Abraham Olano: «Pinché en la curva del cementerio...»
El exciclista de Anoeta ha viajado a Colombia para celebrar los 30 años de su título mundial, conquistado en 1995 en Duitama
El 8 de octubre de 1995 Abraham Olano se proclamó campeón del mundo en Duitama, Colombia. El miércoles se cumplen treinta años de una carrera ... inolvidable, en la que el ciclista de Anoeta ganó por delante de las dos mayores figuras del momento, Miguel Indurain y Marco Pantani, en un desenlace insuperable en el que no faltó de nada. Para la historia, el título mundial y la imagen de Olano llegando a meta con la rueda trasera pinchada. Ha viajado hasta Duitama para participar en las celebraciones del 30 aniversario.
– ¿Había vuelto a Colombia?
– No. Nos llamaron por el 25 aniversario, pero acababa de pasarla pandemia y no sabíamos cómo estaba la situación. Ahora me han vuelto a llamar y me apetecía volver para recordar aquello.
– ¿Qué es lo que más recuerda?
– La gente. La cercanía de la gente, del público. Había muchos aficionados que conocían a los ciclistas por el nombre. Me quedé asombrado, me decía a mí mismo 'no soy nadie y me llaman por mi nombre'. Conocíamos Colombia por el contacto que teníamos con el equipo Kelme y de que venían a la Vuelta a España con el Postobon y el Café de Colombia. Conocías a algún corredor y que había ciclismo en Colombia, pero no que tuvieran tanta, tanta pasión. Para mí eso fue una satisfacción. Competir en un circuito en el que, no voy a decir que estás en casa, pero donde te animan y te hacen sentir como uno del país es bonito.
– El caso es que llega... y gana, en un equipo donde Indurain era la gran estrella.
– La selección fuimos como en dos bloques. El de Miguel, que venía de haber estado en Colorado haciendo una concentración en altura con varios corredores del Banesto, el Chava, Santi Blanco, Aitor Garmendia..., y luego el otro bloque, que veníamos de la Vuelta a España.Lo habíamos hecho bien –Olano fue segundo tras Laurent Jalabert–, pero íbamos a 2.500 metros de altitud y eso era un hándicap. Sabíamos que los primeros días no habría ningún problema, pero que antes de pasara una semana se empieza a notar un poco el agobio del cuerpo, que no se adapta a una altitud en la cual no está habituado a pedalear.
«Tenía que poner el peso delante, más o menos santiguarme y confiar en que el mecánico hubiera pegado bien el tubular»
– ¿Con qué objetivo llegó?
– Fui con la idea de que la Vuelta a España no pude hacer el 100%, porque si me movía en busca de Jalabert se podía beneficiar el resto de la Once, Mauri y Bruyneel, que venían justo detrás de mí. Había ganado las contrarreloj y sabía que podía hacer bien la crono en el Mundial nada más llegar a Colombia, pero también sabía que para la prueba en línea seguramente el cuerpo iba a reaccionar negativamente a la altura, que me iba a venir el hombre del mazo.
– No parece que fuera así...
– En las primeras vueltas sufrí, sufrí mucho, pero creía según fueran pasando los kilómetros seguramente me iba a encontrar mejor, al nivel de la Vuelta a España. Hasta que faltan tres vueltas, estoy muy atrancado. Además hacía muy mal tiempo, o sea, que no había opción para darle vuelta al cuerpo. Era una situación complicada para todo el mundo, y para los que veníamos de la Vuelta a España, bastante más. Pero fueron pasando los kilómetros y me iba encontrando mejor. El Mundial fueron 270 kilómetros y en las dos últimas vueltas estaba bien.
– Justo cuando llega el momento de la verdad.
– El ataque de Pantani en la penúltima vuelta es muy violento y muy mantenido durante tiempo. Coronan Miguel y él, y a unos dos o tres metros íbamos el resto, todos escalonados, todos muy tensos porque Pantani había hecho una subida muy de romper el Mundial. Y justo al coronar, Miguel pinchó.
«Mi mayor miedo era un paso a nivel que había que pasar; salté para que el neumático no pegara en los raíles del tranvía»
– ¿Qué pasó entonces?
– Había dos suizos, dos italianos, arrancaba uno, otro... hasta que llega Miguel como diciendo 'qué poco detalle, ¿no? ¿Un corredor ha tenido un percance y todo el mundo aquí se quiere aprovechar?' Atacó él mismo, pero no se fue y entonces es el momento en que digo que o me quedo aquí a controlar a Italia y a Suiza o digo 'esta es la mía' y arranco yo y que se tengan que poner ellos de acuerdo y mientras tanto voy sacando unos metros y cuando llegue la subida y vuelva a arrancar Pantani yo esté por delante. Al final, coronan Miguel, Pantani y Gianetti, pero no llegan a darme alcance. Pantani se lanza para abajo, pero yo bajaba bien también. Entre que Pantani busca ayuda en el suizo y el suizo que sí, pero no, voy sacando una distancia que ya no me pueden coger. Hasta que llega el pinchazo.
– ¿En qué momento pincha?
– A kilómetro y ochocientos metros de meta. En la curva del cementerio... Había una chicane y cuando estoy saliendo veo que se corta el tubular, que se desinfla de golpe. No era un pinchazo pequeño, es un corte del tubular. Lo primero que hago es mirar para atrás. Veo que viene el coche neutro, pero espero, miro otra vez y ya aparecía el grupo que me perseguía. Entonces vi que no podía parar. Entre que me bajo de la bicicleta y bajan la de repuesto del coche ya están encima. Además, no sabes ni qué pedales lleva, ni qué sistema lleva, ni nada. Y me dije que tenía que poner el máximo peso delante y, más o menos, santiguarme y confiar en que el mecánico hubiera pegado bien la rueda trasera. Hoy en día, con el tubeless o con las cubiertas que llevan habría sido imposible.
«Me dicen que zona ha cambiado, pero podría hacer el recorrido ahora mismo sin mirar, sin equivocarme»
– ¿Y qué piensa? ¿No puede ser?
– Solo pienso en el mecánico, en Alejandro Torralbo, que estuviera bien pegado el tubular y que no se saliera, porque no me quedaba otra. No se salió, pude llegar a meta y agradecerle su trabajo.
– ¿Se le hizo largo el kilómetro y pico final?
– Tenía solo una duda y era que cruzábamos un paso a nivel que estaba protegido con caucho, con goma o algo así. Es lo único que pienso, en pasar ese tramo, porque iba en llanta y que aquello no fuera demasiado violento para desmontar el tubular y que se saliera de su sitio. Tomé la máxima precaución para pasar lo más suave posible. Hice un pequeño salto para que el neumático, por lo menos el trasero, no pegara violentamente en los raíles del tranvía y a partir de ahí seguir a tope.
– Tres años después ganó el Mundial contrarreloj en Valkenburg. Durante muchos años fue el único que tenía los dos títulos hasta que llegó Evenepoel en 2023.
– Es bonito que las cosas se vayan batiendo, es ley de vida. Que sea Remco o Pogacar o Van Aert... Son corredores que tienen cualidades para poder hacerlo, chapeau. Para mí fue bonito ver que Remco lo hacía. Imagino que este años querría hacer el doblete, y mira qué chasco se llevó. El ciclismo a veces es agradecido y a veces, no tanto. Pogacar también habría preparado el Mundial y que le hayas podido sacar dos minutos y pico una contrarreloj no quiere decir que eso se va a dar en la de línea, que es lo que pasó.Cada uno ofrece lo mejor que tiene y luego ya la carretera nos pone a cada uno en nuestro sitio.
– ¿Qué espera encontrarse ahora cuando llegue?
– Me han dicho que ha cambiado mucho, que está desconocido desde entonces, pero creo que el recorrido lo podría hacer ahora mismo, sin mirar. Las carreteras principales no creo que hayan cambiado y posiblemente haría el recorrido sin equivocaciones.
«A Indurain le habría gustado ganar, pero en la meta estaba contento»
La maniobra del ataque de Olano no admite discusión desde el punto de vista táctico, pero dio que hablar por lo que entonces significaba la figura de Miguel Indurain.
– ¿El ataque fue correcto?
– Creo que estratégicamente fue de 10. Luego hemos visto en algún otro Mundial cómo España que ha perdido el título por no jugar de forma correcta. El problema es que estamos corriendo en equipos distintos y además en esa época mi jefe de filas, Tony Rominger, era rival directo de Miguel. Los de Banesto o los miguelistas a mí, entre comillas, no me verían como uno del equipo sino prácticamente como rival porque me habían visto de rival todo el año. Que actuáramos en ese Mundial como equipo no voy a decir que a algunos les sentó mal, pero sí que algunos creían que el Mundial era de Miguel y lo gané yo. Antes de llegar al sprint teníamos que intentar solucionar el problema. La actitud mía fue de provocar a la selección italiana, a la suiza, para que tuvieran que llevarle a Miguel hasta el puerto. Y eso fue así. El problema para ellos fue es que no pusieron la potencia suficiente en la parte llana para que Pantani luego en la última subida pudiera alcanzarme.
– Llega a pie de puerto con unos 40 segundos...
– Algo más, unos 50. Arriba coroné con muy poco, con 19 o 20 segundos. Pero suficiente para seguir exigiéndoles a Pantani y a Gianetti y que Miguel lo tuviera en bandeja si me cogían.
– Hay que entender lo que era Indurain en aquella época...
– Sí, sí, un Pogacar de ahora. Es que es así. Los movimientos del equipo o la estrategia se dan de esa manera. Sin pinganillo, son reacciones de los corredores que si se hacen por el bien del equipo está bien hecho. Otra cosa es que hagas movimientos para perjudicar a la selección. Por eso digo que como Mundial fue de 10.
– ¿Qué le dice Indurain al final?
– Miguel está contento. Cuando llegamos a meta está contento y no dice nada. Salió bien el Mundial, conseguimos el triunfo. Entiendo que por supuesto que a Miguel le hubiera gustado ganar, porque además el duelo se vendió tanto en España como en Italia como un mano a mano entre Pantani e Indurain, pero ganamos como selección y él en ese momento estaba contento.
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