El ansia: alzado, perfil y planta
Javier Giner se desmarca en la serie 'Yo, adicto' del mero 'descenso al infierno de la droga' y la convierte en algo mucho mejor
1Hasta hace poco, en lo más alto del Olimpo se situaba el héroe, pero en algún momento entre finales del siglo pasado y comienzos de éste, ese lugar pasó a ocuparlo la víctima. A diferencia del héroe, que para serlo debe ser proclamado por los demás, para acceder al estatus de víctima basta con sentirse como tal y así anunciárselo a los demás. Admitámoslo: son todo ventajas, de ahí que proliferen los candidatos.
2Por eso se agradece tanto que en su serie 'Yo, adicto', basada en su propio libro homónimo, Javier Giner se haya retratado como un sujeto activo en su travesía por la adicción y la rehabilitación. Giner es implacable con sus flaquezas y consigo mismo, pero compasivo y empático con las de los demás. No se victimiza, se reivindica; no se compadece, se expone, no se autofustiga, se explica. Se hablará del manoseado 'descenso al infierno de la droga', pero la serie es más y, sobre todo, mejor que eso. A destacar la pericia en la escritura y la dirección de quien, además de un superviviente, es también un pasmoso realizador novel.
3Aparentemente, Costa-Gavras se presentaba en la Sección Oficial con un estudio sobre el final de la vida y los cuidados paliativos, pero lo que yo vi en 'Le dernier souffle' ('El último aliento') fue la confirmación de que si la muerte nos iguala a todos, en la agonía aún hay clases. Un filósofo al que le han detectado un bulto sospechoso y el responsable de Cuidados Paliativos de lo que por fuerza ha de ser una clínica de lujo charlan con enfermos terminales. Nada que ver con los facultativos desbordados de trabajo que, quien más, quien menos, todo el mundo ha conocido aquí durante la enfermedad de un familiar. En la película los médicos conocen a sus pacientes como si fueran de la familia, el trato es individualizado y sin horario, a los enfermos que marchan a vivir sus últimos días en viviendas carísimas les despide en el jardín el equipo al completo y los doctores atienden a los requerimientos de los desahuciados incluso en días festivos. La única referencia al dinero en todo el filme es la mención a una herencia de diez millones de euros. Quizás inadvertidamente, el nonagenario Costa-Gavras ha firmado otro capítulo de la diferencia entre clases sociales. Por decirlo de alguna forma, estaríamos hablando de 'la muerte cañón'.
4El hombre que amaba los platos volantes' no va de algún innovador restaurante, ni se proyecta en el ciclo Culinary Zinema, sino que va de patrañas sobre los marcianos y compite en la Sección Oficial. Rellenazo para la mañana festivalera de un día cualquiera, la película argentina de Leonardo Sbaraglia recrea un hecho real: la cobertura periodística que un reportero argentino hizo en un pueblo perdido sobre un fenómeno que se empeñó en presentar como obra de «una civilización superior». La historia real se antoja más interesante que su ficcionalización y como reflexión sobre los excesos del periodismo, tampoco chuta. Sobre el mismo tema, pero en un registro diferente, la serie de Berto Romero 'El otro lado', proyectada el pasado año, funcionaba mejor.
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