Ver fotos
Ricardo Ugarte abre las puertas de su recóndito 'museo' de esculturas
El artista pasaitarra, que este mes ha cumplido 80 años, conserva en una parcela de la falda de Igeldo más de 60 obras de toda su trayectoria
Aunque Ricardo Ugarte nunca perteneció al afamado Grupo Gaur, sí lo hizo a la Escuela Vasca de Arquitectura, de la que es hoy su único superviviente. Durante aquellos largos preparativos de 'Itsas Burni', por el lugar pasaron compañeros como Nestor Basterretxea y Jorge Oteiza, quien siempre animó a Ugarte en su empeño por crear en este enclave un espacio propio. «Los tres teníamos una amistad entrañable. Jorge tenía un sentido del humor que te mondabas y con Nestor expusimos conjuntamente más de una vez. Con Remigio Mendiburu tuve menos contacto», recuerda el artista. Sobre el futuro de 'Itsas Burni', Ugarte afirma: «Lo estamos debatiendo Julia y yo. El futuro será mantenerlo así, tal cual está, a través de nuestros cuatro hijos».
Pocas veces la expresión «lugar recóndito» tiene tanto sentido. A quince minutos de Donostia, en la ladera norte del Monte Igeldo, una parcela de terreno de fácil acceso siempre que se conozca el camino alberga un compendio escultórico de casi medio siglo de trabajo del artista Ricardo Ugarte (Pasaia, 1942). Casi hectárea y media de terreno privado, a medio camino entre lo ajardinado y lo silvestre, acogen unas sesenta esculturas en acero que Ugarte ha creado desde 1978, con la serie 'Aleteos', hasta 2020, con 'Homenaje a Blas de Lezo', cuya versión definitiva se puede contemplar en Pasaia. El escultor, único superviviente de quienes conformaron la Escuela Vasca de Arquitectura, cumplió ochenta años el pasado día 6. Y aquí, en 'Itsas Burni-Mar y Hierro' quiere que descansen sus cenizas, eso sí, «dentro de muchos años».
«Igeldo me encantaba»
Situado en el municipio de Donostia, este enclave con vistas al mar –Getaria al oeste, Francia al noreste–, no ofrece un itinerario cerrado al visitante, sino un 'salpicón' de esculturas que permiten contemplar la evolución escultórica de Ugarte. 'Itsas Burni' es el resultado de una intuición que el artista tuvo hace ya más de medio siglo, en concreto en 1970, cuando adquirió esta parcela a sus antiguos propietarios tras conseguir un préstamo bancario.
«En 1970, Igeldo era un espacio que a mí me encantaba y una vez, un amigo me puso en contacto con un casero, que ejerció de intermediario con los verdaderos propietarios del terreno, y un día de diciembre, en medio de una tormenta, vi la parcela». La adquirió ya con el objetivo de convertirla en lo que hoy es, «crear un espacio de esculturas y árboles muy a largo plazo porque aquí no había ni caminos, ni acceso, ni nada. La gente me decía que estaba loco. Por aquel entonces, aquí sólo había roca y argoma», un arbusto con pinchos «que da unas flores amarillas en invierno».
Fueron los propios –y escasos– vecinos que en la época habitaban en esa zona, entre ellos un arquitecto, quienes se encargaron de habilitar un camino. «Incluso hubo que dinamitar rocas. Fue un proceso de muchos años, pero una gozada porque fue un no parar», recuerda el escultor. «Siempre hay más trabajo del que puedes abarcar».
A día de hoy y tras décadas de trabajos de acondicionamiento a cargo del propio Ugarte y de su compañera desde hace 44 años, la escritora Julia Otxoa, árboles de distintas especies y una tupida vegetación que acoge las esculturas conforman el paisaje que alguien calificó como «una obra de arte» en sí mismo. Diversas obras y maquetas de las series de los 'ojos de buey', las 'proas', los 'castillos de popa', las 'txalapartas' y las 'anclas' surgen aquí y allá en un recorrido que no está abierto al público, aunque sí a estudiosos de la obra de Ugarte y a amigos de la pareja.
Nunca quiso acudir a las instituciones en busca de colaboración, ya que «esto es un invento nuestro y meterlas sería oficializar el tema. Aquí sólo vienen amigos y estudiosos de mi obra o de la de Julia. Es el resultado de un esfuerzo conjunto».
Frente al resultado de su dilatada trayectoria artística, Ugarte reconoce sentirse «bien porque todas las obras forman parte del mismo discurso: unas esculturas te van llevando a otras. Cuando ves una obra de hace treinta años, notas que ya había indicios que te llevaban a la siguiente». Y cita varios ejemplos: «Los 'ojos de buey' son el resultado de un proceso marítimo que conecta con las 'proas', en las que recorté con láser toda la silueta y con una plegadora le daba la forma. Luego viene el necio y te dice: 'Eso lo hago yo'. Pues muy bien, pero a mí me ha costado cuarenta años llegar a ese punto».
El siguiente paso en ese 'proceso marítimo' fueron las 'velas', cuyo máximo exponente es el 'Homenaje a Blas de Lezo' de Pasaia. «Blas de Lezo tiene esculturas en muchos lugares de España e incluso en Cartagena de Indias, pero le faltaba una en su pueblo, que es también el mío».
«Soy profeta en mi tierra»
El escultor, cuya obra pública está ampliamente representada en localidades de todo el País Vasco y en instituciones museísticas como el Museo Reina Sofía, se muestra satisfecho con el reconocimiento que ha tenido en Euskadi. «No puedo decir que no soy profeta en mi tierra porque sí lo he sido».
En este punto, evoca la inauguración de su primera escultura pública, «la de la Plaza Centenario de Donostia, que tuvo lugar el 20 de enero de 1970, con la presencia de una tamborrada. Fue el resultado de la I Bienal Internacional de Escultura, que tuve la suerte de ganar. Eso supuso un reconocimiento de mi obra a mis veintitantos años». A partir ahí, su trayectoria fue ascendente. En 1973, la Bienal de Tenerife le permitió colocar su escultura entre las de Henry Moore y Calder. «Y yo encantado de la vida».
A sus ochenta años, se mantiene activo «porque es la creatividad lo que te permite conservarte en forma». Ahora mismo dedica sus esfuerzos a dos proyectos: por un lado, organiza una recopilación de todos los textos que ha escrito para trabajos ajenos, ya sean catálogos artísticos, prólogos de libros o artículos de prensa. Bajo el título de 'Singladuras', el volumen, que incluirá fotografías, se publicará en otoño o en invierno. Y por otro, prepara la exposición que, junto a su hijo Urko y a Julia Otxoa, protagonizará en la Casa de Cultura de Okendo el próximo mes de noviembre. Allí tiene previsto exponer doce esculturas y obra gráfica, poesías visuales de Otxoa y varios cuadros de Urko. «Será una exposición familiar, invento de Julia, que nos propuso exponer los tres juntos y la idea encantó a la Casa de Cultura».
Mientras, Ugarte ya tiene decidido el lugar en el que quiere que reposen sus cenizas cuando fallezca: «En el estanque exterior, hay una 'Proa' que tiene debajo dos recipientes con mi nombre y el de Julia. Queremos que nos incineren y dejen nuestras cenizas ahí. Dentro de muuuuchos años», concluye el veterano artista pasaitarra.
Oteiza y Basterretxea estuvieron aquí
Aunque Ricardo Ugarte nunca perteneció al afamado Grupo Gaur, sí lo hizo a la Escuela Vasca de Arquitectura, de la que es hoy su único superviviente. Durante aquellos largos preparativos de 'Itsas Burni', por el lugar pasaron compañeros como Nestor Basterretxea y Jorge Oteiza, quien siempre animó a Ugarte en su empeño por crear en este enclave un espacio propio. «Los tres teníamos una amistad entrañable. Jorge tenía un sentido del humor que te mondabas y con Nestor expusimos conjuntamente más de una vez. Con Remigio Mendiburu tuve menos contacto», recuerda el artista. Sobre el futuro de 'Itsas Burni', Ugarte afirma: «Lo estamos debatiendo Julia y yo. El futuro será mantenerlo así, tal cual está, a través de nuestros cuatro hijos».