Hemos comentado infinidad de veces el tema de las dobles etapas, una por la victoria del día y otra por la general. Sucede habitualmente en ... las carreras de tres semanas. Y nuestros análisis sobre el desarrollo de la jornada se han centrado a menudo en la lucha por el maillot amarillo y los puestos del podio. Esta vez, sin embargo, la victoria de Daniel Martínez merece un lugar prioritario en mi comentario.
Además de buenas piernas, el ganador del último Dauphiné demostró cabeza. Hacen falta esa dos cualidades para neutralizar de esa manera tras una larga persecución a Schachmann, con un compañero suyo, Kämna, a rueda durante muchos kilómetros. Posteriormente resistió los ataques de la segunda baza del equipo Bora en una dura llegada, y le remató con fuerza y frialdad. Veníamos de una demostración fuera de serie a cargo de Hirschi, pero la del colombiano no le fue a la zaga. Me impresionó más aún que la del suizo.
Contrasta la manera de actuar de Daniel Martínez con el carácter impetuoso de Marc Soler. El catalán pagó el enorme desgaste realizado. No es la primera vez que le ocurre en este Tour. El jueves ya le vimos hacer algo parecido. Fallaron sobre las dos ruedas o fallaron sobre las cuatro ruedas. Incluso pudieron fallar ambos. Hace falta cabeza para correr y en esa labor intervienen el ciclista y sus directores.
Las diferencias entre los grandes favoritos volvieron a ser pequeñas, pero asistimos a un espectáculo grande. Funcionó la alianza eslovena entre Roglic y Pogacar. El maillot amarillo ofreció sensación de seguridad con su pedaleo ágil. Y empieza a abrir una brecha considerable respecto a sus perseguidores en la clasificación general. En este ciclismo tan igualado 44 segundos tienen su peso. Es la diferencia que tiene sobre Pogacar.
Preocupante Bernal. No cedió minutos, sino segundos, pero ya sabemos lo que cuesta recuperarlos.
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