Judith Jáuregui | Pianista
«Puedo decir que mi patria son las 88 teclas del piano»La intérprete donostiarra reúne en su séptimo disco, 'Homeland', las dos composiciones de Falla y el noruego Edvard Grieg para piano y orquesta
El compositor noruego Edvard Grieg y el andaluz Manuel de Falla se dan cita en el nuevo disco de la pianista donostiarra Judith Jáuregui, 'Homeland' (' ... Patria'), en el que la intérprete está acompañada por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, bajo la dirección de Kaspar Zehnder. En su séptimo disco, Jáuregui interpreta el 'Concierto para piano en la menor, Op. 16' de Grieg y 'Noches en los jardines de España' de Falla, la segunda, más habitual que la primera en su repertorio, y en los dos casos, las únicas obras para piano y orquesta que escribieron estos dos compositores.
– Edward Grieg y Manuel de Falla. ¿Una combinación arriesgada, no?
– Son dos compositores de estéticas diferentes porque Grieg es el romanticismo puro y Falla es la música española con tintes impresionistas por los años que pasó en París. Sin embargo, casan muy bien por sus respectivas personalidades y porque crearon su lenguaje compositivo a partir de las músicas de sus tierras. Ese amor a las raíces, a la tierra y a la patria es el elemento común a los dos.
– Y también es una apuesta arriesgada porque al ser obras tan interpretadas, las comparaciones van a ser inevitables.
– Efectivamente, son dos obras muy queridas que conllevan una responsabilidad, pero creo que hay dos maneras de afrontar la vida: desde el miedo o desde el amor, y yo presento esto desde lo segundo porque, como dijo un productor, no hay mejor razón para grabar algo que el amor a ese repertorio. Por supuesto que hay un concepto artístico detrás, pero el motivo principal viene del corazón y de las entrañas, y son dos obras que me fascinan.
– Ha titulado el disco 'Homeland' ('Patria'). ¿Ha querido reivindicar un concepto un tanto maleado y manoseado?
– No hay ningún tipo de reivindicación personal. Es algo que siempre ha servido de inspiración para muchas creaciones artísticas. El amor a las raíces forma parte de nuestra identidad. La patria es mucho más que nuestro lugar de nacimiento, también son 'patria' aquellos lugares emocionales y físicos que construimos a lo largo de nuestra vida. Por ejemplo, Falla dijo que su patria artística era París. Yo soy de escuela rusa y francesa. Se pueden tener muchas patrias a lo largo de la vida. 'Patria' es una palabra que quizás en español está ensuciada por ideas que trascienden la pura emoción que la palabra transmite, esto es, el amor al origen y lo que vas consiguiendo a lo largo de la vida. Estos dos autores construyeron su identidad con el respeto a su cultura de origen y también a la que fueron aprehendiendo.
«He aprendido a decir que no, que en ese repertorio no estoy cómoda o que no puedo hacer dos a la vez y a manejar mejor mis tiempos»
– ¿Y cuál es la suya? ¿Donostia? ¿Menorca? ¿Madrid? ¿Francia?
– Mi origen es Donostia, donde está mi familia, pero puedo decir que mi patria es mi instrumento, las 88 teclas del piano, porque con cada repertorio viajo a diferentes lugares. Evidentemente, tengo mi raíz en Donostia, pero también en Alemania y en Francia. Hay diferentes culturas que conforman lo que yo soy.
– ¿Sudó mucho para grabar el 'Concierto para piano en la menor Op. 16'? Tiene fama de pieza compleja de interpretar...
– Fue una grabación intensa porque en dos días tienes que registrar dos conciertos. Cada una de ellas tiene sus momentos técnicos y debes estar concentrada por completo porque cada minuto cuenta. Más vale que no tengas que repetir muchas tomas.
– La obra de Falla ya la ha interpretado en directo y la tiene programada próximamente. ¿Y la de Grieg?
– Ahora mismo no lo tengo planteado. No figura en el calendario más próximo, pero espero que en el futuro lo esté.
– Es su séptimo disco. ¿Qué le diría a aquella Judith Jáuregui que debutó en la grabación hace catorce años?
– Es que a mi primer disco, con obras de Schumann, le tengo mucho cariño porque era la inocencia, mis comienzos... me acuerdo cuando estando en Munich me dijeron que iba a grabarlo. Me parecía algo muy especial. Era esa inocencia de la ignorancia y el atrevimiento. Escucho las frases y me sonrío... Es lo bonito de las grabaciones porque como artista, uno graba discos que son parte de su biografía. Es muy importante mirar atrás y ver cómo eras, también como persona. No sé qué le diría a aquella Judith, quizás: «Mantén esa ilusión» porque intento conservar esa frescura. En un homenaje a Antonio Machado que hicimos juntos, José Sacristán me decía que cada vez que subía al escenario, intentaba echar mano del niño que fue. Y eso me pareció muy inspirador. Aquel Schumann de 2010 es la niña que fui.
El disco
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Título 'Homland'
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Pianista Judith Jáuregui
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Obras: 'Concierto para piano en la menor', de Grieg y 'Noches en los jardines de España', de Falla.
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Discográfica: Eudora Records.
– De esos seis discos anteriores, ¿hay alguno que a día de hoy no le convence del todo?
– Bueno, pues hay momentos en los que piensas que tal calidad de sonido te hubiera gustado de otra forma... ¿Quién mira atrás y no cambiaría algún concepto o alguna cosa? Decir que no cambiaría nada sería poco inteligente, pero lo que sí puedo decir es que no me arrepiento. Esos discos y todos los conciertos que he dado son parte de lo que soy ahora. También he aprendido a decir que no, que en ese repertorio no estoy cómoda o que no puedo hacer dos a la vez y que me voy a concentrar en uno. Aprendes a manejar tus tiempos mejor.
– ¿Se siente más cómoda acompañada de un grupo de cámara o de una orquesta sinfónica?
– Con orquesta la grabación es muy exigente porque no depende sólo de mí. El tiempo es más apurado porque hay más elementos.
– Quizás está menos expuesta...
– No, porque como solista hay mucho momento en el que eres líder. La cuestión es integrarse lo más rápido posible. Es la segunda vez que grabo con orquesta y en las dos ocasiones el trabajo con los directores ha sido fundamental.
– ¿Y se ha convertido en la pianista que soñaba ser?
– ¡Qué pregunta! Decir que no sería derrotista. No es que me haya convertido o no con esa pianista, sino que soy consciente del privilegio que supone vivir de esto, grabar discos y profundizar en los repertorios, que es lo mismo que profundizar en las emociones. Yo creo que nunca llegas a ser al 100% la pianista que querías ser. Vas creciendo pero sigues viendo lejos el horizonte. No hay fin y eso es bonito. Si dijera que me he convertido en la pianista que quería ser sonaría al final de mi sueño y aún me quedan muchos por cumplir.
– ¿Se ha convertido con la madurez en una intérprete más contenida?
– Evidentemente, cuando comencé tenía veintidós años y ahora tengo cuarenta. Probablemente es un poso menor. Lo que ha sucedido es sencilla y llanamente la vida. Las experiencias, dentro y fuera de la música. Han sido años muy cañeros en muchos sentidos, con momentos para la introspección y la reflexión.
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