Yolanda González: «Hasta que nos toca no lo vemos, pero vivimos en una fortaleza de cristal»
Yolanda González, escritora ·
A través de los relatos de 'Maldito Boccherini' desea transmitir «una sensación, una conmoción, que me hizo percibir de manera muy intensa nuestra vulnerabilidad»Yolanda González nació en Mérida (Badajoz), y hace dos décadas que vive en Hendaya. Licenciada en Filología Árabe, ha trabajado como crítica literaria y como ... profesora de interpretación y creación literaria. Después de varias novelas, con las que ha ganado premios como el Café Gijón o el Ciudad de Torremolinos, ha cambiado de registro y ha publicado su primer libro de relatos, 'Maldito Boccherini'. Lo presentará este sábado, a las 12:30, en la Librería Zubieta de San Sebastián (Reyes Católicos, 3), en compañía de la ilustradora Sara Morante. Y no será una presentación convencional.
- ¿Tiene algo contra Boccherini para maldecirlo de semejante manera?
- En absoluto, me parece el músico galante por excelencia. Como quería reflejar ese espíritu versallesco, aunque el libro no lo sea, pensé que su nombre podría evocar y proyectar su música como fondo de los relatos, aunque he descubierto que mucha gente no lo conoce.
- Su último trabajo publicado, la novela 'Punto Cero' (Carpe Noctem, 2017) transportaba al lector a un lugar imaginario y lejano. Los relatos de 'Maldito Boccherini', sin embargo, son realistas, muy cercanos en el espacio y en el tiempo.
- Sí, en 'Punto Cero' estuve en un mundo completamente ficticio, y tenía necesidad de bajar a la tierra; de hacer algo ligero, no de pensamiento, sino de estructura y de consistencia. He querido configurar un espacio cercano al que el lector pueda anclarse, en el que identifique todas las situaciones que se reflejan en los relatos. Aunque puede parecer un libro angustiante, como escritora ese cambio de perspectiva, el hecho de trabajar con emociones y sentimientos, ha sido un desahogo.
«La crisis ecosocial me parece el agujero negro en el que convergen los demás problemas»
- El libro es un completo catálogo de desastres contemporáneos, y también alguno intemporal: terrorismo fundamentalista, enfermedad, muerte, migraciones, deterioro de las amistades, crisis económica, desamor... ¿Hizo una lista y comenzó a ficcionarlos, o el proyecto tiene otro origen?
- Todo parte de una experiencia personal. La frase con la que se abre el libro -«y ahora a cortar cabezas»-, la pronuncié yo en un contexto muy parecido al que aparece en el relato, y la sensación que me produjo fue precisamente la que quiero transmitir a los lectores. Lo que sentí fue una especie de conmoción. El suceso que provocó esa frase me hizo percibir con mucha intensidad nuestra vulnerabilidad, la sensación de vivir en una fortaleza de cristal...; la impresión de que somos una especie privilegiada que no se da cuenta de que esas realidades están ahí hasta que, de repente, salen de las sombras y nos tocan, nos afectan como personas, de manera física y emocional.
- ¿Esa conmoción se convirtió en el relato que da título al libro?
- No, se quedo ahí durante una temporada, siguió vibrando en mi cabeza. Empecé a ver las cosas en esa clave, las fui reconociendo en experiencias que, si no han sido mías, son de personas muy cercanas. Cuando vas con la antena puesta captas de manera involuntaria esa sensación de fragilidad y de vulnerabilidad. Está ahí, junto con la necesidad de despreocupación, de no querer reconocerlo.
- El ambiente y el tono cotidiano que predomina en la mayoría de los relatos, tanto en lo que sucede como en el modo en que se cuenta, acrecienta la sensación de desasosiego.
- No es necesario que pasen grandes cosas, son las malditas casualidades, todo lo que está vibrando a nuestro alrededor en el día a día; todo lo que tenemos muy cerca y no vemos o no queremos ver, hasta que acaba impactándonos.
- En 'Lejos' (Espasa, 2009), ya tocaba un tema que se ha convertido en uno de los grandes miedos contemporáneos: el conflicto entre civilizaciones, el terrorismo fundamentalista. También tiene presencia en estos relatos. Usted, que conoce bien el mundo árabe, ¿cómo lo percibe?
- Mi percepción es que lo que nos salpica a nosotros del terrorismo internacional es una gota en comparación con lo que afecta a las propias sociedades árabes. Nosotros vivimos en esta fortaleza de cristal de la que hablamos, mientras ellos viven a la intemperie. ¿Se puede hablar de una especie de magnificación del problema, de un miedo inducido? Yo diría que sí. Nos afecta, no hay que quitarle importancia, pero es cierto que el impacto que tiene en las noticias nos impregna mucho más que lo que impregna su presencia nuestra vida cotidiana.
«No vemos lo que se está cociendo, pero nos obsesiona nuestra propia visibilidad»
- Otra cuestión que subyace en sus relatos, central en 'Punto Cero', es la relativa a las nuevas tecnologías. No parece que sea una ferviente defensora de la vida conectada.
- Creo que se están produciendo ciertos comportamientos sociales que me parecen aterradores. Tengo la sensación de que las cosas realmente preocupantes están sucediendo en la sombra. No vemos lo que se está cociendo pero, sin embargo, nos obsesiona nuestra propia visibilidad, nuestro deseo de ser vistos. Parece que si no estamos constantemente expuestos, si no somos visibles continuamente, dejamos de existir. Me parece una trampa que no se muy bien a dónde nos está llevando.
- Va distribuyendo los temas que componen el mosaico de 'Maldito Boccherini' en relatos que son autónomos, pero no del todo independientes.
- Después de escribir el primer relato realicé un planteamiento coreográfico. Yo siempre digo, y es algo que voy a abordar en la presentación, que cada creador, como los signos del horóscopo, tiene un ascendente. Hay escritores ligados a la música, a la fotografía, a la pintura... Mi ascendente es la danza. He concebido espacios y gente moviéndose en ellos, tratando de que el movimiento signifique algo. En principio eran siete relatos, y mi idea era plantearlos como los bailes galantes, en los que los personajes van entrando y saliendo del escenario y al final se produce la conjunción de todos ellos. Ese último relato es el menos independiente, porque funciona como fusión de todos ellos. Diría que el conjunto es como un escenario en el que el foco se va moviendo y va iluminando distintos puntos oscuros. También hay un personaje que dirige la coreografía, que es el que tiene una presencia más continua.
- ¿Siete relatos? Solo hay seis.
- El relato que falta se titula, porque sigue existiendo, 'El vientre de la ballena'. Dentro de todo ese mosaico es el relato que corresponde a la crisis ecosocial que, al final, me parece el agujero negro en el que convergen todos los demás problemas. Comenzó con una ballena varada en la playa de Hondarribia, pero la ballena empezó a crecer, a crecer, a crecer... Amenazaba con devorarlo todo, por lo que la amputé. Es un tema que echo de menos en ese catálogo, pero era incapaz de liquidarlo en 12 páginas. Ahora la ballena está creciendo como novela.
- Tal vez podría haber hecho lo mismo con todos los demás temas. ¿Por qué ha apostado por el relato? ¿Le ha parecido más eficaz para transmitir un mensaje urgente?
- Más que transmitir mensajes quería que mis sensaciones conectaran con las del lector, y he hecho todo lo que ha estado en mi mano para hacerlo de una manera rápida. Tengo la patología de corregir hasta el infinito, pero en esta ocasión mi agente me secuestró los relatos y no me los devolvió para que no los corrigiera más -para entonces ya los había revisado seis o siete veces-, y para que no los convirtiera en novelas.
- ¿El formato le ha venido bien?
- Sí. Como para transmitir esa sensación de conmoción intentaba anclarme en experiencias propias o de gente cercana, necesitaba un medio más inmediato, no tan conceptual como la novela. No me hacían falta grandes tramas ni argumentos, sino algo que fuera rápido, inmediato, pequeño. Trabajar con unidades pequeñas tiene su complicación, pero es muy gratificante. En cualquier caso, yo sé que soy novelista, nunca he trabajado en la distancia corta. Por eso tengo también los nervios de la debutante, porque no sé cómo lo percibirá el lector.
- Hay quien dice que los lectores aprecian cada vez más las propuestas fragmentarias, las pequeñas dosis en lugar de los tragos largos.
- Es cierto que hay un problema muy grave de lectura. He estado trabajando en un proyecto de ensayo literario sobre la lectura, y una de las cosas que he podido constatar es que la aceleración social y la fragmentación nos está llevando a no ser capaces de aguantar complejidad en los textos, lo que no deja de tener inconvenientes, en especial para los novelistas.
'Maldito Boccherini', de Yolanda González
Género: Relatos.
Editorial: Ménades
Páginas: 104.
Precio: 14 euros.
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