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Sigfrido Koch Bengoetxea, un «fotógrafo de su tiempo que buscaba la perfección»
La obra del Koch menos conocido será la primera que dará a conocer el Museo San Telmo
. En septiembre de 2010, la exposición 'Instantes atrapados', que tuvo lugar en la ya desaparecida Sala Kutxa Boulevard de San Sebastián, dio la medida ... del espacio que ha ocupado el apellido Koch en la historia de la fotografía vasca. La muestra que se organizó como homenaje a Sigfrido Koch Arruti (1936-1992) -el más conocido del linaje, junto con el primo de la rama vitoriana Alberto Schommer-, reunió trabajos de doce miembros de la familia, que representaban a cinco generaciones y a más de un siglo de fotografía.
Fuera de esa reunión circunstancial, el estilo y el legado fotográfico de Sigfrido Koch Arruti, que pese a su fallecimiento prematuro conformó una obra muy amplia, es el que ha quedado en la memoria. Sigfrido Koch es sinónimo de retratos de los personajes más destacados de la cultura vasca del siglo XX; de paisajes de aspecto onírico; de actividades deportivas o folklóricas a las que su objetivo dotaba de un halo fantástico...
Pero hubo otro Sigfrido Koch, su padre, de segundo apellido Bengoetxea -Bengoechea en las referencias de su tiempo-, que en su tiempo ganó numerosos premios, alcanzó mucha notoriedad y dejó en manos de la familia un archivo no muy extenso, pero más que significativo. Sus descendientes lo han donado, junto con el de Koch Arruti, al Museo San Telmo. Ambos archivos integrarán un único Fondo Koch.
«Son fotografias muy pensadas, reflexionadas, escenificadas..., imágenes planificadas al detalle»
La donación, que se materializó hace tan solo una semana, es el primer paso de un largo camino que conducirá a un mejor conocimiento de la obra de los Koch. No obstante, ya está consiguiendo sacar de las sombras en las que lo había sumido el tiempo a un fotógrafo cuya obra, tal como muestran las fotografías que ilustran este reportaje, cautiva a quien la contempla. La obra del Koch menos conocido será la primera que analizará y dará a conocer San Telmo, en principio dentro de un par de años.
Hijo de su tiempo
Carlos Cánovas, fotógrafo afincado en Navarra que además de desarrollar su propia carrera tiene mucha experiencia en la recuperación y la gestión de legados fotográficos, ya conocía los archivos de los Koch, ya estaba en relación con la familia antes de que prosperara la donación de los mismos a San Telmo. Junto con el historiador e investigador de la fotografía Lee Fontanella, colaborará con el museo dependiente de Donostia Kultura en las numerosas tareas que habrá que abordar hasta que, dentro de unos años, la obra de los dos Sigfridos, padre e hijo, está en condiciones de ser conocida y disfrutada por el público.
A la hora de referirse a ambos, entre quienes además de evidentes diferencias advierte semejanzas palpables, afirma que «en realidad, la fotografía va siempre de la mano del tiempo que nos toca vivir. Algunos contravienen su tiempo, pero no es el caso de los Koch. Tanto Koch Bengoetxea como Koch Arruti son fotógrafos que realizan una obra que se entiende bien en su contexto».
«No sabemos, yo no lo sé, con qué finalidad hizo eso que hemos llamado 'álbum de la guerra'»
Un contexto vital que, sobre todo en el caso de Koch Bengoetxea, tuvo episodios complicados. Su padre, Willy Koch, nacido en la región alemana de Renania en 1879, se había establecido en San Sebastián a finales del siglo XIX. Casado con la navarra Magdalena Bengoetxea, empezó a trabajar con el fotógrafo Benjamín Resines, pero pronto se estableció por su cuenta, rivalizando con su anterior empleador e inmortalizando a decenas de familias donostiarras y guipuzcoanas. Su única hija y sus tres hijos, Carmen, Willy, Sigfrido y Pablo, mantuvieron la relación con la fotografía, tanto a través de su propia obra como del estudio que regentaron en la Avenida de la Libertad, donde fue cambiando de ubicación hasta que lo cerraron en vísperas de la Guerra Civil.
Tal como recuerda Félix Maraña en la biografía de Sigfrido Koch Arruti que realizó para el catálogo de la exposición antológica que San Telmo dedicó al fotógrafo en 1993, a fin de alejarse de la Guerra Civil Willy Koch -cónsul de Alemania en San Sebastián-, recurrió a su pasaporte diplomático y repatrió a toda su familia -hijos, nuera y nietos- a Alemania.
Para entonces Sigfrido Koch Bengoetxea ya estaba casado con la donostiarra Ignacia Arruti, y en febrero de 1936 habían tenido un niño al que pusieron de nombre Sigfrido. Pasaron de una guerra a otra. Sigfrido Koch Bengoetxea, al igual que sus hermanos, fue llamado a filas por el ejército alemán. El frente de Rusia fue su destino hasta que desertó y, tras una larga peripecia, consiguió regresar a San Sebastián. Otro tanto hicieron sus hermanos. Entre todos, volvieron a poner en marcha el negocio familiar.
Heredera de la pintura
Les costó volver a levantar un estudio que encontraron destrozado. Tampoco fue fácil recuperarse de la experiencia de la guerra y la huida, pero la familia remontó el vuelo y Sigfrido Koch Bengoetxea no tardó en convertirse en un fotógrafo reconocido.
Cánovas considera que su obra «tiene mucho que ver con lo que se hacía entonces, con el planteamiento estético de su tiempo. Es una obra cercana a las pautas pictorialistas, y hereda de la pintura muchas de sus características. Son fotografías muy pensadas, reflexionadas, escenificadas... En la mayoría de las ocasiones, la imagen está construida, planificada en todos los detalles».
El dominio de la técnica tiene también mucho que ver en el hecho de que la obra de Koch Bengoechea sea «muy seria, muy rigurosa, de una factura perfecta, impecable, que lo acerca al clasicismo. Su fotografía tiene un blanco y negro perfecto, entendiendo como perfección la perfecta definición, la calidad tonal, el tratamiento de las luces, la armonía...».
«Si uno toma a fotógrafos contemporáneos suyos esas características se puede detectar en muchos. En ese sentido no se sale mucho de la forma de hacer general, es un fotógrafo de su tiempo, pero destaca por su búsqueda de su perfección», afirma Carlos Cánovas, y admite que no hay un único Koch Bengoetxea. «En realidad, es una única persona pero tiene dos facetas: una orientada a un trabajo más comercial, y otra orientada a un trabajo más personal. Parece una contradicción, pero no lo es. También podemos decir lo mismo en el caso de Koch Arruti. Son fotógrafos que diferencian bien ambos campos, dos caras de un mismo trabajo y una misma persona».
En el caso de Koch Bengoetxea, en el archivo que ha recibido San Telmo están representadas ambas facetas. Si se compara con el de su hijo, no es muy extenso. Carlos Cánovas asegura que «es evidente que hizo muchas más fotografías, pero lo que tenemos está aquí, desconozco qué pudo pasar con el resto». Está, por ejemplo, la maqueta con 138 positivas de un libro, 'País Vasco. Guipúzcoa', para el que pasó años creando material. Publicado en 1948, el lujoso libro de fotografías con textos de Fausto Arocena o José de Artetxe, entre otros, tuvo mucho éxito.
El legado contiene otro libro, más bien un álbum de factura casera, que de momento es un enigma. «Son más de 230 fotografías de pequeño formato, de 7x10 centímetros, casi todas en blanco y negro, algunas reproducciones, imágenes bastante diversas... Yo diría que algunas de las fotografías de lo que hemos llamado 'álbum de la guerra' son suyas, y que otras llegaron a sus manos. La temática dominante es la guerra, aunque no todas son de la Guerra Civil. El hilo conductor es la destrucción. También hay imágenes de acuartelamientos, de soldados... No sabemos, yo no lo sé, con qué finalidad lo hizo».
Llegará el momento de aclararlo pero, a juicio de Cánovas, que recalca que es su opinión personal, «la primera labor consiste en clasificar bien todo el material e ir atacándolo en función de su interés y su estado; ver cuáles están peor y tienen más riesgo, establecer prioridades y realizar las curas de urgencia. Y a partir de ahí, establecer un programa de catalogación, digitalización y divulgación. Es un proceso muy complejo».
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