Extranjero, enemigo, seductor
Démare supera con facilidad a Sagan y se anota su tercera victoria de etapa en el Giro
Tremendo, enemigo, seductor. Así definió Pasolini al mar Jónico y esas mismas palabras atrapan el sentimiento que provoca Arnaud Démare (Groupama), que volvió a ganar ... ayer en Brindisi, su tercer sprint triunfante en este Giro. Sagan (Bora), segundo, sufre la tiranía del campeón francés, un tipo simpático que está gustando a los italianos, que respetan su maillot tricolor -aunque ahora luce la maglia ciclamino- y que se sienten reconfortados cuando el chico habla cada día y demuestra la enorme ilusión que le hace estar en el Giro. Los tifosi no tienen ojos más que para Filippo Ganna (Ineos), pero están contentos con Démare, un extranjero seductor.
A la derecha, el Jónico, tremendo, enemigo, prehumano; a la izquierda, el querido, dulce, doméstico Adriático. Se cambia de mar en Tarento, que brilla como un gigantesco diamante hecho añicos. Tarento, ciudad perfecta, continúa Pasolini, que la conoció antes de que se instalase la mayor acería de Europa, tóxica, venenosa, letal. El gran debate de estos tiempos de coronavirus entre economía y salud en Tarento se libra a vida o muerte -en sentido literal- desde hace décadas. La ciudad vive y muere de la fábrica. Tasas de mortalidad infantil y de cáncer que multiplican las del resto del sur de Italia frente a la certeza de la miseria que traería un cierre y la desaparición de decenas de miles de empleos.
El Giro irá abandonando el sur. Un año más, la carrera explica Italia y ha recorrido Calabria, Basilicata y Apulia, donde hoy sigue. El sur extremo que, escribe Pasolini, desde hace dos milenios es una tierra dominada, infragobernada y deprimida. Precisamente por eso es imposible no amarla, no estrar de su parte, no oponerse con toda la fuerza del corazón y de la razon a quienes desean perpetuar este estado de cosas.
En Tarento se despidió el Giro del mar Jónico. Si alguien cree estar viendo Grecia, acierta. Aún se habla un griego propio en algunos pueblos. Démare colocó a su treno al frente rumbo al Adriático, el mar veneciano. Ya en Brindisi, la tropa francesa se abrió paso a codazos y cabezazos para dejar a su jefe en la posición perfecta. Démare cruzaba la línea de meta con Sagan en el bolsillo trasero del maillot mientras sus gregarios aún seguían bregando con los lanzadores de los otros equipos. Se oían palabras gruesas en todos los idiomas latinos. Filología pura.
Viento, caídas y preocupación
La etapa se resolvió como debía, al sprint, pero el camino distó de ser un paseo. El viento sopló al inicio y el pelotón se cortó. También hubo caídas. Solo el líder, Joao Almeida (Deceuninck), y Nibali (Trek) pasaron delante. Fuglsang (Astana), Majka (Bora), Simon Yates (Mitchelton), Pello Bilbao (Bahrain), Pozzovivo (NTT) y Vanhoucke (Lotto) tuvieron que perseguir.
La carrera enfila al norte y a las incógnitas del coronavirus. «Estoy preocupado», admitió ayer el director general de la corsa rosa, Mauro Vegni. «La suspensión de Roubaix indica que suben los contagios, y aún tenemos dos semanas de Giro». Si no se puede seguir al norte, que la carrera dé media vuelta, que este profundo sur le recibiría con los brazos abiertos con su mezcla de doloroso atraso y orgulloso espíritu de revuelta.
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