Más infiltrada que la rodilla de Nadal
1Desde Ana Frank por lo menos, se sabe que un caso concreto resulta más eficaz como elemento conmovedor que la enormidad de las cifras, que terminan por anestesiar al espectador. 'La voz de Hind Rajab', de la directora tunecina Kaouther Ben Hania, lo apuesta todo a esta estrategia con la recreación dramatizada de los audios grabados a una niña palestina que aguarda su rescate, tras ser tiroteado por un tanque israelí el vehículo en el que viajaba junto a sus familiares. La historia es la de un crimen de guerra; la forma que ha elegido la directora para contarla, más que cuestionable, con ese batiburrillo de audios e imágenes reales y ficción de plató. El resultado no se diferencia en nada a la práctica de colorear imágenes en blanco y negro o a la de añadir o suprimir elementos y personas en una fotografía. Al calor de la matanza en curso, se aceptará o incluso aplaudirá el recurso a un formato indeseable, que en otro contexto –espacial y temporal– se pondría algo más que en cuarentena por manipulador.
2Si hubo quien objetó que 'La infiltrada' incurría en errores porque los rótulos de las pancartas no eran correctos o porque una txapela aparecía torcida, qué decir de 'Un fantasma en la batalla', con la que concursa Agustín Díaz Yanes. En una ETA más infiltrada que las rodillas de Nadal, irrumpe una guardia civil que, de inmediato, se coloca de profesora en una ikastola y se gana la confianza de la directora, también militante de la organización. Extraordinariamente flácida y lacia, cosa que al menos no se podía decir de la película de Arantxa Echevarría, el 'fantasma' camina dando tumbos. Al final, uno acaba cantando aquello de «no me importa nada /que entres o que salgas».
3Al final, se me va a recordar por haber sido heroinómano, aunque también soy comunista, maricón y director de cine». Lo profetizó Eloy de la Iglesia y así se recoge en el documental que Gaizka Urresti dedica al director zarauztarra y que pasa por Zinemira. 'Eloy de la Iglesia, adicto a la vida', recorre la trayectoria vital y cinematográfica –y no siempre es sencillo distinguir la una de la otra–, a través de imágenes de archivo y de testimonios en los que destacan más las ausencias que las presencias. No han sido pocos los que han rehusado participar y tiene su punto de lógica porque a cuatro o cinco décadas de distancia, su cine todavía mancha.
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