Movimiento extraño del equipo Ineos. Esta vez el Jumbo-Visma marchaba más despreocupado de la carrera que en Orcières-Merlette, al menos en apariencia. Posiblemente ... los neerlandeses se habrían reagrupado rápido si un rival directo hubiera protagonizado un movimiento serio. Por un instante dio la impresión de que los hombres de Bernal preparaban una maniobra en un puerto, el de la Lusette, con características para hacer daño de verdad. No hubo tal. La única etapa de verdad se vivió por delante, con la victoria de Lutsenko por delante de un buen Jesús Herrada.
Los candidatos al maillot amarillo contemporizaron. Ninguno de los hombres de la general cedió tiempo. Ni siquiera unos segundos. En realidad, quizá yo esperaba demasiado en comparación con lo que cabía esperar de verdad. Me puede más el corazón que la cabeza. La etapa llegó con adelanto, se rodó rápido, el ritmo fue alto... Pero faltó ese punto de improvisación o ese ataque de verdad que se salga de unos guiones demasiado repetidos en el ciclismo actual. Por fortuna, nadie ha inventado todavía el botón que pone las piernas a una velocidad determinada. Por eso, llegará un punto en el que unos responderán mejor que otros. Y habrá quien fallará. Eso no ha cambiado. Como tampoco ha cambiado que cuando todo indica que se irá muy deprisa, los corredores van despacio. Y a la inversa. Por mucha tecnología y mucho avance, todavía prevalece el ser humano.
Sin embargo, soy consciente de que cada vez se elige más el momento de realizar un sobreesfuerzo. Tampoco podemos olvidar que estamos en la primera semana de carrera. La organización ha intercalado montaña, pero corredores y equipos siguen bastante enteros. Y en esta temporada atípica en la que los ciclistas han modificado sus planes de preparación, nadie sabe todavía a ciencia cierta si está listo para aguantar tres semanas de carrera. Reina la precaución. Mientras tanto, seguimos a la espera.
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