Un retrato familiar
Crítica teatral: 'Mi hijo solo camina un poco más lento' ·
La función es una obra coral que tiene en ello lo mejor y lo peor de su propuesta. La parte buena es la composición de ... un bodegón humano desde nueve personajes. La multiplicidad de miradas que ello conlleva, la capacidad para ir formando una historia desde una suma de retazos que, a modo de puzle, acaba por formar una fotografía de conjunto. Las obras con muchos personajes, en los que todos o casi todos se reparten el protagonismo, suelen tener la virtud de multiplicar su fuerza, de ir creando una suma de energía que difícilmente se logra con unos personajes centrales que todo lo acaparan. En ese sentido este montaje contiene algunas de esas bazas.
La parte menos buena es cuando todo esto se traduce en una especie de 'el que mucho abarca poco aprieta' porque la mayor parte de los personajes son dramáticamente delgados. Algunos directamente prescindibles. Si quitas tres o cuatro no pasa nada. Sin duda el de la madre, bien encarnado por Mireia Gabilondo y escoltado con efectividad por la abuela que interpreta Klara Badiola, son el motor de una función bien hecha, pero demasiado escorada al sentimentalismo. Aunque se tocan temas esenciales, se hace desde una ligereza que resta impacto.
Por un instante me recordó a la magnífica 'La omisión de la familia Coleman', del argentino Tolcachir, pero más superficial y con un tono falto de emoción real, más allá de la que verbalizan los personajes. Aun así el montaje mantiene el interés en todo momento y se hace agradable de ver, además de mostrar a modo de boceto temas importantes que a todos nos tocan en lo más profundo. En ello se encuentra lo mejor.
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