Otra tarde prodigiosa de Morante en Madrid
Cumbre del torero de la Puebla del Río, aclamado, paseado a hombros durante diez minutos por la calle de Alcalá. Dos faenas muy distintas pero de rango mayor. Seria corrida cinqueña de Juan Pedro Domecq con tres toros de muy buena condición
Barquerito
Domingo, 8 de junio 2025, 23:26
No hubo lance ni muletazo de Morante que no tuviera su razón de ser. Con dos toros de distinta condición: un colorado primero que, abanto ... y corretón de partida, acusó el castigo de un puyazo severo a salida tapada pero se dio con nobleza y un cuarto acucharado que por falta de fuerzas perdió más de una vez las manos, y cabeceó y derrotó en la muleta sin llegar a descolgar propiamente.
Con uno y otro, una categórica exhibición de toreo de asiento, ajuste y brazos en fluido permanente. Más bellas las formas risueñas del toreo de capa y muleta con el toro de bonanza, al que hizo rodar sin puntilla casi a sus pies de una extraordinaria estocada, pero de mérito particular la faena por momentos desgarrada y arrancada por las bravas al descompuesto cuarto, con el que cuajó dos tandas de naturales sencillamente magistrales por su trazo a cámara lenta y por su dificultad.
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Corrida de la Beneficencia Veraniego. La infanta Elena, en una barrera de sombra, recibió el brindis de los tres espadas. No hay billetes. 22.960 almas. Dos horas y cuarenta minutos de función.
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Toros Seis toros de Juan Pedro Domecq.
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Toreros Morante, una oreja en cada toro. Paseado a hombros por una multitud espontánea. Fernando Adrián, oreja y silencio. Borja Jiménez, silencio tras aviso y silencio.
Pisó entonces Morante los terrenos del toro mientras buscaba componer una de las imágenes icónicas del repertorio gallista: descolgado de hombros, frente al toro, le tocó con la mano el pitón como si lo acariciara. Los muletazos para cuadrar ese cuarto toro fueron modélicos. Una estocada desprendida que no se celebró con el mismo júbilo que la que fulminó patas arriba al altísimo primero.
Pero a esas alturas de la corrida la pasión por Morante ya se había desbordado y no atendía a otra razón que no fuera sacarlo por la puerta grande con la preceptiva segunda oreja, la del cuarto toro. El palco le había negado la segunda oreja del primer toro. Un pequeño pero sonoro coro de miaus había estado castigando al cuarto de Juan Pedro Domecq y de paso a Morante al comienzo de una faena con la que nadie contaba después de ver la violencia del toro en banderillas. Solo que Morante se propuso ganarles la partida a los censores jacobinos y se la ganó. Y al toro también. La manera de volcar el ambiente de la plaza, de hacerles sentir una tensión que él contuvo con molinetes sacado del antiguo toreo de recursos y hasta con un cambio de mano final que no fue de salida sino preludio de tres naturales empapados que pusieron a la gente de pie por segunda vez en esa faena jugada en un solo terreno.
En un solo terreno mínimo fue la primera faena que no tardó en romper aunque al toro le costó en principio salirse de tablas. Ayudados por alto a suerte cargada cosidos con el de pecho a pies juntos, dos tandas embraguetadas en redondo a cámara lenta, puro primor, puro compás, la segunda, abrochada con el natural, el de pecho y un molinete. Por la mano izquierda probo el toro antes de venirse, no repitió y Morante tuvo que obligarlo sin forzar la figura. Una de las claves de las pasiones desatadas por Morante fue, además del valor, la manera de estar, de entrar y salir de suertes, de componer. Los doce lances con que saludó y fijó el primer toro fueron una maravilla en capítulos. Dos de recibo, y se fue el toro, dos más, y otra vez el toro en fuga, de nuevo dos más y un delantal de remate. Se vino abajo la plaza en todas las bazas. Y de nuevo en las chicuelinas, la media y la serpentina con que puso el toro en suerte para el primer encuentro con el caballo.
Cinqueña, muy bien hecha, la corrida de Juan Pedro Domecq trajo dos toros de particular buena nota: un segundo codicioso muy completo, el mejor de la corrida, y un quinto que descolgó con muy caro son. Despegado y ligero Fernando Adrián con el uno, y falto de ideas con el quinto. Sin fortuna Borja Jiménez: un tercero venido a menos que se echó tras tres pinchazos y un sexto que precisó de ciencia mayor.
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