Xabier Egaña culmina la restauración de sus murales del camarín de la Virgen de Arantzazu
El único superviviente de los artistas que participaron en la ejecución de la basílica recupera la obra que pintó hace 42 años
El primero de los ocho murales que decoran el corredor que conduce al camarín de la Virgen de Arantzazu acaba de ser restaurado ... por Xabier Egaña, el mismo creador que lo pintó hace ya más de cuatro décadas. Egaña, el último superviviente del ramillete de artistas que participaron en la ejecución de la basílica, ha recuperado de esa forma una obra que definió su estilo creativo y marcó su trayectoria artística posterior. El mural, que se había deteriorado como consecuencia de unas filtraciones de agua, luce ahora de nuevo en todo su esplendor.
Xabier Egaña, nacido en Las Arenas en 1943, tomó parte activa en los trabajos del Santuario de Arantzazu. «Cuando Oteiza regresó a la basílica para retomar la colocación de sus apóstoles en la fachada después del parón de la obra, Egaña formaba parte de la comunidad franciscana», explica el también artista Juan Ayesta, amigo de Egaña y comisario de la exposición sobre su obra que se celebró a finales del año pasado en Vitoria. El contacto del joven franciscano con creadores de la talla de Oteiza, Sáenz de Oiza o Lucio Muñoz enriqueció su natural inclinación artística y le proporcionó nuevas perspectivas sobre el mundo de la creación. «Aprendió a soñar y desearlo imposible con Oteiza, con el que puedo convivir durante varios años», apunta Ayesta.
Consciente del talento artístico de Egaña, la comunidad franciscana le pidió en 1978 que se hiciese cargo de la decoración de las paredes cóncavas del contra-ábside de la basílica: un corredor interior que conduce al camarín donde se ubica la pequeña imagen de la Virgen de Arantzazu. El franciscano, que por entonces estaba terminando su formación religiosa, ideó varias soluciones, entre ellas un entramado de madera. «Fue el propio Oteiza el que le aconsejó que desechase el proyecto del entramado de madera y le invitó a realizar una pintura», puntualiza Ayesta, que precisa también que los bocetos finales sobre lo murales fueron refrendados tanto por Oteiza como por el arquitecto Sáenz de Oiza.
Unas filtraciones de agua habían dañado el primero de los ocho murales que pintó el artista en 1978
El mal, el dolor y la injusticia fueron la fuente de inspiración del artista a la hora de concebir las imágenes de la obra. Se trata de ocho murales de 10 por 4,5 metros que contribuyeron a definir el estilo de Egaña. «El ciclo mural del camarín de la Virgen, ejecutado cuando tenía 35 años, supone un hito en su trayectoria», señala Ayesta. «Fue un punto de inflexión en su quehacer pictórico donde deja constancia de su particular universo temático, hibridación entre lo religioso y lo humano, y donde consolidó su singular estilo, expresionista y colorista, y dejó testimonio evidente de sus referentes en arte, Picasso en lenguaje formal y Chagall en el uso del color».
Colgar los hábitos
Egaña terminaría colgando los hábitos para formar una familia ocho años después de realizar aquella obra. Lo que no ha abandonado desde entonces es su carrera artística. A la intervención en Arantzazu le siguieron el ábside de la parroquia de San Pelayo en Zarautz (1979); unos murales en las ciudades alemanas de Münster y Mühlen (1979 y 1981); murales en hormigón y cerámica industrial en Arrigorriaga (1982 y 1984); la ikastola Lauro (2000); hotel en Murueta (2003); el ábside de la capilla La Salle, en San Asensio (2004); las vidrieras de la iglesia Espíritu Santo de Donostia (2007-2008); y los murales en la iglesia de Antezana de Foronda (2013-2017).
La obra de Egaña, observa Juan Ayesta, «es prolija y diversa en técnicas, materiales y formatos, intuitiva y experimental, rápida de ejecución, con una sensibilidad innata, con su querencia por el ser humano. El sufrimiento y la injusticia del ser humano le provocan imágenes que ejecuta en sus trabajos».
El reencuentro del artista con los murales de Arantzazu que pintó hace más de cuatro décadas se produjo a instancias de la comunidad franciscana. El primero de los lienzos se había deteriorado en algunos puntos como consecuencia de unas filtraciones de agua procedentes al parecer de la cubierta. La restauración se llevó a cabo a finales de agosto después de que los especialistas localizasen y subsanasen el origen de las humedades. Egaña, que a sus 77 años aún es capaz de encaramarse a los andamios, no se limitó a arreglar los desperfectos y añadió nuevos elementos como un brazo a una de las figuras del mural. Se trata de la segunda intervención de esa naturaleza que el pintor realiza en Arantzazu, ya que hacia el año 2000 también participó en la restauración de otros dos murales afectados por filtraciones.
Además de arreglar el desperfecto, ha añadido elementos como un brazo a una de las figuras
Pese a que su extensa trayectoria creativa le ha proporcionado un sólido reconocimiento entre los especialistas del mundo del arte, Egaña no es un artista muy conocido entre el público. «Es un gran desconocido porque nunca ha sido mucho de salir en los medios por su carácter», dice Ayesta, que considera que «es un auténtico 'outsider' porque nunca le ha interesado el mercado del arte y ha estado prácticamente al margen del circuito comercial».
Vídeos divulgativos
La asociación zarauztarra ArtEgaña se ha propuesto dar una mayor proyección a la imagen del pintor con la edición de siete vídeos divulgativos sobre su obra y su trayectoria que se publicaron el mes pasado en el canal ArtEgaña Elkartea de YouTube. «Xabier Egaña -resume Ayesta, uno de los promotores de ArtEgaña- es sin duda uno de los grandes artistas del último tercio del siglo pasado que sigue hoy en día en activo, su obra debería ser patrimonio cultural de Euskadi, ya es hora de que se le conozca y se le reconozca».
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