Gustav y la casa familiar
Gran Premio del Jurado en Cannes, presentada en olor de multitudes en la Piazza Grande de Locarno, cargada de malévolas reflexiones no solo sobre el ... Arte, la Industria, el Mercado del Cine sino sobre las pequeñas y grandes excrecencias de la naturaleza humana. Porque, aunque de buenas a primeras no puedas dejar de sentir simpatía y atracción por Gustav, esa complicidad tuya se vuelve más y más culpable e incómoda a medida que avanza la película. Intuyes ya que el personaje interpretado por StellanSkarsgård es un manipulador nato que utilizaría no ya cualquier excusa, sino a cualquiera de las criaturas humanas que le rodean (incluidas, por supuesto y casi en primer lugar a sus hijas) para sacar a flote su carrera de director de cine, hundida si no en la miseria, sí en el olvido. Cuanto más le conoces, menos complaciente te resulta lo último del autor de 'Oslo 31 de agosto'. Por más que al principio pensaras que iba a ser un sereno y hasta juguetón divertimento. Pero no, para nada. Hace tiempo que aprendimos que en el cine nórdico siempre hay algo tumefacto, doliente, oscuro, casi perverso. Contado con una cálida exquisitez. Pero al fondo, un fantasma. Una madre suicida. Y Gustav ambivalente. Magnífico.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión