Final de etapa para enmarcar. Precioso. Bastan dosis pequeñas de subida y altas de dar cera para ver ciclismo de alta escuela. No hacen falta ... ni Alpes, ni Pirineos, ni Vosgos, ni Macizo Central. La velocidad a la que se subieron los fuertes repechos eliminaron a la mayoría de los sprinters, no a todos, provocaron una selección y llegó el momento de maniobrar. Al ver ayer el ataque de Alaphilippe a quince kilómetros de meta me vino a la cabeza la misma pregunta que en el Campeonato de España de 1976 en Estella al irme del pelotón en un corte y quedarme solo en cabeza: ¿no habría sido mejor esperar al final? Si ganas, lo haces a lo campeón. Si pierdes, crees que has cometido un error de estrategia. El francés del Deceuninck era uno de los firmes candidatos a la victoria en esa llegada con rampas del 8%. Sin embargo, decidió arrancar desde lejos. También me encontraba yo en la lista de favoritos para aquel final en Iratxe hace 43 años. La línea que separa el éxito del fracaso es a veces estrecha. Alaphilippe venció a lo campeón, mientras que este oiartzuarra, que había ganado el título de fondo en ruta un año antes, en 1975, se quedó en excampeón porque le pillaron cerca de meta. Todo no han sido sonrisas en mi carrera...
Un maillot amarillo que se les resistía a los ciclistas franceses
Quizá la primera intención de Alaphilippe era unirse a Wellens, que iba en solitario por delante, para abrir hueco juntos. No es mal compañero de viaje. Le atrapó en la cima de la ascensión, justo en el momento en el que una avería detuvo al belga, que iba ya bien estrujado. Tuvo mérito el francés porque trabajó Jumbo-Visma, que podía conservar el liderato con alguno de sus corredores incluso después de que cediera Teunissen, y trabajaron Ineos y CCC con uno o dos mínimo. Quizá Bora fue quien más se escondió. No pudieron con un Alaphilippe desencadenado que encontró la recompensa de la victoria de etapa y el maillot amarillo, que se les resistía a los franceses desde hace un buen número de años, cinco. Tras una larga crisis, el ciclismo galo ha recuperado galones.
El Tour ha acertado más y menos en sus innovaciones
Me gustan bonificaciones como la de ayer, situada en la cima de una subida. Estaba cerca de la línea de meta, en un lugar complicado y también concedía puntos para el premio de la montaña. Triple motivo para atacar. Los organizadores del Tour de Francia siempre han sido innovadores en este tipo de incentivos, aunque no hayan acertado siempre. En mi modesta opinión. Entendía abusivo, por ejemplo, que para ganar la clasificación de la montaña o la de metas volantes exigieran ocupar un buen puesto en la general final. No sé si pedían terminar entre los quince primeros. Lo hicieron en una edición. Tampoco me convenció aquello de que el último de la general tras cada etapa tuviera que despedirse de la carrera. Que se lo pregunten a Pujol. Aquello parecía una carrera de eliminación.
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