La fortaleza de Karl
Desde el sur de Europa no llegaremos nunca a entender la inquietud de aquellos que viven muy al Norte del continente y se toman muy ... en serio las andanzas de sus vecinos, aquellos soviéticos de antaño, estos rusos de ahora. Nos quedan muy lejos y, realmente somos demasiado mediterráneos como para preocuparnos de un misil por aquí o una amenaza en la frontera nevada por allá. Tampoco nos inquietó en los 50 60 el peligro nuclear que dio pie no solo a películas con monstruo atómico dentro, tipo Godzilla, sino a títulos tan grandes como 'El increíble Hombre Menguante'. Cuando pasaron los años, aprendimos a preocuparnos, sí. Por pandemias mundiales, ciertamente. Las que nos encerraron bajo siete llaves.
Es lógico pues quedar confundidos cuando esta tremenda propuesta arranca con unos dibujos en grisácea plumilla indicando cómo construir un refugio ante un posible ataque preventivo de la URSS y nos encontremos de frente con Karl, un hombre que parece estar fuera de la sociedad (pero no), que parece un chatarrero (pero no) o que padeciese el síndrome de Diógenes (pero tampoco) y se nos cuenta que cree firmemente en las instrucciones del gobierno para levantar búnkeres, no fuera a ser que la Guerra Fría dejase de serlo y explotasen las bombas. Pero poco a poco lo entiendes. Lo entiendes todo y entiendes a Karl. Porque la película, de línea dura, es también dulce y hermosa
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