Rossini se apoderó de Donostia
Los solistas y el Orfeón, tan sólidos como la orquesta, sedujeron a un Kursaal lleno a rebosar en el concierto patrocinado por El Diario Vasco
Se dice que Donostia es una ciudad muy rossiniana, quizá por el aire festivo y refinado que respira en todas sus citas culturales o porque ... ama la música del compositor italiano. Ayer pareció constatarlo con su larga ovación a una interpretación del 'Stabat Mater' de Rossini, una obra religiosa, pero de gran teatralidad, que supuso el reencuentro del tenor Xabier Anduaga con el Orfeón Donostiarra que lo vio crecer, y también con un público que tenía ganas de escucharlos juntos. Los otros tres solistas vocales, la soprano Federica Lombardi, la mezzosoprano Paula Murrihy y el joven bajo William Thomas, la Orquestra de la Comunitat Valenciana y, al frente de todos, el maestro Mark Elder, hicieron del concierto patrocinado por El Diario Vasco una de las grandes citas de la Quincena.
El alcalde Eneko Goia no quiso perderse el encuentro, al que acudió como representación de este periódico el adjunto a la dirección, Javier Roldán. Ambos vibraron con el 'Stabat Mater', pero también con el Beethoven que lo precedió, puesto que ayer el Kursaal no vivió solo de Rossini. Antes de la ejecución de una de las obras religiosas más dramáticas que ha dado la historia de la música -con permiso de Verdi- se pudo escuchar la 'Sinfonía nº 2' de Beethoven, una composición aún c lásica en su catálogo en la que la agrupación valenciana volvió a demostrar el poder sonoro que ya había apuntado en su concierto del día anterior. Elder, maestro del detalle, ofreció una lectura ligera y vigorosa valiéndose, tal y como cabía esperar, de un conjunto mucho más reducido que el que había hecho sonar a Shostakovich la víspera. La Orquestra de la Comunitat Valenciana no llegó a alcanzar el medio centenar de componentes para una versión en la que imperó la claridad y nitidez de los planos sonoros, el equilibrio instrumental y los marcados acentos, todo con el objetivo de regalar una obra llena de vida y entusiasmo que, sin duda, convenció.
La segunda parte del encuentro estuvo ocupada por la que es una de las obras religiosas más populares de la primera mitad del siglo XIX. Rossini la escribió al final de su carrera (la versión definitiva es de 1842), después de retirarse de la ópera y se dice que es una especie de 'ópera mariana', porque tiene un estilo un tanto desinhibido para tratar un texto religioso tan hondo como es el sufrimiento humano de la Virgen al pie de la cruz contemplando cómo muere su hijo. Pero Rossini es Rossini y la obra cuenta con las características propias de su ópera: melodías seductoras, modulaciones sorprendentes y una orquestación efectista y brillante. Y todo esto es algo con lo que que el público donostiarra enloquece, tal y como volvió a dejar claro ayer.
El tenor donostiarra volvió a regalar el chorro de voz que posee en su única aria: 'Cujus animam gementem'
El arranque de la obra, con una orquesta inspirada ya desde los primeros compases, que estuvieron mimados con marcados fraseos, dieron paso a la primera frase del texto, 'Stabat Mater dolorosa', en el que se presenta el coro y a continuación los cuatro solistas. Este inicio sirvió de perfecto preludio para comprobar la poderosa emisión de los cuatro solistas, así como la complicidad entre ellos, el Orfeón y la orquesta, liderados con mucho oficio por Mark Elder. Fue un comienzo expresivo y con grandes contrastes dinámicos en el que el Orfeón estuvo magnífico.
Sin embargo, el auditorio parecía estar esperando con ansia la famosa aria para tenor 'Cujus animam gementem' en la voz de Xabier Anduaga, la única intervención que tiene totalmente en solitario en esta obra. Su dominio técnico del prodigioso instrumento que posee le permitió transmitir su inmenso chorro de voz sin aparente esfuerzo en todos los registros, pero especialmente en unos agudos increíbles.
Mark Elder redujo la orquesta para ofrecer una versión ligera y vigorosa de su segunda sinfonía
Tras su intervención llegó el dueto para soprano y mezzo 'Quis est homo', en el que Federica Lombardi y Paula Murrihy, ambas magníficas, fusionaron rítmica y tímbricamente sus deliciosas y apropiadas voces. Precioso color y gran trabajo también el del bajo William Thomas, tanto en su aria 'Pro peccatis suae gentis' como en su expresivo recitativo a capella junto al coro: 'Eja, Mater, fons amoris'.
La belleza y la compenetración de las cuatro voces solistas fue evidente en el rítmico y pegadizo cuarteto 'Sancta Mater, istud agas', al que siguió la mezzo Paula Murrihy con su cavatina 'Fac, ut portem Christi mortem', de la que fue una fiel transmisora del texto y del carácter. Tras ella, Lombardi volvió a hacernos vibrar en su expresiva aria junto al coro 'Inflammatus et accensus'.
Los cuatro solistas aún tuvieron la oportunidad de mostrar su altísimo nivel en 'Quando corpus morietur' a capella, una parte que a veces canta el coro. Su capacidad de comunicar tanto partes muy delicadas como otras de mayor intensidad y su cuidada dicción convirtieron su intervención en un verdadero regalo. El Orfeón puso el broche de oro a una velada llena de alicientes con el impetuoso final de estilo fugado 'Amen, in sempiterna saecula'.
El director Mark Elder fue un importante concertador, regulando con acierto a la inspirada orquesta para asegurar la claridad que exige la música de Rossini y sumando su experiencia y conocimiento a un encuentro memorable.
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