El puente más largo de Europa y el tercero del mundo. Una maravilla de obra civil. Las imágenes sobre el mar, preciosas. Defraudó, en cambio, ... el paso del Tour por él. Había levantado tales expectativas que primó la precaución. Todos los equipos estaban pendientes de esos 18 kilómetros, del viento, de los abanicos. Y pienso que hubo algo parecido a un pacto de no agresión.
No sé ni cuántas veces escuché la palabra tensión durante las más de cuatro horas de retransmisión televisiva. Sin embargo, los únicos sobresaltos llegaron con las caídas. No me gustó, por cierto, el 'barrage' a Urán y compañía. El jurado técnico detuvo a los vehículos de equipo que circulaban detrás del pelotón. Normalmente, la fila de coches se deja tal cual en caso de caída para favorecer que los ciclistas accidentados se reintegren al pelotón. Me pareció un gesto feo de los árbitros.
Buena victoria de Jakobsen, sprinter potente. Prefirió coger la rueda de Van Aert que confiar buena parte de sus opciones a Morkov, el lanzador del equipo. Es distinto a Cavendish, descartado por los responsables del Quick Step en favor del neerlandés a la hora de confeccionar el ocho del Tour. Ver al inglés superar el récord de victorias de etapa de Merckx en el Tour era un aliciente goloso para Lefevere, cuya decisión de apostar por un velocista en lugar de dos considero lógica. Ahora mismo es más seguro poner todos los huevos en la cesta de Jakobsen.
Van Aert repitió segunda plaza, pero es el nuevo maillot amarillo. Lo ideal era el doblete triunfo-liderato. Ahora bien, tampoco está mal quedarse con un premio. Se preguntarán cuál elegiría si me obligaran a escoger uno de los dos. En su día habría cambiado el reinado de la montaña de 1974 por una etapa. Ahora, en cambio, me hace ilusión que los aitonas se me acerquen con el nieto mientras les dicen que 'este hombre ganó la montaña del Tour'.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión