Del gusto veraniego

Una comedia no puede ser únicamente una sucesión de chistes, unos actores con mayor o menor disposición a lo cómico o un lío de cruces y sorpresas comúnmente conocido como enredo. Todo ellos son elementos casi siempre necesarios, sobre todo si se ha optado por un toque de vodevil. Y todo ello se sujeta o se tambalea en el texto. Por eso, porque el texto falla, esta pieza vive entre temblores, entre mucha algarabía y una comicidad más forzada que real.

¿Es divertida? Pues sí, aunque eso ya dependerá de gustos, pero en general tiene elementos para entretener si nos metemos en ese mundo en el que los actores corren como pollos sin cabeza (léase con el acento de Toshack cuando describía a sus despistados jugadores correr sin ton ni son por el verde).

'Un Oscar para Oscar' parte de una buena idea: reunir en una especie de camarote de los Hermanos Marx a un joven director candidato al Oscar al mejor cortometraje, a un ministro de Cultura, a la ministra de Hacienda y a una acompañante de pago para el nominado. Servido el lío, el autor le saca poco juego y, como a la vez es el director, tampoco lo arregla por ese lado. Con algunos actores tirando al exceso y situaciones poco imaginativas, la función se alarga en su duración. Quizás con algunos minutos menos podría ir a lo esencial.

Los intérpretes mantienen la comedia a flote, con la comicidad de Aguinagalde tirando, aunque sea a golpes, de un espectáculo apto para pasar un rato entretenido muy del gusto veraniego. s