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Vicente Ameztoy cubre Madrid de clorofila

Vicente Ameztoy cubre Madrid de clorofila

El Círculo de Bellas Artes expone 36 obras del artista vasco en una muestra que en febrero llegará a Bilbao con una veintena de piezas más

Iñaki Esteban

MADRID.

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Viernes, 18 de octubre 2019, 10:42

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Vicente Ameztoy (San Sebastián 1946-2001) creció frente al mar de la bahía de San Sebastián, en un casa cercana al puerto con una azotea a la que subía con frecuencia. Sin embargo, sólo hay una marina en su pintura y el resto de su obra está cubierta de verde clorofila. Artista figurativo, pintaba los brazos con ramas y las cabezas con matas de hierba. Ameztoy nunca ocultó el mensaje político de buena parte de sus pinturas, y en el campo vio con ironía una especie de Euskadi próxima a la Arcadia y a punto de explotar por sus demonios y conflictos internos.

Su padre se dedicaba al negocio de los tejidos y llegó a ser socio de Balenciaga. A principios de los setenta tuvo que cerrar su empresa y la familia se fue a vivir al caserío que poseían en Billabona. Ahí descubrió el paraíso verde y los conflictos que lo atravesaban. El Círculo de Bellas Artes de Madrid inauguró ayer una exposición con 36 obras del artista donostiarra, miembro de una generación -la de Andrés Nagel, Marta Cárdenas y José Luis Goenaga, entre otros- que desafió el estereotipo abstracto creado por la influencia del trabajo de Eduardo Chillida y Jorge Oteiza.

La exposición

  • Círculo de Bellas Artes de Madrid. Del 17 de octubre al 26 de enero (lunes cerrado). Entrada 5 euros.

  • 36 obras de Vicente Ameztoy La muestra, comisariada por Javier Viar y Miriam Alzuri, llegará al Museo de Bellas Artes de Bilbao ampliada con una veintena de obras en febrero de 2020.

Comisariada por Miriam Alzuri y Javier Viar, la muestra se podrá ver en el Bellas Artes de Bilbao a partir de febrero de 2020, ampliada con una veintena de obras. Pero que se vea en Madrid tiene sentido por varias razones. Estudió en la Academia de San Fernando con Antonio López, una de sus primeras influencias, y expuso con menos de veinte años en la exposición de apertura de la galería Juana Mordó, una de las más potentes del ámbito madrileño hasta los años ochenta, cuyo legado reposa precisamente en el Círculo de Bellas Artes.

Amigo de Atxaga

Si pintores próximos como Carlos Alcolea o Guillermo Pérez-Villalta han alcanzado una gran notoriedad, Ameztoy ha pasado desapercibido. Quien quiera, ahora puede descubrir una obra corta y potente, emparentada con El Bosco, Magritte y Max Ernst, con resonancias pop, muy personal, de una asombrosa originalidad.

El director del Círculo de Bellas Artes, Juan Barja, le definió como un «pintor antimoderno, porque tuvo la inteligencia de escaparse de las modas, de la cronología». El director del Bellas Artes bilbaíno, Miguel Zugaza, ensalzó la pintura «rica y aislada» de Ameztoy, un artista «muy apreciado y muy escondido». Sin obra dentro de museos como el Reina Sofía, aunque sí en los vascos, tuvo un selecto grupo de coleccionistas sobre todo guipuzcoanos, familias burguesas de gustos modernos, de donde salió el encargo de la ermita de Remelluri en Labastida, propiedad de los viticultores irundarras Rodríguez Errandorena. Los cuadros de la capilla han viajado a Madrid.

El recorrido descubre piezas apenas vistas, como los dibujos a plumilla de una extrema precisión.

En el lienzo 'Vizcaya', una pareja se abraza. El hombre lleva tatuado en el brazo el anagrama de las Gestoras diseñado por Chillida. Humor, posición política y surrealismo se cruzan en las imágenes de Ameztoy, gran amigo de Bernardo Atxaga y de Joseba Sarrionandia, que aportan sus respectivos textos al catálogo, el primero el que leyó en el funeral del pintor.

Ameztoy regresa con una muestra que ayudará a ponerle en su sitio, el de un pintor de técnica impecable, originalidad en sus planteamientos y en su uso del color, con la presencia constante del verde, y con un complejo mundo propio que, como insinuó Viar, habría sido un festín para cualquier psicoanalista con acceso libre a su interior.

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