Judeline embruja Irun
Pablo de León
Irun
Domingo, 29 de junio 2025, 16:18
Judeline demostró en la plaza Urdanibia que el suyo no fue simplemente otro concierto más: fue una afirmación artística, un testamento del momento singular que ... atraviesa. La gaditana convirtió el corazón festivo de la ciudad en un espacio sonoro de introspección, éxtasis y vanguardia.
El concierto arrancó con 'bodhitale' y 'angelA', envolviendo al público en un paisaje sonoro denso, casi litúrgico, que se sintió más como un acto de invocación que como una simple apertura. De ahí en adelante, Judeline no dejó de construir un puente entre lo sagrado y lo sensorial, entre lo íntimo y lo colectivo.
El concierto
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Intérpretes: Judeline (Voz y guitarra), Xoan Domínguez (Batería), Sebastián «Bachano» (teclados) y Hector Fuertes (Bailarín).
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Lugar: Plaza Urdanibia (Irun).
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Fecha: 28-08-2025.
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Asistencia: Lleno.
Sin grandes artificios escenográficos pero con una cuidada estética visual, Judeline optó por la contención expresiva. No necesita moverse demasiado ni llenar el espacio con palabras. Su presencia se impone por lo que calla y, sobre todo, por lo que canta.
Canciones como 'angelA', 'INRI' y 'TÁNGER' fueron interpretadas con una mezcla casi quirúrgica de control emocional y energía. En directo, sus voces se expanden más allá de la producción: son capas vocales que envuelven, arrastran y desgarran, sin necesidad de excesos.
Incidiendo en lo musical, Judeline recurre al autotune de manera inusual. Utiliza el efecto no para enmascarar deficiencias —que no las tiene— sino para aportar más matices a su canto y dar paso a una mezcla de fragilidad y poder que hace que el público no sepa si bailar o cerrar los ojos.
La alternancia entre batería en directo y bases electrónicas hicieron las delicias de los amantes de las secciones rítmicas robustas. Prueba de ello fue el solo en 'Es Dios bueno o sólo es poderoso', donde la intensidad in crescendo de la percusión rompía con el trance electrónico y daba paso a un frenesí rítmico.
Entre los momentos más celebrados estuvieron 'mangata', con un clímax house en su tramo final que convirtió la plaza en una pista de baile neofolk, y 'BRUJERIA!', que se sintió como un grito ancestral reimaginado en clave postmoderna.
Pero donde más brilla Judeline es en su manejo del tempo emocional del concierto. Sabe cuándo elevar al público (como en 'JOROPO' o 'zarcillos de plata') y cuándo hundirlo en una belleza melancólica, como ocurrió con 'chica de cristal', interpretada con apenas una base mínima y una luz cenital.
En resumen, Judeline dio una lección de cómo la música pop puede ser sofisticada, emocionalmente honesta y culturalmente compleja sin perder conexión con la gente. En una plaza pensada para el bullicio, ella creó un santuario.
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