Rafael Moneo: «Estoy orgulloso de que el Kursaal se haya convertido en el cuarto de estar de la ciudad»
20 aniversaio del Kursaal ·
Rafael Moneo cree que la acogida que ha tenido el Kursaal confirma que «era la solución que mejor se ajustaba a lo que San Sebastián necesitaba»Hace más de dos décadas, el Kursaal reforzó las relaciones sentimentales que Rafael Moneo (Tudela, 1937) tenía desde niño con San Sebastián, y las enriqueció ... con la trascendencia que ha tenido en su trayectoria profesional.
El vigésimo aniversario de una de sus obras más representativas -«a juicio de los expertos, está entre mis cuatro o cinco trabajos más destacados», recordaba ayer-, ha inducido al arquitecto navarro a revivir el ánimo con el que afrontó un reto muy complicado, así como a reflexionar sobre las razones por las que San Sebastián ha integrado en su identidad las dos rocas varadas que intuyó en la desembocadura del Urumea.
«He revivido el proceso, he vuelto a mirar cómo fueron las otras soluciones y creo que la que hoy vemos construida era y es la que mejor se ajusta a lo que la ciudad necesitaba. Ha sido una suerte para San Sebastián haber elegido tan bien», afirmaba -minutos antes de sentarse a charlar, del Kursaal y de lo que pudiera surgir, con Iñaki Gabilondo-, con la naturalidad que se pueden permitir quienes están más allá de esa forma de vanidad que es la falsa modestia.
«Tuve muy claro que ese emplazamiento necesitaba una propuesta arriesgada»
Para cuando fue invitado al concurso internacional convocado para dar una solución definitiva al enorme boquete que se conocía como Solar K, Rafael Moneo ya era un arquitecto veterano y muy reconocido. Tuvo muy claro cómo jugar sus cartas, tal vez -solo tal vez-, porque su prioridad no era ganar. «No jugar creyendo que se va a ganar y hacerlo como quien se sienta a la mesa de un casino puede ayudar», decía ayer.
No obstante, «gracias a la valentía de quienes asumieron el riesgo de elegir la solución más inesperada, algo que admiro», ganó, y creó una obra que «para mí ha sido importantísima. Antes ya tenía trabajos relevantes, pero ninguno de los proyectos tenía el atrevimiento que tiene el Kursaal. Me debí de sentir con fuerzas para hacer una propuesta de mucho riesgo en la que había mucho más que conocimiento. Se aceptó la respuesta intuitiva y, en ese sentido, es un trabajo muy importante».
La casa de todos
«Tuve muy claro que lo que necesitaba este emplazamiento magnífico no era una solución basada en la arquitectura convencional, sino una propuesta arriesgada que, al mismo tiempo, reconociera una de las principales características de San Sebastián: la simbiosis entre la geografía y la ciudad. Eso ya justificaba que el Kursaal no fuera un edificio convencional, sino todo lo contrario: uno que rompiera con esa ciudad ordenada y cuidadosa», afirmaba, mientras en el exterior del 'cubo pequeño' crecía la cola para asistir al encuentro entre dos personas sabias.
Rafael Moneo conocía San Sebastián lo suficientemente bien como para anticipar que los partidarios que la «ciudad ordenada y cuidadosa» no iban a aplaudir su propuesta arriesgada. No parece que las críticas le hicieran mucha mella: «Quien hace una obra pública tiene que aceptar la polémica».
También tuvieron que hacer frente a «la dificultad de ejecución que supone llevar al plano de la construcción dos piezas que tienen un desarrollo escultórico de inspiración oteiziana». Conseguir que respondiera al ambicioso programa que corresponde a un edificio con múltiples funciones tampoco fue fácil.
Finalmente, al margen de los premios y las distinciones que le ha granjeado el proyecto y del peso que ha tenido en su trayectoria, de lo que más satisfecho está Rafael Moneo es del uso que le ha dado San Sebastián al Kursaal, de su protagonismo cotidiano, ratificado por la variedad y la intensidad de usos que muestra el informe elaborado con motivo del vigésimo aniversario.
«El proyecto no tiene una ampliación muy clara. No me atrevería a poner una tercera pieza»
A juicio del arquitecto, «en la medida en que es un edificio público, es una suerte que se viva como si fuera la casa de todos. De lo que más orgulloso me siento es de que se haya convertido en el cuarto de estar de la ciudad». Por eso cree Rafael Moneo que el edificio está envejeciendo bien. Hay una razón constructiva -«elegir el material era clave, y desde el principio nació como un edificio de vidrio»- y otra relacionada con esa imbricación en la vida de la ciudad, «porque los edificios que mejor envejecen son los que más se usan y, por lo tanto, mejor se cuidan».
Esa dimensión tan cotidiana obliga a hacer algunas concesiones que, «si me pusiera puritano y hablando en términos privados podrían conducirme a la queja», como la iluminación dirigida «a transmitir mensajes». No obstante, por encima de su visión «está la función que tiene en la ciudad, y por eso lo entiendo».
Las que no tiene tan claras son las condiciones de una hipotética ampliación. «El proyecto no tiene una ampliación muy clara, no es una arquitectura preparada para grandes cambios. A lo mejor pequeñas mejoras... Su fundamento son esos dos prismas oblicuos sometidos a las tensiones que se crean entre Urgull y Ulia. Yo no creo que me atreviese a poner una tercera pieza», aseguró.
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