adiós alimentos para el resto de la etapa. Como no te las arreglaras con algún compañero... Estaba prohibido recibir otra desde el coche del equipo en caso de perderla. Es más, uno de los primeros consejos que recibí como ciclista fue el siguiente: «Nunca tires el bidón antes de coger otro».
La caída de Miguel Ángel López, que pudo seguir con la bicicleta de su compañero Ion Izagirre, fue espectacular. Pegó tres quiebros, no pudo controlar la máquina y se estrelló contra una señal de tráfico, a la que golpeó incluso con el casco. Afortunadamente, quedó en un susto. Lo que no acabo de comprender es por qué tres hombres de Astana tiraban de esa manera en cabeza cuando los ciclistas ya habían tomado la decisión de frenar la marcha para detener el aluvión de caídas.
Aunque algunos tiraron de impermeable, no tengo la sensación de que hiciera mucho frío ayer en Niza. Sin embargo, me llama la atención que los dos primeros clasificados de la etapa fueran nórdicos: el noruego Kristoff y el danés Pedersen. Esa meteorología no debe de ser adversa para ellos. De hecho, Pedersen se vistió el maillot arcoíris el año pasado en un día infernal.
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