

Pablo Benegas | Músico de La Oreja de Van Gogh
«Nos unió el pacifismo activo contra ETA; la música vino después»Publica 'Memoria', una crónica valiente de cómo le marcó la violencia en Euskadi, pero también del nacimiento de La Oreja. «No quiero que se olviden los años del terror y del odio», asegura el músico
Son tres libros en uno: Pablo Benegas (San Sebastián, 1976) cuenta en 'Memoria' cómo vivió los años más duros del terrorismo de ETA en una ... Donostia en blanco y negro, pero también cómo nació su pasión por la música y cómo gestó con sus compañeros el proyecto de La Oreja de Van Gogh. La reivindicación de su padre, el político socialista Txiki Benegas, o los asesinatos de Enrique Casas y Fernado Múgica se mezclan en el libro con los primeros conciertos del grupo en el bar El Moro, el día que conoció, vestido de tuno, a Amaia Montero, o la tarde en que los componentes del grupo parieron en la terraza del Pokhara la idea de llamarse La Oreja de Van Gogh.
«Estoy nervioso porque he dado muchas entrevistas sobre música, pero debuto en hablar de un libro tan personal», confiesa Pablo Benegas al llegar a la playa de Ondarreta, donde hacemos las fotos porque aquí fue donde La Oreja vivió su primer espaldarazo al ganar en la Semana Grande de 1997 el concurso Ciudad de San Sebastián. Tras la charla se escapa para ocuparse de sus cuatro hijos, de 14, 11 y, las mellizas, de 9 años. «Para ellos, y para que las nuevas generaciones conozcan nuestra historia, he escrito este libro», dice.
– ¿Por qué un músico en pleno éxito, con millones de discos vendidos y giras multitudinarias en España y América, acomete este 'striptease' sentimental?
– Me apetecía parar y mirar hacia atrás. La vida va muy rápida, más si eres padre, y me apetecía comprender muchas cosas de mi propio pasado, aprender y entender de dónde venimos. Ha resultado terapéutico, porque he llegado a lugares que aún no tenía procesados. Quería comprender y comprenderme, y perdonarme muchas cosas. También me he dado cuenta de que la memoria acaba sufriendo el sesgo biográfico de cada uno, porque todos intentamos ajustar nuestras contradicciones.
– Dice que ha escrito pensando en sus hijos, para que quedara constancia de un tiempo.
– Los he tenido en mente porque somos padres de la primera generación de niños que va a crecer sin el terrorismo de ETA. Es nuestra responsabilidad contarles qué pasó, por respeto hacia las víctimas del terrorismo y también para proyectar una futura convivencia en paz. Es necesario que sepan que en las calles donde ahora quedan con sus amigos se mataba a personas por pensar diferente, y que también había personas que se jugaron la vida para que ellos ahora mismo tengan estas libertades.
– Es muy valiente porque podía haber contado solo la parte luminosa del pasado, la creación del grupo, pero también rememora el lado más tenebroso.
– Me interesaba contar cómo mi amistad con los otros miembros del grupo me llevó a otro lugar. Yo vivía en Donosti, era estudiante de Derecho, tenía algunos vínculos con las Juventudes Socialistas, era un pacifista activo... Mi vida iba a ser otra, pero el montar un grupo de música con unos amigos me deparó otro futuro.
«Con 7 años tuve que consolar a mi madre, que lloraba en la cama tras el asesinato de Casas. Es mi primer recuerdo del terror»
«No quiero ser grandilocuente, pero mis amigos y la música me salvaron, llevaron mi vida a un lugar luminoso»
– En el libro confiesa, «sin querer ponerme grandilocuente», que la música y sus amigos le salvaron la vida.
– Lo digo con prudencia porque no me quiero dar ninguna importancia: lo que pasó fue muy grave para mucha gente, hubo quien perdió la vida, quien se enfrentó al terrorismo muchísimo más que yo. Gracias al grupo y a la música accedí a una vida de luz, de color, de alegría, antagónica a la que parecía que iba a ser la mía.
– El libro empieza muy fuerte: usted, con 7 años, consuela a su madre, que está llorando en la cama porque han matado al socialista Enrique Casas.
– Sí, claro, es mi primer contacto con el terror: ese niño siente que ocurre algo que no es normal y se invierten los papeles naturales, es el hijo el que intenta dar consuelo a la madre. Ella, como mi padre, intentaron blindar mi día a día, pero hubo momentos en que eso ya fue inevitable.
– ¿Ha leído el libro su madre?
– Sí, aunque le ha costado mucho: ella aún no consigue hablar de ciertas cosas, sufre, sigue pensando que hay que vivir el dolor hacia dentro, heredera aún de la costumbre de callar. En mi libro hay un homenaje a todas esas mujeres de personajes públicos que se la jugaban en el exterior mientas ellas renunciaban a todo pero pasaban el mismo miedo.
– La sombra de su padre está presente en muchas partes del libro: lo recuerda con orgullo, aunque ser el hijo de Txiki le pesó en algunos momentos.
– Durante años, que pronunciaran mi apellido parecía una amenaza, algunos me miraban con odio por ser hijo de Txiki Benegas. El odio es terrible porque deshumaniza, quien odia no ve a una persona sino a un enemigo. Yo recibí ese odio en años de adolescencia que ya son complicados en sí mismos, por tus inseguridades, y mi apellido agravó todo. Pero estoy orgulloso de que gracias a mi padre y sus compañeros estamos hoy aquí.
– Muchos seguidores de La Oreja descubren ahora su implicación tan directa en el pacifismo activo, que se concreta en momentos como los vividos tras el asesinato de Gregorio Ordóñez.
– El asesinato de Ordoñez fue otro de esos momentos de convulsión en los que pensabas que debías hacer algo. Nos juntamos gente como Arritxu y Mónica Marañón, dos hermanas maravillosas que estaban en Juventudes Socialistas, e improvisamos una manifestación desde la universidad hasta el Ayuntamiento. Hicimos una pancarta que rezaba 'sin tolerancia qué nos queda' y conseguimos parar la facultad, sacarla de la anestesia emocional.
– En el pacifismo se encontró con sus compañeros de grupo.
– Ese activismo pacifista lo encontré en mis compañeros antes de que fuéramos un grupo. Estábamos indignados con lo que pasaba con ETA y nos sumábamos a todas las manifestaciones convocadas por Denon Artean, Gesto por la Paz o los partidos políticos, pero sentimos la inquietud juvenil de hacer algo, y eso nos llevó a formar una plataforma ciudadana que se llamaba Basta Ya.
«Conocí a Amaia Montero en una cena, yo vestido de tuno. Ella nos insufló ambición de la buena para crecer y tener objetivos»
«Nuestro contrato con Iñigo Argomaniz no llenaba ni un folio. No ha habido que revisarlo en casi 30 años juntos»
– En el libro reivindica aquel Basta Ya, distinto a la evolución posterior de esa plataforma.
– Basta Ya surgió de una manifestación que convocó Denon Artean frente a la sede de HB en la calle Urbieta. Queríamos hacer algo distinto y cada uno cogimos un cartel individual donde ponía 'basta ya'. Luego pedimos permiso a Cristina Cuesta para seguir con esa idea y ahí seguimos muchos: entre ellos, los que luego seríamos La Oreja. Pasar miedo juntos une mucho. La sensación de pertenecer a algo y de hacer algo juntos la tuvimos primero en esta plataforma. Nuestro Basta Ya pedía a ETA que dejara de matar y a HB y su entorno que dejara de apoyarlo, pero no quería significarse con nada más.
– Y mientras pasaba todo eso, entra el veneno de la música.
– Un día cogí aburrido la guitarra de mi abuelo y empecé a sentir cosas. Luego llega el primer concierto de mi vida, el de U2 con la gira Zoo TV, en el Velódromo de Anoeta. Estuve dos días en una nube. A partir de ahí intenté ir a todos los conciertos que pude y a juntarme con amigos para hacer música. Los del grupo Oh Glaucón eran íntimos, nos dieron envidia y dijimos, ¿por qué no nosotros? El origen del grupo fue muy natural.
– En el libro lo cuenta con detalle: el primer concierto en el bar El Moro, aún sin nombre, y la aparición de Amaia Montero.
– Ya confieso con humor en el libro que fui miembro de una tuna. Y así, vestido de tuno, conocí a Amaia, que estaba en una cena con unas amigas. Cantó ella al final y quedé alucinado con su voz. La llamamos, ella pidió a su madre que dijera que no estaba... pero al final quedamos y encajó con naturalidad. Además nos dio un punto de ambición, de la buena, que nos hizo crecer.
– En 'Memoria' relata el crecimiento del grupo desde el primer concierto con Amaia en El Moro, el 18 de julio de 1996.
– He querido agradecer a tanta gente que nos ayudó por el camino. Fermín en El Moro, Oscar Casbas para otro momento especial en El Cine, Tristán Montenegro que nos dejó Bataplán para el concierto que iba a ver Jennifer Ces de Sony (a la que mandó una maqueta mi mujer cuando aún solo éramos amigos), el Dionis, donde nos pagaron 6.000 pesetas por el primer concierto cobrado...
– También cuenta un momento doloroso: la expulsión del grupo de Luis Meyer, hoy periodista en Madrid.
– Fue muy doloroso y no actuamos bien. Me cuesta hablarlo. Nos cegó la ambición de la mala y pensamos que no encajaba. Lo he contado con su permiso.
– El punto de inflexión fue ganar en 1997 el concurso de Pop Rock en la Semana Grande.
– Fue una de las alegrías más bonitas que nos hemos llevado: empezamos a creer que podíamos incluso llegar a grabar un disco.
– También destaca el papel de Iñigo Argomaniz.
– Fue fundamental. Hace falta alguien a tu lado que tenga esa mirada de luces largas . Hicimos un primer contrato que no llenaba ni una hoja y que no hemos vuelto a revisar casi 30 años y 1.500 conciertos después. Nuestra confianza sigue intacta.
– También recuerda el primer disco, con refuerzo de músicos de estudio, eso que ahora se presenta como una revelación.
– Nunca lo ocultamos. Había que grabar en solo unos días y Alejo Stivel, el productor, decidió el apoyo de profesionales. Pero eran nuestras canciones y estamos ahí. Aunque el segundo disco, El viaje de Copperpot, lo sentimos más nuestro: somos nosotros al cien por cien, con nuestras imperfecciones.
La primera presentación, en Aula DV: «Todo esto es nuevo para mí»
Dice Pablo Benegas que se siente inseguro en su nueva andadura como «escritor», aunque le asusta la propia palabra. La primera presentación pública de 'Memoria' será en Aula DV, de la mano de El Diario Vasco, el próximo martes, 4 de junio, a las 19.00, en el Aquarium donostiarra. Le acompañará su amigo Eduardo Madina, exdiputado socialista. La entrada será libre hasta completar aforo. Y servirá para hablar del nacimiento de La Oreja de Van Gogh y para volver a aquella época difícil. «Es buena la reflexión autocrítica, pensar dónde estaba cada uno en ese momento y por qué cuando se asesinaba en nuestras calles no había una respuesta colectiva. No se trata de juzgar ni de señalar, porque el miedo siempre andaba por ahí, pero esta sociedad tardó en reaccionar», dice. «Es necesario contar las cosas que pasaron aquí para que nuestros hijos también sepan que no debe volver a ocurrir. Hay muchos que todavía no han aprendido nada porque siguen transmitiendo el odio a sus hijos. Lo urgente es drenar ese odio y sacarlo de esta sociedad», añade. El libro termina en el segundo disco. ¿Continuará? «No quiero hacer la historia del grupo. No lo sé. Solo quería contar ese momento». ¿Y cómo está hoy? «Congelaría este presente. Tengo 47 años, cuatro hijos, el grupo disfruta de seguir haciendo canciones, de tocar, de recibir el cariño de la gente...».
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