La agenda portátil
El rosco que nunca escribiremos. O síEl Madelman de los Reyes Magos, las fiebres de la gripe, el rosco de Rafa Gorrotxategi y el Aquarium que crece: salsas y solomillos según Gorka Larrea
Imagina que eres periodista y te toca publicar tu artículo sabatino un día de Reyes Magos. Como hoy. Puedes escribir otra vez del remoto momento ... de la infancia en que recibiste el regalo de la bici, del año en que el regalo principal llegó un 13 de enero porque se retrasó la llegada a la juguetería del helicóptero de los Madelman, del día que viste a tu madre echar una lágrima cuando le revelaste que ya sabías quiénes eran de verdad sus majestades. Qué tontería, pensabas, tampoco es para tanto. Luego supiste que sí lo era, cuando te ocurrió lo mismo pero en el papel de padre: es el instante en que se certifica el fin de la inocencia, o algo así. No, no voy a hacer El Artículo de los Reyes.
Imaginemos ahora que escribes en plena epidemia de gripe rodeado de fiebres y toses. Cabe reflexionar otra vez sobre la importancia de la salud, y sobre cómo todo lo demás queda relegado a un segundo plano cuando los virus atacan. Pero tampoco se trata hoy de hacer un Paulo Coelho. No hay que elegir entre salud, dinero o amor: lo queremos todo y lo queremos ahora, como niños malcriados.
Sigamos imaginando, porque este papel lo escribo hoy en colaboración con ustedes: ¿recurrimos a hablar del rosco. El otro día llamé a mi amigo Rafa Gorrotxategi para la newsletter de Gastronomía de DV y someterle a una especie de 'rosco' txikito, al estilo de 'Pasapalabra', a él, que es uno de los maestros del rosco. «No veo 'Pasapalabra'», me advirtió. «A esa hora no estoy en casa y además consumo poca tele». ¿Él dice rosco o roscón? «Digo 'rosco', del mismo modo que digo 'chuleta' y no 'chuletón'», responde el confitero. «'Pasteleros', como decía mi padre, son los políticos», matiza.
Gorrotxategi tiene en Tolosa un museo que es como el Guggenheim del chocolate. También podría escribir este sábado de balances de museos, que vuelven a batir récords de asistencia. Cerré el 2023 visitando el Guggenheim de Bilbao y disfrutando de la maravillosa exposición de esculturas de Picasso. También vi en su terraza, asomadas a la ría, sus esculturas de Chillida, artista que también merecería hoy su artículo, pero lo merece tanto que ya le dedicamos un espectacular suplemento en este periódico, un especial que hemos preparado con mimo. El miércoles es el centenario de su nacimiento.
Hablaba de museos. El Aquarium sigue siendo el segundo más visitado del País Vasco, después del gigante bilbaíno de titanio, y el número uno en Gipuzkoa. Felicité a su directora, Esther Irigaray, y me contó sus planes, que nunca descansan, ahora con el horizonte del centenario del edificio, en 2028.
La Navidad empezó con la felicitación de Rafael Munoa (que ahora llega del más allá de la feliz mano de su hijo Claudio) y termina con la de Gorka Larrea, que veo con retraso. Siempre imaginativo, el exfutbolista manda un 'cuadernillo Rubio' con deberes para el nuevo año. «Celebremos la vida, que la salsa no se coma el solomillo», dice. Pues eso.
En voz baja
Del Puente Colgante a Punta Galea, otro paseo
Yo soy yo y mis paseos. Ese 2023 que llegué a Santiago a pie de zapatilla o recorrí Igeldo tantas veces como el pasillo de mi casa lo cerré con otra caminata aparentemente sencilla pero exótica, según se mire: del Puente Colgante hasta Punta Galea.
Estábamos por Bilbao y queríamos estrenar la Mugi en el Metro del Botxo (qué bien que terminen llegando esas medidas tan básicas como permitir el uso de la tarjeta de transporte guipuzcoana al otro lado de la autopista, y viceversa). Fuimos hasta Las Arenas, nos asomamos al puente que une ese punto con Portugalete y seguimos por la margen derecha hasta Algorta, a través de sus playas y los restos de villas de las glorias neguríticas. Nos detuvimos con un almuerzo en el puerto viejo, con su plaza tan acogedora aunque tenga un aire irreal de decorado de zarzuela de Guridi (¡qué buenos los txipirones en su tinta!) y luego continuamos hacia Aixerrota y los acantilados donde la ría se asoma ya al mar.
Qué bueno cerrar el año al oeste del Edén. Y tomar un bollo de mantequilla en Arrese, degustar entre turistas las excelencias de La Viña del Ensanche o tomar una copa nocturna en el bar del hotel Dómine. Y luego, volver a Donostia.
mezquiaga@diariovasco.com
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