La nao 'San Juan' muestra sus entrañas
A bordo ·
Los visitantes de la factoría Albaola pueden conocer ya y hasta el próximo 21 de septiembre el interior de la réplica del navío del siglo XVI que se construye en PasaiaDesde ayer y hasta el próximo 21 de septiembre, la oferta de la factoría marítima Albaola de Pasaia ya no se limita a una visita ... a sus instalaciones (14 euros): ahora también propone una visita al interior de la réplica de la nao 'San Juan', el ballenero del siglo XVI cuyo pecio se localizó hace casi medio siglo en la Red Bay canadiense, en donde permanecía desde su hundimiento en 1565. La visita, que se realizará en grupos de un máximo de diez personas, tiene una duración de veinte minutos y un precio de 30 euros. Hay dos diarias –a las 18.00 y a las 18.30–, en cuatro idiomas, según el día –castellano, euskera, inglés y francés–. «Es una visita excepcional, única, que no está dirigida al gran público», explica el responsable de Albaola, Xabier Agote.
Lo que la oferta de visitas a «las entrañas» del barco propone es un recorrido a través de las instalaciones del navío, en un momento en el que la construcción de la embarcación está prácticamente terminada a falta de los remates, pero en la que aún se pueden detectar el rastro de los procesos tradicionales que se han seguido durante todos estos años. Y esto es con lo que se encontrarán los visitantes, desde la cubierta más baja hasta los puentes de mando de cubierta:
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La sentina. Se sitúa en el fondo de la nao. Aquí se acumulaba el agua –algo que en la nueva versión no debería pasar–, para cuya evacuación era preciso instalar una bomba de achique en cuya construcción trabajan ahora los operarios de la factoría marítima: un haya de más de seis metros de longitud atravesada longitudinalmente por un orificio. Además, una pieza instalada aquí sujetará el palo mayor del navío, de veinte metros de altura, al que se le añadirá otro de menor grosor y longitud –unos doce metros–. En el viaje de ida y con el objetivo de que el peso diera estabilidad a la embarcación, la sentina se llenaba de piedras y tejas que servían de lastre. A la vuelta, acogía tres niveles de barricas llenas de aceite de ballena. Era un lugar al que la tripulación, conformada por sesenta personas, apenas accedía durante el viaje.
Un nuevo espacio en la factoría marítima acogerá una gran forja en la que se construirán las cinco anclas del navío
La primera cubierta. «La nao 'San Juan' era un mercante transoceánico», recalca Xabier Agote, quien recuerda que el navío encarna todo lo que detestan algunos de los nuevos mandatarios internacionales, esto es, el comercio internacional. Este espacio se destinaba a la ida a los alimentos, herramientas y demás útiles que la tripulación iba a necesitar durante los seis meses de campaña ballenera. Una vez terminada de la caza de los cetáceos, «los marinos dejaban allí las chalupas a modo de agradecimiento con las personas que les habían ayudado». Ya de vuelta, cinco niveles de barricas con capacidad para 220 litros de aceite cada una llenaban esta primera cubierta. En total, el barco regresaba con cerca de un millar de barricas, en algunas de cuyas réplicas trabajan ya en Burdeos. En el siglo XVI la embarcación se manejaba a través de un sistema denominado 'pinzote', una especie de palanca con la que se hacía girar la caña del timón. Dos orificios en la popa permitirán que pasen por ellos los cabos que sujetarán dos de las cinco anclas que tendrá la nao y que se construirán en un nuevo espacio de Albaola destinado a forja porque la que ya está en funcionamiento no es lo suficientemente grande.
La cubierta del barco. Flanqueada por los castillos de proa y de popa, es la zona en la que la tripulación trabajaba y hacía la vida durante la mayor parte de la travesía. Desde el castillo de proa se manejaban las velas;debajo, se situaban las letrinas –mayormente, dos orificios practicados en el suelo–. El palo mayor, con anclaje en la sentina, atravesará el centro de esta cubierta, una vez que se instale y se le cuelgue una vela mayor de 1.500 kilos de peso y dieciocho metros de anchura. Bajo el castillo de proa, se abre un espacio que simultáneamente acogía el mando y servía de 'dormitorio' para los sesenta tripulantes, en tres turnos de veinte individuos cada uno.
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