Los sumos sacerdotes de la espyral
Los sevillanos Pylar, obsesionados por el ocultismo, la alquimia, la simbología mágica y los cultos ancestrales, editan un nuevo ritual de inspiración neolítica que es también una celebración del rock más libre
CARLOS BENITO
Martes, 31 de octubre 2017
Pylar son una apuesta muy fuerte, una propuesta casi temeraria, un artefacto construido a sabiendas de que el resultado fascinará a unos pocos y desconcertará o espantará a la mayoría. El colectivo sevillano confecciona una música extraña, que elude las categorías y fluye libremente, sin atenerse a las convenciones estilísticas sobre la estructura y la duración de las canciones, ni siquiera sobre el uso ‘apropiado’ de los instrumentos y las voces. Y, además, esas piezas enigmáticas vienen rodeadas de una espesa cobertura conceptual (ellos seguramente dirían que no es un envoltorio, sino la médula de todo) que puede provocar serios dolores de cabeza a todo aquel que aspire a profundizar en ella: Pylar son un grupo ocultista, mistérico, alquímico, cabalístico, incluso neolítico, que extrae su filosofía de una mareante cocción de saberes ancestrales. ¿Qué, se están planteando dejar de leer ya, intimidados por estas descripciones de apariencia tan exigente? Pues no lo hagan: en realidad, la propuesta de Pylar, repartida entre el metal, el rock progresivo, el jazz y la experimentación, es perfectamente disfrutable sin necesidad de grandes cavilaciones, incluso tomándose a broma su aparato teórico: ya dicen ellos mismos que la risa consigue que el ego se vuelva gaseoso y es un preliminar necesario para la posesión.
«Somos la incorruptibilidad y la podredumbre, la permanencia y el devenir eterno, la duración infinita y lo caduco», se presentan los miembros del grupo, que ocultan sus identidades bajo los alias LenguaDeCarpa, Gamaheo, Trarames, Lingua Alaudae y Bar-Gal y suelen lucir máscaras y chocantes atuendos ceremoniales. En su formación figuran miembros de Orthodox, el grupo que inició su carrera como pionero del doom nazareno para evolucionar rápidamente hacia una suerte de free jazz inconformista y exploratorio, y también de Blooming Látigo, vanguardistas con espíritu punk y noise rock. Desde el principio, la gran singularidad del grupo fue su inspiración en las ciencias ocultas, los rituales primitivos y la alquimia: ellos explican con aplomo y tozudez que su propósito es «despertar las fuerzas telúricas», «levantar el pylar cósmico que se alza dentro de todos nosotros» y, de manera más significativa, lograr la transmutación del metal, eterna aspiración alquímica que ellos aplican a un metal diferente, el género musical, que en su crisol se depura de clichés y alcanza un nuevo estadio de prístina perfección (je, je, esta forma de hablar acaba siendo un poco contagiosa). Ah, al igual que hacen en su nombre, tienen la bonita costumbre de escribir las íes como íes griegas, la letra de la bifurcación mística: en eso recuerdan a un grupo hermano en lo conceptual pero alejado en lo sonoro, los ya inactivos catalanes †††, que también desbordaban inspiración esotérica y escribían las úes como uves.
Monacales y demoníacos
MONACALES Y DEMONIACOS
El primer álbum de Pylar, editado en 2013, se titulaba ‘Poderoso se alza en my’ y recibió los encendidos elogios del sumo sacerdote de su rollo, el británico Julian Cope, que fue héroe de la nueva ola al frente de The Teardrop Explodes pero después se metamorfoseó en druida visionario, obsesionado por los megalitos y por las músicas de compás tectónico. A Cope, sibarita del rock oculto y enciclopedista del krautrock, el disco de Pylar le enajenó de puro gusto: «Soberbio y esencial», escribió, además de elogiar sus «voces monacales, voces demoniacas, voces de derviches chamánicos». El segundo álbum, ‘He venydo a reclamar my trono’, era un tema único inspirado en las tablillas libias de Anat sobre la huida de la Triple Diosa Oriental, nada menos, y después lanzaron el EP ‘La gran obra’, una casete de asunto alquímico con una cara B que era el reflejo especular de la A, o sea, que llevaba el mismo tema pero reproducido al revés. Después vino ‘Pyedra’, basado en la herencia simbólica de los monumentos megalíticos, y así llegamos hasta ‘A ella te conduce la sagrada espyral’, su novedad discográfica, recién editada por el sello asturiano Humo.
En ocho temas más breves de lo habitual (la mayoría ni siquiera alcanzan los cinco minutos, como si este fuese su disco pop), Pylar vuelven a recrear el rock en forma de ceremonia de alguna religión olvidada. Con una rica instrumentación que incluye trompa, violín y mandolina, guían al oyente en un viaje iniciático que arranca con krautrock cósmico (‘Aguas primordiales’), continúa como si a Black Sabbath les hubiese poseído una legión de diablos burlones (‘La de múltiples rostros’) y reúne pasajes planeadores (‘Alza tu vuelo sobre la vasta oscuridad’), inquietante folk pagano (‘... Y enrosca tu vientre alrededor del cosmos’), ritmos procesionales que desembocan en free jazz (‘El Dios-Año’) y, a modo de culminación, el tema final, ‘Sagrada espyral’, que empieza con órgano litúrgico y concluye con insistente doom ritual. Ellos explican que el conjunto es «una cosmogonía neolítica», pero a lo mejor tampoco conviene obsesionarse mucho con eso.
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